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La renovada Guerra a Guantánamo de Obama

El respeto moral es una franja de territorio extremadamente diminuta
Alan W.Dowd
jueves, 4 de julio de 2013, 08:56 h (CET)
El Presidente Barack Obama, de la noche a la mañana, ha recuperado su tanto tiempo inactivo proyecto de cerrar las instalaciones de alta seguridad para terroristas de la Bahía de Guantánamo. “Sigo convencido de que tenemos que cerrar Guantánamo", decía en abril. “Guantánamo no es imprescindible para proteger América. Es caro. Es ineficaz. Nos pasa factura a nuestra imagen internacional… Ha de cerrarse”. Apenas unos días después, añadía: "El penal de Guantánamo se ha convertido en símbolo mundial de la América que se salta el estado de derecho”.

Si las cosas son así, entonces el Presidente puede incluirse entre los culpables.

Después de todo, el Presidente ha tenido cuatro años y cinco meses para cerrar el penal de terroristas de Guantánamo. De hecho, transcurridas dos jornadas de su presidencia, ordenó al Pentágono clausurar las instalaciones "en el plazo máximo de un año a partir de la fecha de este decreto", prometiendo recuperar "el respeto moral" a América. Huelga decir que cuando Obama y sus responsables quieren hacer algo, lo hacen, como ponen de relieve incontables intervenciones ejecutivas: los nombramientos extra-constitucionales de la administración, los reglamentos que se saltan a la torera el contenido y la intencionalidad del texto federal, la intervención en Libia, el uso de la agencia de salud pública para sablear al sector sanitario y los múltiples ejemplos de abuso de poderes: el fabricante de placas solares subvencionado con dinero público Solyndra, los pinchazos telefónicos a la agencia de prensa Associated Press, el uso de la agencia tributaria para cebarse con los colectivos del Tea Party y "castigar a nuestros enemigos“, o engañar y maquillar los datos relativos a Bengasi para proteger el fatuo discurso electoral de las presidenciales de 2012 de que "la marea de la guerra retrocede”.

Siempre que el Presidente necesita una causa, por otra parte, simula tener las manos atadas, como está haciendo en el caso de Guantánamo.

La gente razonable puede tener diferencias en torno a las instalaciones de alta seguridad para terroristas. Un bando dice que la prisión es "contraria a quiénes somos" y "contraria a nuestros intereses", en palabras del Presidente. El otro bando replica que es una solución imperfecta a un problema muy difícil --la opción menos mala en este mundo post-11 de Septiembre. Me incluyo en el segundo grupo.

Es la opción menos mala porque las demás alternativas -- devolver a los reos a sus países de origen o trasladarlos a suelo estadounidense -- no son viables.

Devolver a los reos a sus países de origen es, sencillamente, contrario a nuestra intención. Un informe elaborado en 2012 por el espionaje llega a la conclusión de que prácticamente el 16% de los 602 reos que han pasado por Guantánamo han vuelto al terrorismo, y otro 12% es sospechoso de haber reincidido. Se trata de una tasa de reincidencia en torno al 28% -- incómodamente elevada al estar hablando de gente dispuesta a convertirse en misiles teledirigidos. Además, la inquietud por la estabilidad de los países anfitriones hace de la extradición una propuesta arriesgada. En el año 2010, por ejemplo, el Presidente decretó la paralización total del envío de reos a Yemen al salir a la luz que la rama yemení de Al Qaeda tenía planes de volar por los aires aparatos comerciales que volaban con destino a Estados Unidos. El mes pasado, sin embargo, anulaba esa prohibición.

El gobierno yemení anda construyendo unas instalaciones "de rehabilitación" destinadas expresamente a los 56 yemeníes confinados en Guantánamo. Pero teniendo en cuenta que la rama yemení de Al Qaeda planeó las fugas penitenciarias de 2003, 2006 y 2011, la capacidad penitenciaria yemení en el caso de los liberados de Guantánamo está muy cuestionada, al igual que la eficacia de los programas de recuperación de terroristas. El programa saudí -- con un gasto y unos incentivos económicos mucho más generosos de los que podría emplear nunca Yemen -- afirma sin fundamentos que tiene una tasa de reintegración del 80%.

En cuanto al traslado de los detenidos a cárceles en suelo norteamericano, una mayoría bipartidista ha dejado reiteradamente claro en el Congreso – la Ley de Asignación para la Defensa Nacional 2013 caso más reciente -- que los reos de Guantánamo no pueden ser trasladados a suelo estadounidense. El proyecto de ley que se está tramitando actualmente impide a la administración el traslado de los reos restantes a Estados Unidos o su consignación a gobiernos extranjeros como el de Yemen.

Un centenar de reos de Guantánamo se encuentran ahora mismo en huelga de hambre, protestando por el supuesto maltrato a sus ejemplares del Corán, cosa que el ejército estadounidense niega. Es importante destacar que estas denuncias y estas tácticas vienen siendo el mecanismo estándar de funcionamiento en el caso de Al Qaeda y sus filiales. El manual de entrenamiento de Al Qaeda ofrece a los yihadistas instrucciones claras para el abuso de nuestro sistema de justicia -- fundamentadas en las nociones interrelacionadas de que el acusado es inocente hasta que se demuestra lo contrario y las actuaciones del Estado deben someterse a la justicia -- en nuestra contra. Entre las instrucciones:

• “Declararse en huelga de hambre”.
• “Insistir en demostrar que se usa la tortura”.
• “Denunciar malos tratos mientras se está encarcelado”.
• “Explotar las visitas para comunicarse con los hermanos fuera de la cárcel”.
• “Crear un programa islámico para los hermanos dentro de la cárcel”.

Ese último consejo ayuda a explicar la razón de que los reos de Guantánamo no deban ser trasladados a cárceles estatales. A modo de prueba de que los yihadistas de Guantánamo pueden ser trasladados sin peligro a suelo nacional, el Presidente señala que hay "un grupo enorme de individuos juzgados que actualmente se encuentran encarcelados en prisiones de máxima seguridad por todo el país… el que trató de atentar en Times Square… el que intentó volar un avión comercial en Detroit… el somalí que formaba parte de Al-Shabaab”. Pero lo que preocupa a los detractores del traslado no es eso. Lo preocupante es que una vez introducidos en la población penitenciaria norteamericana, los condenados a cadena perpetua de Guantánamo reclutan a otros reclusos a su causa yihadista y radicalizan a una población que un día puede ser puesta en libertad -- algo que no pueden hacer dentro del penal de Guantánamo.

Eslóganes mediáticos aparte, la administración Bush -- exactamente igual que la administración Obama -- quiso cerrar las instalaciones de Guantánamo. Pero la administración Bush llegó a la conclusión de que las alternativas -- dejar en libertad a enemigos jurados de los Estados Unidos o ejecutarlos de forma sumaria en el campo de batalla, o ponerlos a disposición de regímenes que no son de confianza -- eran peores.

La administración Obama ha descubierto la forma de salir de este laberinto: una andanada sin final de ataques con vehículos no tripulados en Yemen y Pakistán entre otros frentes, en lo que antes se solía llamar "la guerra contra el terror”. Los resultados no son para estómagos sensibles. • The Brookings Institution calcula que, entre los más de 3.300 militantes que han perdido la vida por los vehículos no tripulados en Pakistán, han muerto casi 600 inocentes.

• The Washington Post informa que un número cada vez mayor de ataques con vehículos no tripulados en Yemen tienen por objetivo a "individuos sospechosos solamente" de tener vínculos terroristas.

• Según el perfil que hace el New York Times del mecanismo interno de la guerra con vehículos no tripulados, la Casa Blanca ha puesto en marcha un método polémico a la hora de determinar las bajas civiles que "contabiliza como combatientes a todos los varones en edad de hacer la mili que estén dentro de la zona de ataque… a menos que haya información de Inteligencia explícita que de forma póstuma demuestre que eran inocentes”.

El sucesor de Bush está aprendiendo que a los críticos de la guerra con vehículos no tripulados tampoco les importa la intención, lo que significa que el laureado premio Nobel de la Paz Barack Obama se sitúa en el bando equivocado de la opinión global -- justamente el mismo en el que pasó su presidencia Bush. No es un debate que hable bien de los guardianes internacionales que intentan atar de manos a América.

La cúpula de las Naciones Unidas puede negarse a reconocer el papel especial de América, pero al recurrir a Washington en cuanto estalla una guerra civil, proliferan las armas nucleares, los terroristas atacan, las rutas marítimas se ven amenazadas, los desastres naturales siembran el caos o se practica el genocidio, reconoce de forma tácita que Estados Unidos es, bueno, especial.
Washington tiene todo el derecho a ajusticiar a los que intentan matar estadounidenses. Sin embargo, la repercusión internacional de la guerra de los vehículos no tripulados nos recuerda que cualquier decisión en materia de seguridad nacional norteamericana siempre reviste una desventaja.

A la hora de hacer cuentas, los de la huelga de hambre de Guantánamo y los ataques con vehículos no tripulados del Presidente nos dejan un interrogante difícil en medio de una guerra dura: ¿Qué es más eficaz, más humano, más ético y menos nocivo para nuestra imagen internacional -- encarcelar a enemigos conocidos de Estados Unidos o sospechosos de serlo, o ejecutar sin juicio a enemigos de Estados Unidos conocidos o sospechosos de serlo?.

El respeto moral es una franja de territorio extremadamente diminuta.

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