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Slavering

Carlos Ortiz de Zárate
lunes, 2 de septiembre de 2013, 08:14 h (CET)
En efecto, los esclavos, como las mulas, en las minas, tenían un valor para sus dueños. La defunción de Moritz Herharardt solamente representa alguna lagrimita y la selección de su substituto de listas cada vez mayores de candidatos.

Las condiciones laborales de los becarios, uno de los síntomas del escaso valor de la vida de los ciudadanos en esta sociedad que nos toca vivir, han sido denunciadas en repetidas ocasiones, mucho antes de que se produjera el fatal desenlace. Me limitaré a citar algunos ejemplos:

En junio de 2011 el comité de empresa de “El País” denunció que el medio imponía a los trabajadores en práctica trabajos de responsabilidad, que le permitía despedir a redactores consagrados y que los primeros estaban obligados a estar inscritos en el Máster de periodismo de la UAM-El País, con un coste de 12.000 euros. La denuncia ha tenido efecto, puesto que la Inspección de Trabajo y Seguridad Social impuso una multa a PRISA de 160.000 euros, en abril de 2012, por las condiciones laborales de sus becarios.

Sin embargo, no parece que la sanción haya resuelto el problema, puesto que dos meses después, la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) denunció la precariedad y abusos que sufren los becarios.

En julio de 2012, la Comisión Europea publicó un informe de advertencia sobre las condiciones laborales de los becarios que realizan prácticas, en España; sin convenios y proclama “El mayor problema en España es el uso de las prácticas de una manera ilegal, incluso al margen de los requerimientos mínimos”

En mayo de 2013, el 15 M inició una campaña para denunciar el uso de becarios como trabajadores de plantilla.

¿Debo aludir al caso de Monica Lewinsky para evocar otros “usos” de los becarios? No lo creo necesario, porque todos sabemos que en ciertos casos “hay que poner el culo” y así era en Versalles, en la Casa Blanca y en cualquiera de las altas esferas donde las familias poderosas enviaban y envían a sus hijos, a sabiendas.

El caso de los becarios, como he indicado al principio del artículo, no es sino un ejemplo más, pero altamente revelador de los procedimientos para formar, en el mejor de los casos, a nuestras élites. Quienes logren sobrevivir impondrán lo que han aprendido ¿Qué podemos esperar de tales monstruos sino monstruosidad?

Así llegamos a una sociedad en la que los “recortes” producen un descenso en la esperanza de vida, como es el caso de España, Estado en el que, según los datos de la Memoria Socioeconómica y Laboral 2012 del Consejo Económico y Social (CES), por primera vez en nuestra historia, se produce un retroceso. Ligero por el momento, pero todo indica que las consecuencias de las políticas se verán más adelante.

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Inventamos a nuestros enemigos cuando procede, que suele ser casi siempre, tal vez porque ideamos asimismo todo lo referido a nuestras vidas. Ocurre ello a escala individual y subjetiva, pero también a escala colectiva, sea en el nivel familiar, grupal, tribal o político.

Dos rasgos peculiares han favorecido la gestión del comentario de hoy y su contenido. La relectura de un libro que mantengo entre mis preferidos y el acercamiento a la situación real de la presencia humana en el mundo. El libro es “El quinto día”, de Frank Schätzing; nos viene de perlas, para enlazar con una serie de consideraciones relacionadas con las andanzas de los seres vivos en mares y tierras, unas de lo más patentes y otras poco o nada conocidas.

Recuerdo aquellas noches, después de las sencillas cenas de un colegio religioso, cuando salíamos a los patios del Colegio, en realidad las partes traseras del edificio. No olvidaré los paseos en grupo, rodeando a alguno de nuestros profesores. Se hicieron famosos los que presidía un sencillo sacerdote venido de Japón.

 
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