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Construir la concordia

Mal camino, president Artur Mas, seguir alentando desafíos y enfrentamientos
Wifredo Espina
martes, 3 de diciembre de 2013, 09:35 h (CET)
Y si en lugar de despilfarrar tanto tiempo y energía en alimentar el enfrentamiento entre Cataluña y España, se decidiera emplearlos en la construcción de la concordia, todo el panorama cambiaria. El panorama presente y el futuro. Y habría más paz en las conciencias y más bienestar social.

Algunos, demasiados, se han empeñando en agitar viejos rescoldos de odio en los espíritus ciudadanos, con recuerdos reales o manipulados, y con frecuencia con más intereses partidistas e incluso personales, que con sentimientos nobles y de servicio a la colectividad. El rencor, que corroe corazones, les puede más que la generosidad, que suele ser más fecunda.

Y así, se ha llegado a un climax de alta tensión política y social, que unos quieren ver como la oportunidad de un rompimiento liberador, en el camino de una arcadia feliz, y que otros presienten como un choque devastador para todos. La ensoñación mesiánica de unos líderes de tres al cuarto, puede ser tan nefasta como la miopía de unos gobernantes que no saben o no quieren ver los signos de los tiempos.

Se imponen en el ambiente, lamentablemente, los discursos del miedo. No uno, sino dos, como denunciaba recientemente, con claridad y valentía, Raimon Obiols (en TV3), una de las mentes más lúcidas del socialismo catalán. El miedo español al llamado desafío catalán, que se traduce en un discurso centralista empeñado en infundir miedo anunciando todas las catástrofes habidas y por haber, a los partidarios de decidir separarse del actual Estado común, y el discurso del miedo practicado desde el soberanismo asegurando incluso la desaparición de Cataluña si esta sigue permanecido en la actual situación “de sometimiento y degradación” de su identidad. Obiols, con una visión más desapasionada de la historia y del futuro, no comparte este doble discurso.

Como ha recordado hace poco el pensador y escritor catalán Luis Racionero (en La Vanguardia), Francesc Cambó, que era un catalanista muy inteligente, dio con un título inspirado para su ensayo político: Per la concòrdia. Ha pasado casi un siglo -dice Racionero- y estamos en la discordia, que es desavenencia de corazones. Y es que el nacionalismo catalán y el español -concluye- son una cuestión cordial, un conflicto de emociones como todos los nacionalismos.

Aunque esto sea verdad, no hay que desconocer el fuerte componente económico, además de la identidad cultural, en el enfrentamiento de nacionalismos. Haber sabido explorar esto (“España nos roba”) ha sido uno de los elementos clave de la expansión del soberanismo catalán. Es lo que se viene llamando “nacionalismo de cartera” (Josep Cuní). Esta suma ha sido decisiva para la movilización popular y en la decantación de la opinión pública.

Pero el camino del choque no va a ninguna parte. Al final, ni se producirá, más allá del gran ruido político-mediático, ya que el carácter catalán no está para estas aventuras a la hora de la verdad, como ya se está viendo ahora en las crecientes discrepancias, ni es imaginable dado el enorme desequilibrio de fuerzas -legítimas, legales y de imposición- entre las dos partes. Además, siempre que ha ocurrido Catalunya ha salido perdiendo, como en el tristemente famoso 1714 (que absurdamente se quiere conmemorar oficialmente, en actos que dirigirán dos humoristas, como subraya G. Morán), y hay que aprender de la historia para no repetir errores.

Mal camino, president Artur Mas, seguir alentando desafíos y enfrentamientos. Usted no será ningún héroe patrio, porque además de no gobernar como se merecen quienes le votaron y los todos los catalanes, ha creado un ambiente -dentro y fuera- de discordia que solo puede llevar a sufrimientos y desengaños. Habla de diálogo y conduce al país a lo que llama “choque de trenes”. En el fondo sabe, aunque lo tape o disimule con hábil retórica, que la realidad le impondrá ensayar otros derroteros y entonces usted quedará definitivamente desprestigiado ante los votantes y la ciudadanía. Practique el diálogo y la negociación de que tanto habla. Vuelva a ensayar, con más vigor y ambición, lo que hizo con notables logros, el president Jordi Pujol: el entendimiento, la colaboración y el sacar partido de las negociaciones. Y que Cataluña tenga un peso decisivo en el Estado, en lugar de replegarse en la “patria chica”. A fin de cuentas, vuelva al Catalanismo de la mejor historia de Cataluña.

En lugar de alentar la discordia, construyamos la “Concordia” que propugnaba el insigne político catalán Francesc Cambó.

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