Mi niño es superdotado. No veas lo listo que es. Siempre hemos sabido que tiene un cerebro privilegiado. Antes sacaba todo sobresalientes. Con lo que oía a los profesores le valía para sacar notazas. Ahora, en el instituto… no te lo vas a creer… suspende. Pero lo que le pasa es que los profesores no le entienden. El otro día fui a ver a la tutora. Pues va la mujer y me dice que no estudia, que no hace los deberes y que se porta mal en clase, que no atiende y que molesta todo el tiempo. Me llegó a decir, fíjate, que, en su opinión, el niño necesita límites claros. ¡Límites claros!, va y me dice. A mí, como si yo no supiera educar bien a mi hijo; vamos. Mi hijo lo que necesita es que le entiendan. Yo, en casa, nunca le he dicho que no a nada. Yo lo razono todo con él; ya sabes. Es que en casa dialogamos mucho. Lo que pasa es que, claro, al ser tan inteligente se aburre en clase. Ya se lo he dicho yo a la tutora, que el niño es superdotado, de altas capacidades, que dicen ahora. Vamos, que le han hecho tres veces las pruebas, va y me dice, y que, si no han dado los resultados… Me van a decir a mí. Mi niño es superdotado, como su padre. A ver si se va a creer esta que somos unos mindundis. Los profesores no le entienden; eso es lo que pasa. Claro, el niño molesta a los demás. Pues, oye, que digo yo que los demás también algo harán; vamos, que uno no se distrae así por las buenas. Que hay cosas que tienen que venir ya de casa, va y me dice, que, si no, es todo muy difícil. Ya le he dicho: aquí lo que pasa es que todos los profesores le habéis cogido manía al niño, y muchos compañeros también. ¿Sabes lo que les pasa? Ya te lo digo yo: que le tienen envidia. Como es tan guapo y tan listo…
En fin, chica, lo de siempre. Estos profesores… el caso es quitarse trabajo y coger las vacaciones. Así va el país.
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