Tal vez con la intención de que al lector no le pase desapercibido el título del escrito se publica en letras de gran formato: dos líneas abarcan el ancho de la página. “Aumentan el 30% los médicos con trastornos y adicciones”. Patricia Martín escribe: “Los médicos como cualquier persona padecen problemas sicológicos y tienen adicción”. En el caso de los médicos “estos trastornos pueden afectar la vida de los pacientes. Por eso los colegios de médicos emprendieron el 1998 un programa único en España de referencia mundial, que hace atención a los facultativos que padecen enfermedades mentales y adicciones buscando su rehabilitación cuanto antes mejor para que puedan volver a ejercer”. Contrastando las cifras de facultativos que padecen trastornos mentales y adicciones con otros colectivos, dice: “Estas cifras no suponen que en este colectivo los problemas de salud mental sean superiores al resto, ya que su prevalencia es el 10% en España, porcentaje similar a la previsión de profesionales sanitarios que pueden tener este tipo de enfermedades en su vida profesional”. Escribe <b>Patricia Martín</b>: “A pesar de todo, el crecimiento experimentado en los últimos años preocupa al sector, porque puede ser debido al hecho de que el sobreesfuerzo y la masificación en consultas y hospitales, provoque lo que se conoce como el síndrome del médico quemado”.
La médico de familia Inma Nogués afirma que “la OMS nos dice que en el 2020, de aquí a nada, la segunda causa de enfermedad y de baja laboral será la depresión y la ansiedad”. Este mismo médico escribe: “Cuando me estaba formando como médico de familia ver tanto dolor, enfermedad y sufrimiento, me llevó a buscar más alá de lo físico, de lo obvio. Tenía la sensación de que alguna cosa se nos estaba escapando, que las personas tenemos un desconocimiento muy profundo de nosotros mismos, y que esta falta del conocimiento del propósito de la vida nos enfermaba”.
Son muchas las personas que han perdido el sentido de la vida. ¿Qué coño hacemos aquí? ¿Tiene sentido lo que hacemos? “Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” (Apocalipsis 14. 18). Todos los trabajos están marcados por la rutina. Unos más que otros, sí. Todos se caracterizan por la monotonía. Unos hijos que educar. Los gastos son muchos. Quiero darme algunos caprichos. Hacer vacaciones y viajar. Todo ello cuesta dinero. Trabajo para ganar dinero. Para nada más. Este modo de trabajar no da sentido a la vida. Se tiene una visión muy corta de la realidad de la existencia.
La realidad es que el ser humano despojado de trascendencia piensa únicamente en trabajar para obtener ganancias materiales, cuántas más mejor. Este afanarse para complacer a la sensualidad termina quemando, no únicamente al gremio de la sanidad. Banca, telecomunicaciones, todos los sectores laborales están marcados por la incertidumbre, por el desánimo. El resultado es el trabajador quemado. El resultado de este síndrome generalizado es que se dan muchos trastornos mentales. En algunos casos terminando en suicidios debido a lo insoportable de la carga.
Despertemos y demoños cuenta de que no estamos solos en este mundo. Existe un Dios que espera con los brazos abiertos que dejemos de ser unos insensatos y nos acerquemos a Él en busca de ayuda. Jesús usa el símil de la clueca que extiende sus alas para proteger a los polluelos que buscan en ella la protección de un peligro inminente.
Jesús es la fuente de la paz. En un mundo maldecido por Dios por el pecado de Adán no podemos evitar que se produzcan situaciones conflictivas. El mundo laboral no se escapa de ella. La tierra “espinos y cardos te producirá…con el sudor de tu rostro comerás pan hasta que vuelvas a la tierra” (Génesis 3: 18,19). Es por eso que se tantos casos de trabajadores quemados. Desde los directivos de las multinacionales hasta los que ejercen servicios de limpieza. Los inconvenientes de la maldición divina no tienen que ser por fuerza frustrantes. Jesús rompe la maldición y dice a los afectados: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11: 28,29). A los afectados por el síndrome del trabajador quemado les dice que crean en Él porque la sangre que derramó en la cruz los limpia del pecado que crea un abismo que los separa de Dios y allana la brecha para que puedan presentarse ante su presencia y pedirle la paz que excede a la comprensión humana.
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