Ciertamente vivimos tiempos atribulados, complejos en lo que a la geopolítica y la economía global se refieren. No por menos, en estos primeros años del siglo XXI el encaje de la cuarta revolución industrial , los avances exponenciales de la comunicación, la tecnología o la sanidad en una sociedad en parte anclada aún en las concepciones políticas del siglo XX hacen difícil la búsqueda de la estabilidad sociopolítica en una sociedad que aún se adapta a estas nuevas realidades que hoy nos tocan vivir. Y todo ello, además con el corolario del enfrentamiento a retos globales como los del calentamiento global, el cambio climático o el aumento de la población que a nadie pueden dejar indiferente hoy en lo que supone uno de los mayores retos a los que nunca nos hemos enfrentado.
Así, por primer vez asistimos a una humanidad intercomunicada como nunca jamás lo estuvo. Y todo ello, a golpe de un sólo clic, de un breve impulso de un dedo angular o corazón que a modo de perfecto grumete en las ondas de la navegación de las redes utiliza hoy la brújula del buscador y el impulso del viento marcado por la fibra óptica en forma de megas para alcanzar costas anteriormente insospechadas. Hoy, el acceso a la comunicación y la información crece así de manera exponencial en un mundo virtual sin límites en donde el alzamiento , la conquista o el derrocamiento de gobiernos, imperios o empresas se puede limitar a la estrategia correcta de comunicación llevada a cabo por los nuevos gurús de la posverdad en un planeta superconectado en red.
Y es que, la veracidad de la información , la verdad de los contenidos o los mensajes reales parecen importar poco hoy a quienes desde la estrategia de las redes sociales y la nueva comunicación dirigen sus acciones en pos de sus intereses personales, profesionales, políticos o corporativos. Así, hoy pululan por las redes profesionales quienes disfrazados como hidalgos sin ropajes son capaces de vender posicionamientos en rankings comprados o falseados con apellidos ilustres como Forbes, premios inventados o relaciones personales suscritas a una foto robada bajo la definición de la apariencia de una falsa amistad o red de contactos inventada pero que en mucho ayuda a los nuevos timadores de la estampita disfrazados de líderes sociales, económicos y lobistas de pro.
Pero junto a este tipo de perfil creado fruto de la intercomunicación de las redes sociales en la sociedad de la desinformación, aparecen otras acciones o estrategias que sirven a decapar y erosionar las instituciones públicas , los pilares del estado y en definitiva la propia democracia de las nos hemos dotado . Es aquí, donde las Fake News , las noticias falsas pululan sin límite, control ni marco sancionador legal que las controle sirviendo para enviar mensajes de manipulación a una sociedad que lejos de la comprobación rutinaria de la información inoculada por las redes sociales da la carta de naturaleza a las mismas, compartiendo en un ritmo viral e incesante el bulo dañino que estas informaciones vienen a generar.
Que una mentira funciona para configurar el pensamiento de una sociedad no es nada innovador en quienes hoy definen esta sociedad de la posverdad a golpe de fake news . A lo largo de la historia asistimos a ejemplos claros de este tipo de estrategias , desde la atribución del incendio de Roma por Nerón a los perversos cristianos a los que había que perseguir por tan tamaña ofrenda a la efectiva Oficina de Influencia Estratégica creada por el gobierno de los EEUU para distribuir noticias falsas que sirvieran a sus acciones en Afganistán pasando por la propaganda Nazi liderada por un Joseph Goebbels hoy estudiada como ejemplo de manipulación social. El problema surge hoy en la exponencialidad de la información falsa y la intercomunicación veloz que las redes sociales ofrecen a los nuevos aprendices de manipuladores de la verdad que han visto como los instrumentos de la comunicación vienen a servir con gran efecto a sus propósitos.
En definitiva, parece necesario y fundamental abordar la titánica tarea de la regulación de la información en las redes sociales , no sólo por salubridad democrática sino por la propia viabilidad de estos conductos de comunicación que bien orientados pueden ayudar y lo hacen a grandes propósitos de desarrollo profesional , social y cooperación entre la ciudadanía.
Por ello, la configuración de un marco legal en la utilización, uso y acción que las personas físicas y jurídicas realicen de las redes sociales se presente como un objetivo a lograr , no por menos no es cuestión de censura sino de convivencia democrática y de defensa de los derechos, las libertades y la exigencia de la verdad como elemento fundamental de las noticias que hoy entran en nuestra vida a través de una pantalla
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