En la España postfranquista - decía esta mañana, el viejo camarada - los pactos antinatura entre la izquierda y la derecha fueron necesarios para construir los cimientos de la casa democrática. Hoy, casi cuarenta años después, la búsqueda de alianzas puntuales entre rojos y azules, invita a la Crítica a reflexionar sobre los porqués y los efectos sobre el pacto reciente entre Alfredo y Mariano. La asfixia continuada de políticas contractivas, en medio de coyunturas adversas, ha propiciado que la izquierdización de Rajoy y la derechización de Rubalcaba encuentren, en los silencios de Moncloa, un cosmético político de cara a la galería. Un cosmético, decía, porque a los hombres de negro, les da igual "so que arre" para llevar a cabo sus políticas austeras. Es precisamente, esta falta de maniobra por parte de nuestras élites elegidas, la que provoca que: progresistas - me refiero al PSOE - y conservadores - al PP - estrechen sus manos en los camerinos de Moncloa. Mientras tanto, la Izquierda de Cayo y las piedras de Aznar a su propio tejado, siembran de espinas este nuevo clima de pactos en el seno de una "holgada mayoría".
Gracias a este cosmético político, el líder de la rosa consigue el "Gran Pacto de Estado", reivindicado desde la herencia de Zapatero. El "buen rollo" reinante entre los polos opuestos del hemiciclo insufla oxígeno al partido de Felipe y limpia las legañas al pedigrí de la derecha. Tanto Rubalcaba como Rajoy - tanto monta, monta tanto - salen, a la vez, fortalecidos y debilitados en su primer "acuerdo político", tras dos años de legislatura. Salen fortalecidos porque este pacto antinatura sirve de bálsamo paliativo para limar las asperezas arrojadas por los barómetros del CIS de los últimos meses. El sentir general - o sea, lo que usted y yo pensamos de la casta que nos gobierna - es la de unas élites que gobiernan de espaldas al graderío. Unas élites, tóxicas, que gobiernan sin programa y culpan de todos sus errores e incompetencia decisoria al entramado europeo. Por ello, la alianza de los débiles contra una causa alejada y, al mismo tiempo, elegida - me refiero a Europa - no altera las agendas ideológicas entre la derecha y la izquierda.
Ahora bien, no todo es oro lo que reluce detrás de las letras del Pacto. La bilateralidad del acuerdo, o dicho de otro modo, el encuentro entre el PP y PSOE, sin contar con las fuerzas minoritarias; arroja por la borda los brotes pluralistas en los prados del bipartidismo. Con este dúo político de alianza frente a Merkel, salen fortalecidos los marginados del chiringuito. La manifestación de IU de no subirse al carro de la derecha, alimenta la estrategia de Cayo de arrinconar a Rubalcaba en los cuartos de la derecha.
El matrimonio europeo entre Rajoy y Rubalcaba sitúa a ambos cónyuges en una tierra de nadie frente a la isla de Europa. A día de hoy, no sabemos a ciencia cierta dónde están las líneas que separan al modelo socialista del modelo popular en la construcción futura europea. La verdad, y es lo más importante, que el PSOE - el partido socialdemócrata - ha pactado con su peor enemigo. Ha pactado con el partido que no quiso negociar la Reforma Laboral. Ha pactado con los mismos que quieren tirar por la borda la Ley del Aborto, aprobada por ZP. Han pactado con los mismos que han desmantelado el Estado de Bienestar. Han pactado con su diablo político. Y ello, amigos y amigas, terminará como el "Rosario de la Aurora".
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