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Dejó escrito Salvador Távora sobre Andalucía que «la queja o el grito trágico de sus individuos sólo ha servido, por una premeditada canalización, para divertir a los responsables». No sé si mi interpretación es acertada, pero desde que vi por primera vez su obra maestra, Quejío, en el teatro universitario de Málaga creo que muy poco después de su estreno en 1972, el término adquirió para mí un sentido diferente al que antes tenía.
"Es que en mi tiempo los segundos son ingastables", le dice un niño de unos 7 años a su padre en el vestuario de la piscina cuando este le recrimina que no colabore para cambiarse y que van a llegar tarde a donde sea. Su tono es bronco, contenido y apurado, porque sabe que no están solos y que el reloj prosigue su ritmo.
El nivel medio de los parlamentarios en el Congreso ha decaído de manera vertiginosa. Desgraciadamente, uno de los objetivos de muchos políticos de las izquierdas es eliminar gran parte del vocabulario de las personas... Estos políticos izquierdistas saben que un individuo sin palabras es un individuo inofensivo, y a raíz de la supresión de las palabras no se pueden transformar en oposición a “gobiernos zurdos”.
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