Ayer miércoles hubo
nuevo encuentro entre Daniel Levy y Florentino Pérez, la pareja de moda del verano,
en el enésimo capítulo de este culebrón elitista. De momento sin consecuencias.
A pesar de las cifras que se manejan, los billetes parecen haber pasado a un
segundo plano.
Florentino siempre me ha parecido un jugador malo de PC
Fútbol (aquel célebre simulador de los noventa) convirtiendo el mercado en su ordenador
particular. En el videojuego se manejaban todo tipo de estadísticas para cada
jugador, pero siempre bajo una verdad impepinable: el más caro era el mejor. Así
llegó el presidente de ACS al Madrid, con su flema de empresario y su lógica
capitalista, que ha recuperado este verano su viejo esplendor a pesar del
nubarrón económico sobre el que nos encontramos.
La ventaja del PC Fútbol es que el universo era tuyo. Cada
ordenador tenía su copia individual, y los presidentes virtuales no oponían
demasiada resistencia. Si tenías pasta, la estrella de turno llegaba a tu
equipo. Pero con Levy a Flo le ha salido un gemelo diabólico. Así como a
nosotros nos importaba un carajo el dinero del juego, al jefe del Tottenham la
chequera de Florentino no le supone atractivo alguno. Aquí se trata de ser el
más duro del patio.
Son dos dirigentes megalómanos acostumbrados a tener la
última palabra, el último euro. Y el resultado es el berrinche ofensivo que
domina la campaña estival. Ochenta, noventa, cien, ciento veinte… Todo vale
aunque duela a la vista.
Aunque será inevitable un nuevo capítulo de la calculadora mágica de tito Flo, donde nos enseñarán que
Bale produce dinero hasta en el retrete, lo cierto es que cada uno en su casa es libre de gastar
lo que tenga en lo que le plazca. Pero este interminable pulso de millonetis,
sobre todo ahora, hace que la máquina de emociones sea cada vez más virtual,
más artificial, más lejana. Qué se acabe pronto y vuelva el fútbol. O que les
regalen un videojuego. Lo que sea. Pero
ya.
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