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Cuando el Islam nos domine

Y mientras lo decidimos, los turcos a las puertas de Viena
Pedro de Hoyos
lunes, 9 de septiembre de 2013, 06:46 h (CET)
Soy pesimista, sé que terminaremos –bueno, nuestros nietos- dominados por la teocracia del Islam o por el esclavismo chino, al tiempo. Occidente tiene demasiadas contradicciones sin resolver y andando los años caerá víctima de sus propias incoherencias irresolutas.

La noticia del diario ‘El País’ indica los graves problemas que pasa Alemania, la sociedad que nos lidera industrial, económica y políticamente, por falta de nacimientos. Y detrás vamos desde hace ya tiempo los demás. España lidera las estadísticas de baja natalidad, no hay sociedad que resista y dentro de muy poco seremos una sociedad de viejos incapaces de salir adelante en cualquier aspecto del que se trate. Si no se renueva la sociedad el futuro es imperiosamente muy negro. Añádase a todo ello el clima de división social, sobre todo generacional, en Occidente, donde la autoridad en general, pero sobre todo la paterna está puesta en cuestión permanentemente. Los hijos, estoy generalizando, han tomado el mando de numerosas familias y muchos padres claudican y ceden a los caprichos y a la inmadurez de sus hijos.

Esto no ocurre en ninguna de las dos culturas opuestas que he citado, chinos y árabes destacan por una férrea disciplina social, familiar e incluso militar. Cada una con sus peculiaridades, claro. La política de un solo hijo en China contrasta con las familias numerosas de los musulmanes; la disciplina y laboriosidad china contrasta con la fama de relajación que se presume de quienes son de cultura árabe.

En Occidente hemos reconocido el derecho de la mujer al trabajo y a una vida profesional independiente para cada miembro de la pareja (ya no podemos hablar de matrimonio, me temo que ésta es otra cara de nuestra inferioridad moral). Nadie en su sano juicio negaría la posibilidad de trabajo a ninguna persona por estar emparejada (espero que el lector encuentre cierta sorna y cachondeo en esta expresión), pero así la familia queda debilitada, aumentamos nuestros ingresos, la productividad y la riqueza social pero los niños quedan en manos de los abuelos, solos en casa o pasando doce horas al día en la guardería. O mejor aún, como además en cuantito sean un pelín mayores van a rebelársenos, a ir de botellón, a enfrentársenos, a exigirnos dinero y libertades que no sabrán administrar, suprimimos los niños y sanseacabó.

En ésas andamos, pillados en plena contradicción que no sabremos nunca resolver los occidentales, debatiéndonos entre ganar más y vivir mejor, eso que llamamos progreso, o conservar formas y maneras que hemos determinado que están anticuadas, que no respetan derechos elementales y que demos olvidar.

Y mientras lo decidimos, los turcos a las puertas de Viena.

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