Llegó el mes de septiembre y el final del verano, así como un principio de curso escolar incluso para esas personas que no tienen hijos. Se trata de uno de los mejores meses porque te permite darle una segunda oportunidad a esa lista de propósitos que hiciste en enero y que, en su gran mayoría, nadie consigue cumplir durante el año.
El primer propósito popular es dejar de fumar, algo que me gustaría leer algún estudio que diga estadísticamente cuántas personas dejaron de fumar para siempre, sin recaídas, a lo largo de su vida. Yo creo que no existen esas personas.
El segundo, apuntarse a un gimnasio, que es uno de los mejores propósitos porque hay gente que aprovecha también para ligar y así cumple dos por el precio de uno.
El tercero es aprender inglés, algo que le das mucha importancia cuando buscas o quieres cambiar de trabajo pero se te olvida muy rápido cuando encuentras uno donde no te hace falta. Y recuerdas que te has recorrido media Europa apañándotelas muy bien con gestos o el clásico libro de traducción de frases típicas, y que además has ligado con guiris que tampoco sabían español.
A mí me gustan más los contrapropósitos, que a diferencia de los propósitos son aquellos que uno sabe que va a hacer, con más ganas que fuerza de voluntad, aunque en ocasiones solo por seguir una moda pasajera o simplemente por tocar las narices.
¿Qué nunca has fumado? Pues quedas con el amigo que está dejando de fumar, te enciendes un cigarrillo y le tiras el humo a la cara. Y luego te enganchas, para tener un propósito que cumplir en enero.
¿Qué nunca has bebido? Pues quedas con el amigo que está en Alcohólicos Anónimos, le invitas a una cerveza 0,0 mientras tú te pones ciego a cubatas, teniéndote que escuchar ahora las chorradas que él te contaba tiempo atrás.
¿Que no estabas enamorado? Pues sales a buscar por buscar el amor en ese mercado de separaciones y divorcios que, como cada año, pone el mes de septiembre en lo más alto de la estadística. Y le vas contando los detalles de tus éxitos a esa amistad que está luchando con uñas y dientes contra su ex en un juzgado.
Mi contrapropósito este mes era hacerme vegetariano, porque un amigo me contó que se liga mucho más que poniendo comentarios absurdos en Instagram, pero es un tema en el que no vale solo con decir ‘soy vegetariano’, porque si no lo eres de verdad te pillan muy rápido; hay que implicarse. Y yo me decidí a ello, dejé de comprar a la charcutera más cara de mi barrio, aunque solo con ver sus ojos y esa zalamería ya me amortizaba el precio fuera de mercado de la carne picada… hasta que leí un estudio realizado en el Reino Unido, que asegura el 20% de los vegetarianos tienen mayor riesgo de sufrir un ictus.
Se me pasó de inmediato la moda vegetariana, ni por el firme propósito de ligar con una chica supuestamente más sana que yo. Me dejé llevar de nuevo por los placeres de la carne, volví a la charcutería y decidí entablar conversación con esa muchacha, a la que conté mi experiencia con el deseo de que uno de los dos llevase al otro a su huerto de plantas carnívoras. A medida que le contaba los detalles de ese estudio y afilaba mis comentarios sarcásticos, noté en su mirada que ya no era tan zalamera como lo había sido siempre. Lo achaqué a mi ausencia por su tienda mientras me hice vegetariano de forma temporal.
Cuál fue mi sorpresa que al cobrarme, sin nadie más en la tienda, aprovechó la confianza que ya teníamos y toda esa escucha activa durante mi charla, para soltarme un discurso radical de vegetariana no, ¡vegana! que me dejó completamente planchado. Yo pensé… ¿Qué hace una vegana trabajando en una charcutería? Pero no quise añadir más leña al fuego y me marché.
Este mes también se me han pasado las ganas de ligar. Ahora ya no sé cuál es mi propósito ni despropósito. Quizás vaya al quiosco a comprar una de esas colecciones por fascículos que, año tras año, se repiten y mucha gente empieza pero nadie en absoluto la termina. Como les ocurre a los que tienen el propósito de dejar de fumar primero en enero y después en septiembre.
|