Del aturdimiento, abrumados por los cambios incesantes, al miedo por el futuro inmediato, dadas las penurias acumuladas; la distancia es corta, con las consecuencias inevitables de cara a los comportamientos y los sentimientos.
Una buena definición de los ámbitos modernos podríamos resumirla en la palabra VORÁGINE. Inmersos en sus ritmos trepidantes, la presencia propia llega a ser angustiosa. Nos debatimos dando bandazos como náufragos a la deriva. Siempre con el agobio de la pregunta: ¿Hacia dónde apuntan las perspectivas avizoradas? Mientras, el enigma no desaparece. El optimismo está caro; aunque a veces también es cierto, al final, lo caro resulta barato.
En las conversaciones habituales palpitan las sensaciones referidas a estos acontecimientos sociales. Hemos adelantado hasta lo insospechado en muchos asuntos, pero es manifiesto el abandono e incluso el retroceso en cuestiones elementales. La simple mención de la Ética, Moral u otras cualidades, queda desfasada en los grandilocuentes ambientes del momento. La cortesía en el trato, el respeto a las diferencias, la misma pluralidad de ideas, aunque se afirme lo contrario, son tratadas con displicencia como cosas de antaño, en todo caso, de poco peso real. La pretendida liberación deja DESCOLGADOS a los individuos, arrastrados por las corrientes irregulares.
Como colofón obligado, al giro tan rápido del entorno acuden un sinnúmero de novedades simultáneas. Esa misma sucesión de datos, amplía de tal forma las existencias, que resulta prácticamente imposible reconocerlas en su totalidad y con sus características; ahí comienza la incompletud en la transmisión de los conocimientos. La mezcolanza reúne certezas con falsedades, calidades o defectos; en su amplitud muestra una confusa realidad. La INDEFINICIÓN impone sus reales de un enorme reto para los intentos esclarecedores. No es que se cierren las salidas, proliferan. Los orígenes se perdieron con anterioridad y el presente se evapora al instante por calentamiento social.
A la persona le añadimos escamas sin detenimiento, como consecuencia, la acabamos valorando como una cebolla. Sólo cortándola en pedazos vislumbramos las cualidades de su interior. En esta tesitura desaparece la confianza entre los integrantes de la sociedad. La inestabilidad intensifica los aturdimientos, nos impide el acceso a los verdaderos puntos de apoyo. La inseguridad dará paso a los MIEDOS, cuando no haya llegado a los angustiosos terrores; es algo bien apreciable en los seres del entorno, en los agobios de los adolescentes, en la violencia doméstica desatada, en la progresión de las soledades abandonadas. Entre los adelantos, vivimos acuciados por las: Amenazas
Quienes más, quienes menos, tienen miedo.
Está cuajado en variadas sustancias,
El crepúsculo aboca a las nocturnas,
Otras surgen desde un simple paseo.
Nos abruman con frías amenazas;
El gigante parece siempre presto,
Aunque fluctúa de tan afilado,
Sobre todo frente a las alboradas.
El destello resulta amplificado;
Un reflejo de evanescentes sombras,
Un verdadero cambio de sentido.
Vemos el auge de las perspectivas,
Cuando el ser humano conmocionado
Vislumbra las zonas iluminadas.
La paradoja es cruel, la disposición de mejores medios a todos los niveles, la contemplamos como inservible e incluso como acrecentadora de los temores hasta cotas impensables. Los hechos amenzazantes tienden a confluir de una forma espantosa, el estallido de las calamidades surge desde las pequeñas distancias. Se revela en directo la DEGRADACIÓN de los comportamientos y la mano humana se dirige a los abusos de gran calado. Entre otras muchas tendencias, una prevalece sobre las demás, esa obsesiva dedicación a complicarnos la vida sin miramientos apocados, con extralimitaciones escandalosas. El futuro se va aclarando, lo vamos intuyendo a la fuerza.
Comprendo la enorme frustración de los sabiondos, que por otra parte, proliferan de forma inusitada. No, sabios no; detentan unas proclamaciones inexactas, pero orgullosas. En los foros públicos las encontramos bien adobadas por la frívola estulticia. Van a contracorriente puesto que los DESCONOCIMIENTOS predominan sobre los descubrimientos. El Big-bang, ¿Y antes? ¿Inteligencia artificial? Si no comprendemos la natural. ¡Ay, la economía! El dracma, la peseta, el euro, ¿Al servicio de quién? Del amor, las emociones, la sensibilidad, ni configuramos las definiciones escuetas. El bien, el mal y tantas otras entidades, mantienen el halo enigmático.
Ya sé, ya sé, suele decirse que todo consiste en SABER VIVIR; pero no entran en los detalles de mejores razonamientos. Incluso la sed de triunfos circula entre la vorágine de las metas confusas y la profusión de contradicciones. Estamos bien entrampados en eso de las diabólicas maneras de liar la cuestión. Si de la sencillez fuéramos a explicarnos, por dónde empezaríamos; diferencias, abusos, carencias, sufrimientos, mayores dependencias, nos apabullan. Empecemos por el principio, de qué saber vivir pretendemos hacernos partícipes, el muestrario tiende al infinito. La teoría es una práctica no iniciada, o sobrepasada, que vendría a ser al parecido. ¿Dónde estaremos colocados en cada momento?
El músculo de las perspectivas anuncia potencias desbordantes. Pero, ¿No habiamos aclarado la necesidad de superar aquello de la fuerza? Sin embargo, ni con el candil de Diógenes, ni con ordenadores, ni con excesivas razones, parece viable el agrandamiento de las cualidades humanas; apenas se intuyen mientras nos debatimos en el vórtice de los acelerones descontrolados.Quizá bastaría con su tamaño natural bien aplicado con un mínimo de reflexión, en una pausa que no vislumbramos.
El Roto, en una de sus recientes y magníficas viñetas en El País, apuntaba sobre un desierto una referencia hacia los objetivos, caminos y logros: “Creamos desiertos para fomentar la aparición de oasis”. Para evitar esa perplejidad real no sirve la verborrea habitual; a la I+D deberíamos añadir con urgencia una mayor atención discriminativa en busca de las auténticas PERSPECTIVAS del progreso humano.
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