Viernes 13 es un día de mala suerte en la superstición occidental. El siguiente que se ha de dar va a ser en el último mes del 2019. Para esa fecha, 11 días antes de la próxima navidad, es que en Reino Unido vamos a tener un nuevo gobierno. ¿Logrará Boris Johnson retener su puesto? ¿Aumentará su bancada conservadora? ¿Jeremy Corbyn dará una nueva sorpresa como en las últimas elecciones generales? ¿Podrá él convertirse en el primer gobernante “socialista” británico de nuestra generación?
Parlamento
La cámara de los comunes británica ha aprobado disolverse y adelantar los comicios generales para el 12 de diciembre. La cámara de los lores debería aceptar tal fecha tal como usualmente se estila. Estas son las terceras elecciones desde 2015, cuando se supone que éstas debieran darse cada 5 años.
Vamos a tener las primeras legislativas navideñas en casi un siglo. A pesar del hielo y la nieve que se esperan para tal fecha estas justas van a ser una de las más ardientes en la historia de UK.
El actual parlamento es uno totalmente entrampado, al cual el primer ministro ha tildado de ser disfuncional. Tenemos una situación en la cual el actual jefe de gobierno ha perdido una decena de votaciones parlamentarias, la mayor parte de las que se han dado bajo su administración. Tantas derrotas no se han dado ni en los 10 años que tuvo Tony Blair como primer ministro.
De otro lado, no existe una mayoría en la cámara de los comunes como para imponer un voto de censura contra Johnson o para relevarlo del cargo. De allí que todos los grandes partidos en este parlamento han terminado por reconocer que éste debe cerrarse y dar paso a nuevos comicios.
Durante 3 oportunidades Johnson trató de adelantar Las elecciones pero no logró el aval ni de 300 de los 650 miembros de la cámara de los comunes. Inicialmente la oposición se negaba a aceptar el reto electoral pues pensaba que Johnson se iba a aprovechar de la indefinición de la UE para ir a un Brexit sin acuerdo o por que preferían ir a un referéndum.
Tras que el lunes 28 la UE ha aceptado la postergación del Brexit desde el 31 de octubre hasta el 31 de enero ya no hay excusa para la oposición para objetar ir a las urnas.
Referéndum
Johnson ha tenido que aceptar el no insistir en que se apruebe su plan de Brexit pues teme que este podría ser aprobado pero con enmiendas como una que pidiese que sea ratificado por un referéndum confirmatorio. Para él ir a un nuevo plebiscito dividiría más al país y daría paso a uno más sobre la independencia de Escocia y a uno otro sobre la reunificación irlandesa, algo que viene insistiendo Sinn Féin, el partido que detenta la alcaldía de Belfast y que ya es el más grande en dicha isla.
Para muchos laboristas lo mejor hubiese sido ir a un nuevo referéndum para que el pueblo se pronuncie a favor o en contra del nuevo plan de Johnson para el Brexit. De esta manera unas siguientes elecciones generales se pudiesen dar con el terreno despejado de tal debate y pudiéndose concentrar en los temas sociales y económicos.
Si Johnson sometiese su plan de Brexit a un plebiscito, tal y cual pasa en todo país donde una asamblea constituyente aprueba una carta magna, lo más probable es que él lo perdiese. Esto debido a que todos los sondeos indican que la mayoría ahora ya no quiere Brexit y a que muchos partidarios de romper con la UE (unionistas de Irlanda del Norte, el partido del Brexit de Farage y laboristas y socialistas anti-UE) cuestionan los acuerdos que él logró con Bruselas.
No obstante, la oposición no logró ponerse de acuerdo con postular un nuevo referéndum, en parte debido a que Corbyn solamente ha estado dispuesto a ir a uno después de unas elecciones generales en las cuales a él se le permita negociar un acuerdo que satisfaga a una parte de los británicos anti-europeos y a otra parte de los pro-europeos. Una vez que él hubiese hecho un tratado que preserve elementos del mercado común y la unión aduanera y varias leyes sociales, laborales y ecológicas con la UE pero que se separe de las instituciones políticas y militares asociadas de dicho bloque es que él llamaría a un referéndum confirmatorio.
Riesgos
En 2017 Theresa May decidió anticipar las elecciones generales, pese a que su mandato expiraba en 2020. Entonces ella estimaba que iba a arrasar en éstas debido a su popularidad y a que las encuestas casi duplicaba las intenciones de voto con respecto al líder de la oposición: el laborista Jeremy Corbyn.
El cálculo le salió mal. Al final los tories sacaron más votos pero los laboristas pasaron del 30% al 40% de los votos, con lo cual ellos perdieron la mayoría parlamentaria absoluta.
Esta vez el primer ministro Boris Johnson ha pedido adelantar los comicios a pesar de estar unos 3 meses en el puesto. Esto debido a que su bancada está muy por debajo de la mayoría parlamentaria absoluta.
Johnson piensa que las encuestas le favorecen por más de 10 puntos. Él es un formidable candidato pues es el único conservador que le ha ganado a Ken Livingstone y a los laboristas dos veces en su bastión (Londres), y luego derrotó al primer ministro tory David Cameron y a todos sus antecesores y líderes partidarios en el referéndum europeo del 2016.
Su pronóstico es que él va a aparecer como el único capaz de llevar a cabo los resultados de dicho referéndum y hacer que pronto se dé la ruptura con la Unión Europea.
Complicaciones
Los tories tienen un problema con el Partido del Brexit, el cual sigue cuarto en los sondeos con entre 10% y 15% en las intenciones de voto. Nigel Farage acusa a Johnson de haber traicionado al Brexit al haber creado controles aduaneros dentro del Reino Unido (entre las islas británica e irlandesa) y al ir a una relación de concesiones con la UE. Cuando los partidos del Brexit y Tory se han presentado aparte eso ha permitido que ambos pierdan en las dos últimas elecciones parlamentarias locales, las mismas que se dieron en dos distritos que en el 2016 votaron contra la UE: uno en Peterborough y otro en el oeste de Gales.
Los liberal-demócratas sienten que el viento sopla en su favor. En las elecciones generales del 2015 y 2017 quedaron muy mal parados, al igual que en las europeas del 2014 y municipales de Londres 2016. De haber tenido casi el 9% de las bancas de la cámara de los comunes en 2010-15 y de haber co-gobernado por primera vez, el partido amarillo pagó cara su coalición con los azules y muchos de sus antiguos electores le abandonaron tras que abandonaron su promesa de no aumentar (sino reducir o eliminar) las pensiones estudiantiles. Los liberales se redujeron a apenas uno de los 15 miembros de la Asamblea de Londres y a solo 1 de los 73 europarlamentarios por UK.
Esta vez ellos se han ido recuperando. Su bancada de 8 se ha más que duplicado y ahora son 19, siendo la mayor parte disidentes parlamentarios pro-europeos provenientes del conservadurismo o del laborismo. Ellos van a querer proyectarse como el partido que quiere eliminar el Brexit.
Los laboristas van a estar bajo el fuego cruzado del partido del Brexit y de los tories quienes le acusan de ser muy pro-europeos y de los liberal-demócratas (y también de los verdes) quienes le sindican de querer un Brexit suave. Los rojos, a fin de no quedar atrapados como un sándwich tal como les pasó en las elecciones europeas de mayo, van a querer cambiar el eje del debate. En vez de concentrarse en la relación con la UE (que fue el centro del debate en las euro-elecciones de mayo) los laboristas van a querer priorizar cuestiones como abaratar los servicios de luz, agua, gas y trenes renacionalizándolos, elevar los salarios, pensiones y beneficios sociales, bajar o eliminar las matrículas universitarias, reducir la pobreza y polarización social, etc.
A fin de contrarrestar la prédica social laborista Johnson ha hecho suyas algunas demandas de Corbyn como aumentar el número de policías en 20,000 hombres o invertir más en el servicio nacional de salud (NHS).
Si en las elecciones generales del 2017 el 85% de los votantes en la isla británica optaron entre conservadores o laboristas, esta vez la carrera no va a ser solo de dos caballos. Farage y los liberales demócratas se han revitalizado y tienen mejores intenciones de voto que en los pasados comicios. Además los verdes se vienen reputando. En las euro-elecciones de mayo ellos quedaron por encima de los conservadores y a nivel continental han sido una de las fuerzas que más ha crecido. Las protestas pro-medio ambiente que se han dado en Londres les van a favorecer.
A ese escenario tan complicado se suma el hecho que el Partido Nacional de Escocia (SNP) apunta a recuperarse y a volver a arrasar en este país que ocupa el tercio norte de la isla gran británica. En 2015-17 el SNP tuvo 56 de las 59 bancas asignadas a Escocia. Mientras en 2017-19 bajó a solo 35 debido al ascenso de los tories escoceses, esta vez la lideresa tradicional de ellos (Ruth Davidson) se ha retirado del cargo en protesta por la orientación antieuropea de Johnson y es inminente una derrota conservadora en dicha nación. El SNP sacó en las euro-elecciones de mayo más votos que la suma combinada de los 3 grandes partidos británicos (azules, rojos y amarillos).
Mientras tanto en Irlanda del Norte es muy posible que se rompa el monopolio del antieuropeo DUP que tiene sobre la representación de esa región en Westminster y que dentro de los 18 parlamentarios que le representan en la cámara de los comunes logren entrar varios unionistas o nacionalistas pro-europeos.
Tal como van las cosas no va a ser fácil que cualquier partido logre mayoría absoluta en el nuevo parlamento, el cual volvería a ser uno empantanado, tal como lo han sido el del 2010-15 y el actual post-2017. El sistema británico está designado para que el partido que gobierne tenga mayoría absoluta y solo una gran oposición. No obstante, ahora marchamos a un sistema que ya no es bipartidista y en el cual vamos a poder tener un gobierno conservador que descanse en el voto parlamentario de brexiteros y unionistas o uno laborista que descanse en cierto sostén de bancadas nacionalistas, liberales o verdes.
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