Salvador era un niño de seis años que vivía en un piso con su madre. Un día se puso malo, y él y su madre se tuvieron que desplazar hasta el Centro de Atención Primaria correspondiente. Salvador tosía continuamente y la madre, no muy preocupada, le dijo al médico: “Se debe haber resfriado.” Una vez el profesional analizó las causas de su malestar, pudo apreciar que los pulmones tenían una tonalidad negra importante. El médico se sorprendió, ya que no entendía como un niño de seis años había podido consumir tanto humo. De este modo, el diagnóstico era claro: Salvador se había convertido en un fumador pasivo. Era evidente que la responsable de aquel problema de salud era la madre. Por suerte, no fue demasiado tarde y el estado de salud de Salvador mejoró después de dejar de ser un fumador pasivo.
Se debería prohibir legalmente la venta y el consumo de tabaco por cuatro motivos: para evitar el consumo de tabaco pasivo, para legislar con el fin de socializar, para incentivar la no enfermedad, y para evitar determinadas cantidades de gasto público en sanidad.
Como se ha podido apreciar en la historia de Salvador, el consumo de tabaco pasivo es un enorme problema. Es cierto que mediante la responsabilidad de los consumidores se podría solucionar o minimizar este hecho. No obstante, muchas personas no están concienciadas, o simplemente les falta adoptar una actitud responsable, y quizás cuando la adquieran ya es demasiado tarde para determinados individuos. En definitiva, la solución más efectiva para finalizar con el problema del consumo de tabaco pasivo es prohibiendo la venta y el consumo de tabaco.
Cabe destacar, que una de las funciones del derecho es legislar para socializar, es decir, los legisladores tienen la potestad de instaurar leyes con el fin de producir un cambio en el comportamiento de las personas. Por ejemplo, el hecho de que el cinturón de seguridad sea obligatorio es un acto de socialización, y además ha originado grandes beneficios para la vida de las personas. Actualmente, solemos estar acostumbrados a subir al coche y ponernos el cinturón, siendo por lo tanto, una costumbre o acto automático que nos beneficia. Por lo tanto, prohibiendo la venta y el consumo de tabaco se estará socializando para rechazar un producto que atenta contra nuestra propia salud.
Además, el tabaquismo es un problema de salud pública de primer orden. La Organización Mundial de la Salud ha estimado que actualmente se producen alrededor de cinco millones de muertes al año a causa del tabaco. Concretamente en España, el tabaquismo ocasiona más de 55.000 muertes al año. Asimismo, el tabaco está relacionado con más de 25 enfermedades. De este modo, prohibiendo la venta y el consumo del tabaco se estará incidiendo en no tener enfermedades derivadas de éste, y por lo tanto, se incentiva la no enfermedad.
Un claro contraargumento a este tema, es que esta medida supone atentar contra la libertad de las personas que desean fumar. Sin embargo, éste es un acto que afecta indirectamente a otras personas, y por lo tanto, es una libertad que invade otras libertades. Concretamente supone que una parte de los impuestos de todos se utilicen para paliar la irresponsabilidad de las personas que fuman. Además, actualmente se están recortando gravemente las políticas sociales, y en concreto las correspondientes al sistema sanitario. De este modo, es más sencillo recortar el tabaco, y en consecuencia, se evitará una parte de gasto público sanitario.
Finalmente, hay que tener en cuenta que el tabaco es una conducta de riesgo, como por ejemplo también lo es comer cada día en el MC Donalds. Es cierto que no se pueden eliminar todos los productos u objetos asociados a una conducta de riesgo, pero el correspondiente al tabaco sí. Y es que, la característica diferencial del tabaco es que es un bien fácil de controlar; en otras palabras, prohibiendo la venta del tabaco se reduciría enormemente su consumo, quedando desplazado hacia su extinción, o bien, hacia el mercado negro.
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