| ||||||||||||||||||||||
|
|
El Principado de la Fortuna/Capítulo VI | |||
Edificio de Ahmed Lakkhoua I, Judería de Sevilla, 31 de julio de 1417 | |||
| |||
► El Principado de la Fortuna/Capítulo V In Memoriam Acaba de morir mi padre, Ángel Sevilla III y sin transición, me he dispuesto a cumplir el ritual familiar de encerrarme en el edificio en el que nuestro primer antepasado de apellido conocido iniciara la sede del negocio, al objeto de preparar el discurso con que concluiré, en boca del finado, el ceremonial fúnebre. Apenas tengo energías, tras un largo desenlace de varias semanas, que inició con tenaz desasosiego y que ha concluido en interminables días de profundo coma. Me dispongo a la más dura tarea; ¿cómo puedo dar voz a un ser querido, temido y del que siempre me he sentido alejado? En mi infancia y adolescencia, me acogía en su mesa los sábados y yo temblaba ante los reproches que nos dirigiría a mí y a mis tutores, el lunes siguiente, cuando someteríamos, casi siempre ante su desaprobación, el funcionamiento del programa educativo que nos había impuesto. Me costó mucho aceptar mi estatuto de adulto, sentarme a su mesa y trabajar a sus órdenes. Nada de lo que hiciera le complacía; siempre había algún pero. Querido padre; me casaste con Joana y a medida que veías nuestro acercamiento te distanciabas. Lo que nunca has podido perdonarnos es que somos mejores gestores que tú y hemos hecho funcionar un gigante con pies de barro que amenazaba derrumbarse. Nos acusas de caer en la Trata. Sabes perfectamente que no es cierto; nos hemos limitado a liberar esclavos que educamos en el palacio que construyeron nuestros antepasados en un maravilloso oasis del Sahara. Allí hemos despachado nuestro negocio en la zona, al menos una vez al año. Es la joya de la corona de nuestra marca. Nuestras fiestas hacen palidecer de envidia a los propios reyes. En realidad fuiste tú quien tomó la decisión de adquirir esclavos para tener bellos cuerpos que sedujeran a nuestros huéspedes. De ahí no era difícil deducir que podíamos añadir una oferta que ha dorado nuestra marca, enriquecido nuestras arcas y nos ha acercado al poder por medio de los diamantes pulidos que hacemos de nuestras adquisiciones, que nos están tan agradecidas como nosotros a ellas. Es cierto que es tu fiesta y no la mía y que a ninguno de los presentes les gustaría mi discurso. Exagero en mis reproches; Joanna y yo hemos educado así a nuestros hijos y estoy seguro que también nos lo reprochan. Es la única manera de mantener nuestra marca. Si, mi querido padre, tenemos una marca que data de generaciones que intuimos por sus exquisitos legados. Como indicas en tus memorias, fuiste un excelente gestor y nos has legado cash y prestigio. No comprendo tus ocultaciones, ¿por qué sitúas la escritura de tus memorias y tu homenaje de jubileo en la Judería de Sevilla, cuando lo celebramos en nuestro palacete de Puerto de Santa María?. Imagino que porque querías ocultar que volviste a meterte en relación con los de la Cerda en la persona de Isabel, hija de D Luis, primer príncipe de la Fortuna. ¿Qué importa si en nuestros libros contables figura una expansión en flecha desde finales de los ochenta del siglo pasado?, ¿qué importan las matanzas de nuestros parientes, amigos y socios, que se produjeron a principios de los 90, en nuestra judería y en otras?. Claro que no estábamos allí sino en nuestra confortable residencia de Puerto de Santa María, cuya señora, Isabel de la Cerda había casado, en segundas o terceras nupcias con el bastardo Bernardo de Bearne o Bernardo de Foix, quien había adquirido su fortuna y poder y el condado de Medinaceli, en la guerra de los Trastámara. Hicimos muy buenos negocios en la época, a costa de los judíos, que nos tenían que vender, a la baja, sus propiedades para escapar al extermino. El rey Enrique, aunque tenía a sus judíos, había sembrado el anti judaísmo, por considerar que el padre de Pedro III era un judío y que éstos mandaban en los reinos. ¡Qué época, padre!. Nosotros nunca hemos sido antijudíos, pero ellos eran víctimas de cruzadas que no podíamos parar. De hecho, tus ocultaciones, querido padre, son una prueba de debilidad. Pues bien, si tú no hubieras comprado, todo el beneficio se hubiera ido a los verdugos y así lo han testimoniado nuestros amigos y socios judíos. ¿Por qué no quieres reconocer los beneficios y la expansión que produjo nuestra asociación con los condes, desde que la señora condesa nos ofreciera, como pago de las deudas contraídas por su padre, a principios de los 80 del pasado siglo, el palacete que desde entonces no hemos cesado de agrandar y de magnificar?. En efecto, Puerto de Santamaría empezaba a centrar y promover la penetración del Atlántico desconocido hasta entonces. Animado por los éxitos te expusiste mucho más de lo que lo hiciste con el príncipe. Se trataba de un proyecto mucho más ambicioso y rentable. Creo que tenías que hacer lo que hiciste, pero empezó a írsete de las manos con los sucesores. Tras la muerte de la condesa, en 1389, su sucesor, Gastón de Bearne y de la Cerda, parecía más interesado en el negocio inmobiliario al que he aludido que en el principado de la Fortuna. No nos fue muy mal para capitalizarnos, el abandono que sufrió nuestro proyecto ultramarino tuvo sus consecuencias y afortunadamente, el nuevo conde, Luis de la Cerda y Mendoza volvió al proyecto primitivo, pero, a mi manera de ver, es demasiado impetuoso y nos lleva mucho más lejos de donde quisiéramos ir. La liquidez nos empieza a faltar ante los desafíos de una expansión que podemos, apenas, controlar. La Trata que nos reprochas, como la capitalización con las propiedades de los judíos despojados que ocultas, han salvado nuestra empresa. Hemos solucionado los problemas de liquidez, hemos dorado nuestra marca y nos hemos acercado más al poder, incluido el del poderoso conde. Estamos en una situación aún delicada; en estos tiempos todo parece correr a velocidad de vértigo. He heredado un negocio que tiene sedes en Venecia, Sevilla, Puerto de Santa María y con nuestras redes en las rutas caravaneras del Sahara y los enclaves que toma occidente en costas cercanas a las mismas, he heredado, sobre todo, un proyecto y los instrumentos para armarlo. Mi querido padre, ¿cuándo hemos tenido tantos tentáculos en todos los centros de poder?. Estos cuerpos de hombres y mujeres que sin nuestra intervención hubieran caído en bajos oficios, en el mejor de los casos en la prostitución, son, ahora, nuestros mejores agentes y clientes, por agradecimiento y porque sabemos saciar su avaricia y vanidad. Nuestra marca, de hecho, ennoblece y acerca al poder y en cualquier caso rescata y enriquece. No me siento mancillado por los suculentos beneficios que nos proporciona este negocio, incluidos los que nos aportan los “tratados”, enriquecidos por la promoción. No comprendo lo que puede reprochárseme, puesto que encontramos todo preparado para que entráramos en el nuevo producto y porque la mayor parte de los éxitos que mi padre ha obtenido para nuestro negocio provienen de mercados ensangrentados, como ocurre, por ejemplo, con la matanza de nuestros vecinos judíos, en la primavera de 1391. Los diarios contables indican claramente el incremento espectacular de nuestra sede de Sevilla, con la compra de los bienes de los que huían del exterminio o de los que habían sucumbido al mismo. El diario personal no alude a este gravísimo hecho. Puede evitarlo, porque ninguno de nosotros estábamos en la Judería y porque nuestras pertenencias fueron escrupulosamente respetadas por los asaltantes. En octubre de 1390 mi padre había decidido continuar nuestra estancia estival en Puerto de Santa María y alargar la misma hasta enero de 1392. Al regreso encontramos el edificio que me cobija, que nos alojaba a nosotros y al negocio cuando nos fuimos, rodeado de nuevos edificios, entre los que se encontraban el palacio que constituye mi actual residencia, las dependencias de los departamentos que organizan nuestros negocios y los almacenes. Era como si viviéramos un sueño inalcanzable… Mi padre no oculta los datos contables que se producen en ese periodo, solamente omite los criminales hechos que aniquilaron a nuestros vecinos, socios y amigos. El dolor por estas pérdidas era, sin embargo, más intenso que la fascinación de la expansión. Estoy seguro de que mi padre tenía, como lo teníamos todos, destrozado el corazón, pero no podíamos impedir la masacre y nuestras ofertas, como ocurre con la trata, representaban un alivio para las víctimas. No veo nada reprochable en este enriquecimiento, porque, además, nuestras adquisiciones no caían en las manos de los poderes que participan en las operaciones militares de la Reconquista. El alejamiento de las cortes está ampliamente justificado; porque, como indica el finado, ya no tenemos cabida en las mismas. ¿Para qué?. No somos tan poderosos como para arriesgar una fortuna inmensa que no podríamos, siquiera, garantizar, frente a poderosos tan faltos de numerario. Tenemos allí a nuestros agentes, los Medinaceli. ¡Qué corte, dios mío! Isabel de la Cerda ya vivía tan fuera de la idea del Estado de su tatarabuelo, Alfonso X, “el Sabio” o de la causa legítima de los descendientes de Fernando de la Cerda, que nuestra fidelidad a los mismos carecía de sentido. El primer príncipe de la Fortuna, Luis de la Cerda, no tuvo reparos para asegurar su futuro, contrajo matrimonio, en Sevilla, en 1306, con Leonor Pérez de Guzmán y Coronel, hija de un Guzmán el Bueno, enriquecido en la defensa de los derechos de los de la Cerda, con Alfonso X, pero que no tuvo reparo en pasarse a las órdenes del usurpador Sancho IV, para aumentar sus caudales, ya asegurados con su matrimonio con la también bien dotada María Alonso Coronel Ignoro la razón por la que mi padre no hace alusión alguna a una alianza que enriqueció y comprometió de tal forma al príncipe de la Fortuna. Tampoco sabemos por qué razón se presenta una ruptura con unos príncipes instalados en Sevilla y por qué razón, Isabel de la Cerda, retomó contacto con mi padre. He revisado, todo y puedo afirmar que estos señores no constan por ninguna parte; no existen para los Sevilla. ¿Por qué Isabel de la Cerda hubiera regalado a mi padre nuestra mansión de Puerto de Santa María, como pago de las deudas de su padre?. Conociendo a la señora, como la conocí cuando era aún un niño, la respuesta es clara; por interés. La misma respuesta es válida con respecto a la aceptación de las relaciones y de nuevas inversiones por mi querido padre. Sorprende esta relación, además de por las razones ya expuestas, por el hecho de que el condado de Medinaceli fuera concedido como pago a los servicios prestados a Enrique de Trastámara. El último no era del agrado de los Sevilla, que mantuvieron su fidelidad a la causa de Pedro III, cuyas políticas favorecieron mucho el comercio. Una vez más, apruebo tus posiciones, querido padre. Otra cosa hubiera sido si no hubiera vencido el Trastámara, apoyado por los grandes terratenientes generados por la reconquista, entre los que se encuentra la condesa de Medinaceli. El anti judaísmo arruinó a poderosos financieros y a hábiles empresarios, pero también a excelentes artesanos con quienes teníamos alianzas. España se convirtió en un patio privado de terratenientes y se empobreció. En efecto; no teníamos nada que hacer en la corte, estábamos vedados. No podíamos vivir sin protección, por nuestra instalación en la judería, nuestros negocios con los judíos y especialmente porque tanto yo como Joana y mi hijo, somos marranos. En efecto, no había otra alternativa que aliarnos a poderosos como Isabel de la Cerda. Ten por seguro que apruebo tu conducta; pero no puedo soportar tu hipocresía. ¿A quién pretendes engañar?. Hiciste lo que tuviste que hacer y a nuestros aliados les interesaba nuestra privilegiada relación con los judíos, para lucrarse en la persecución de los mismos. Quizá nuestra mayor diferencia es que admiro en ti justamente lo que ocultas. Soy judío por mi madre. Siempre ha sido ocultado el hecho y todos sabemos por qué. Tenia apenas dos años cuando ocurrió. Solamente recuerdo que mi madre lloraba mucho hasta el día en que desapareció. Mi padre no ha hecho mención alguna desde entonces. Por indiscreciones de mi nodriza, he tenido la información de la identidad y fe judía de la desaparecida. Las relaciones que establecí con mi aña, asimismo judía, eran más fuertes de las que nunca había tenido con mi madre. Además, con el tiempo, supe que cuando se fue se llevó a mi hermano mayor, yo no soy el primogénito, como siempre ha pretendido mi padre. No quiero meterme en eso. ¿Para qué? Forma parte de un pasado y lo que importa es el presente. Gracias, papá, por habernos dejado una empresa que puede subsistir en las terribles marejadas en las que nos movemos, en estos tiempos tan crueles. Te debemos nuestra marca y prestigio. Te debemos nuestra seguridad actual y los instrumentos que nos has dejado. No es fácil, querido padre, tu mismo has sido víctima propiciatoria. Si a los ojos de todos, tu fallecimiento se ha producido de forma natural, ambos sabemos que no ha sido así. Somos víctimas de un complot, querido padre. Es como si alguien nos susurrara el dogma bíblico “Quien a hierro mata, a hierro muere” Yo no quiero sufrir de una cruel agonía, como la que te ha impuesto quien los dos sabemos. ¿Podría haberlo evitado? Creo que no y tú lo sabes. Denunciarlo no tiene sentido; la ejecución ha seguido un procedimiento impecable, es muy difícil demostrarlo. Me llevaré este secreto a la tumba, como tú hiciste con los tuyos. Tengo miedo, un miedo terrible de que me ocurra lo que te ha ocurrido y necesito protegerme, además de hacerlo con nuestra empresa. Dame fuerzas, padre mío. No sé lo que me está pasando. Me siento flotar sin rumbo… |
Desde la sección de relatos, prosa poética, haikus, sonetos, poesía gráfica, artículos de opinión y tantos otros contenidos, hasta las corresponsalías en Venezuela, Puerto Rico, Panamá, Cuba, Uruguay, Argentina, Italia y otras, podemos decir que el número 90 de esta revista es una oferta variadísima para los sentidos de los amantes de las letras, la cultura y el arte.
Un nuevo pensamiento, una nueva verdad, un nuevo despertar. Me arrullan las últimas palabras del cercano y entusiasta escritor Jorge S. L. Almarza en esta entrevista. ¿Quién no quiere encontrar otros mundos, más amables, quizás, más alineados con uno mismo en este nuestro tan acelerado y, a veces, despersonalizado? Quizás por eso Los descendientes del eclipse, su primera novela, tiene tanta fuerza y color para los lectores que se atrevan a leerla.
Entre sus preferencias lectoras dentro del género negro, Ibon Martín no duda en señalar a Mikel Santiago, Domingo Villar y Stieg Larsson, que no son malas referencias. Ibon, donostiarra del 76, acaba de publicar ‘Alma negra’ (Plaza & Janés), la cuarta novela que cierra la trilogía protagonizada por la ertzaina Ane Cestero, en la que el rey del thriller atmosférico, nos traslada a su escenario más extremo: la zona minera de Vizcaya.
|