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Lío en el PSC

¿Cómo se siente el votante de los socialistas catalanes cuando desde su casa ve que una parte de su partido vota a favor de un tema, y la otra mitad vota en contra?
Juan José Sánchez Soto
jueves, 23 de enero de 2014, 07:54 h (CET)
La votación sobre pedir la competencia al Estado para hacer una consulta secesionista en Cataluña ha abierto una crisis en el PSC con los tres díscolos que votaron a favor siendo esa la postura no oficial que se había pactado en el partido. A raíz de estos hechos, se ha producido un debate político y social sobre la libertad que deberían o no tener los diputados para votar en conciencia sobre temas candentes como puede ser el tema de la consulta para Cataluña.

Por un lado, y antes de analizar esta posibilidad, he de decir que resulta incomprensible que los socialistas pidan al Gobierno que su partido vote libremente y de manera secreta en la votación sobre la reforma de la ley del aborto, y en cambio no lo hagan también en el Congreso cuando estos votaron (con la no asistencia de Carme Chacón) la secesión de Cataluña.

Dicho esto, el voto libre del diputado es inviable por ahora. El motivo es bien claro: los diputados están allí porque sus electores han dado su confianza y por tanto deben representarles a ellos en su totalidad. ¿Cómo se siente el votante de los socialistas catalanes cuando desde su casa ve que una parte de su partido vota a favor de un tema, y la otra mitad vota en contra? Es más, la decisión de votar en contra de pedir al Estado el traspaso de competencias para realizar la consulta fue concluida en un congreso interno del PSC con el amplio apoyo al “no”, por lo que esos tres diputados representarían a un electorado inexistente partiendo de la estadística más elemental…

Aun así entiendo las posturas de quienes apoyan a los diputados díscolos cuando hablan de libertad de voto, pero insisto que a día de hoy esto supondría la no representación de los electores. Para ello, lo suyo sería crear programas electorales individuales. Me explico. Antes de nada habría que cambiar la ley electoral de tal manera que las listas no las creara un partido sino que hubiera un sistema de listas abiertas. Por consiguiente, aquellos diputados que se presenten a esa lista abierta deberán hacerlo firmando un estatuto de respeto al partido para posteriormente crear un programa electoral de carácter individual que sería expuesto en el distrito, municipio, provincia en la cual se presentara. Obviamente serían ínfimas las diferencias existentes en los programas electorales de cada diputado, puesto que se deben ceñir al ideario base del partido, pero en temas secundarios como serían la independencia de Cataluña, la legalización de la marihuana o el aborto, podrían haber diferencias que serían las que llevarían a unos políticos a ser diputados y a otros a quedarse fuera. De esta manera, no existiría el concepto de díscolo y votaciones de este tipo no serían noticia porque se ha hecho algo que no parece estar muy de moda últimamente: cumplir el programa electoral.

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