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Flotador para el ministro Caldera

Jesús Salamanca
Jesús  Salamanca
martes, 5 de septiembre de 2006, 19:56 h (CET)
Hoy no hay duda de que el “efecto llamada” es un hecho y una realidad, aunque no faltan quienes empiezan a hablar de otros tipos de efecto, confundiendo a la ciudadanía y autojustificando el desorden que reina en el ejecutivo de José Luís Rodríguez Zapatero. El estudio de los fenómenos migratorios siempre ha sido muy atractivo y sigue siéndolo actualmente por sus especiales circunstancias.

Las guerras, las epidemias, la angustia y la necesidad de supervivencia son algunas de las causas que llevan a la inmigración. El afán por hacer realidad la misma ha estado siempre latente en los pueblos más pobres, muchas veces sin saber hacia dónde dirigir sus pasos.. Y es aquí donde el “efecto llamada” juega un importante papel. La aparición de mafias y clanes organizados divulgan el atractivo de España, el “papeles para todos”, la falsa promesa de nuevos proyectos de regulación, la falta de planificación gubernamental y la “sordera” de Bruselas.

Ahí se justifican los conocidos como “efecto llamada” y “efecto salida”. Es impensable la llegada tan desorganizada, arriesgada y continuada sin la última regulación masiva de inmigrantes, pues esos mismos tenían ahora, en sus países de origen, las mismas condiciones que hace dos, tres y cuatro años. Los “paños calientes” que se intentan difundir desde el entorno y aledaños de Rodríguez Zapatero no calan entre la población, ya que responden a un mecanismo de compensación para justificar lo difícilmente justificable. La realidad que observa a diario el ciudadano es otra.

Quienes durante años hemos impartido docencia al colectivo de inmigrantes, podemos constatar que las condiciones de sus países de origen son muy negativas para la evolución y el desarrollo social, político y económico y, si bien es lo que justifica su salida, la razón de acelerar la misma es el conocimiento y amplia divulgación de que en España es donde con más facilidad se consiguen “papeles” para la permanencia. Pude comprobar entre mis alumnos que, tras la última regulación, los inmigrantes residentes en España extendieron aceleradamente por sus países la necesidad de poner a España como objetivo laboral inmediato entre familiares y amigos, por las razones aludidas. En este momento, si muchos son los ilegales controlados, casi tantos son los ilegales de cuya existencia no tienen constancia las instituciones de nuestro país.

Los flujos migratorios entre África occidental y Europa requieren ante todo planificación, mientras que sobran medidas artificiales como muchas de las adoptadas por el ministerio de “Chuchi” Caldera. Éste se ha sujetado al primer flotador que le han lanzado, como son las declaraciones del consejero del comisario de Justicia e Interior de la Unión Europea, Stefano Bertozzi, cuya línea de investigación sobre inmigración y pobreza responde en este caso a la teoría de la “primacía del huevo o la gallina”.

En concordancia con lo expuesto, el todavía ministro salmantino, aprovechando la inauguración de la exposición “De la España que emigra a la España que acoge” se ha apresurado a decir que la inmigración es debida a un “efecto huida de la miseria y de la falta de posibilidades de futuro”. Precisaba de un salvavidas y se lo han proporcionado. Pero la experiencia me dice que se coge antes al mentiroso que al cojo. Al tiempo.

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