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Tal vez sin intención, pero molesta

José Enrique Centén
domingo, 2 de marzo de 2014, 11:07 h (CET)
Muchos portavoces de los distintos gobiernos autonómicos de España y bastantes medios de comunicación, cuando quieren hacer comparaciones entre las autonomías y el gobierno, es reiterativo dirigirse a los ciudadanos de su comunidad en sus discursos por las discrepancias con el Gobierno Central, realizarlo en términos parecidos a: Madrid nos perjudica, Madrid nos roba, Madrid nos insulta… La forma correcta de dirigirse al causante de sus supuestos males es dirigirse como Gobierno Central, de la Nación o del Estado, con sede en Madrid.

El término del uso de la capitalidad, solo se realiza entre naciones diferentes, los medios se dirigen a los gobiernos de otra nación por la sede donde se encuentran bien sea Bruselas, Londres, Berlín, Roma, Washington…Sin embargo esos mismos medios en España y los representantes políticos de una Comunidad, al dirigirse a cualquiera otra, sea para informar o tratar asuntos entre ellas o una postura común contra el Gobierno de la Nación, se dirigen o nombran como Andalucía, Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Cantabria, Castilla la Mancha, Castilla y León, Ceuta, Cataluña, Euskadi, Extremadura, Galicia, La Rioja, Madrid, Melilla, Murcia, Navarra, Valencia. No como Sevilla, Zaragoza, Oviedo, Palma de Mallorca, Las Palmas de Gran Canaria o Santa Cruz de Tenerife, Santander, Toledo, Valladolid, Barcelona, Vitoria, Mérida, Santiago de Compostela, Logroño, Pamplona o Vallecas, sedes de sus gobiernos respectivos.

Debemos recordar que desde 1800 hasta hoy ha habido 117 jefes de Gobierno con 7 Jefes de Estado, y entre todos ellos solo 17 madrileños, prueba palpable que los madrileños no gobiernan la Nación. Pero el uso continuo del Madrid nos…, muchos ya lo utilizan de forma peyorativa, discriminándonos, de hecho es habitual oír cuando te alejas un poco, ¡va! es de Madrid. Dice poco en su favor, como dijo José Luis Sampedro en 1990, en su discurso de ingreso en la Real Academia Española “horrenda frontera, en el tiempo y el espacio, en las ideas y en la conducta”.

Pedimos, mejor dicho exigimos, a los medios de comunicación y representantes políticos, al igual que cuidan el vocabulario sexista, no se dirijan al Gobierno de la Nación como Gobierno de Madrid, porque el Gobierno de Madrid es el de la Comunidad Autónoma del mismo nombre con sede en Vallecas, distinto del Central, y su población también sufre las medidas adoptadas por este, más la del propio, y si a eso se le añade los trastornos, ya cotidianos, a causa de la política gubernamental, como son las manifestaciones que confluyen en Madrid desde distintos puntos de España, legítima protesta contra el Gobierno de la Nación, como fueron la Marcha Negra, Agricultores, de Astilleros…, siempre contando con el apoyo de la población madrileña, como se puede apreciar por los medios de difusión que se hicieron eco de ello en múltiples ocasiones. Nosotros los madrileños o los que vivimos en Madrid no somos ajenos a los problemas del resto de los ciudadanos de España.

Los madrileños o residentes en Madrid, también queremos un respeto como ciudadanos, tanto de los políticos, como de los medios de otras Comunidades, del mismo modo que exigen para los ciudadanos de las mismas, por el Gobierno de la Nación.

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En nuestra realidad circundante, en lo que solemos citar como nuestro entorno, el sistema judicial tiene como objetivo no la Justicia, abstracción platónica que nos trasciende, sino garantizar, con realismo y en la medida de los posible, la igualdad de los ciudadanos ante la ley, que no es poco. Por eso hablamos de Estado de Derecho, regido por la Ley.

Estamos habituados a tratar con las apariencias, con la natural propensión a complicar las cosas en cuanto pretendemos aclarar los pormenores implicados en el caso. Los pensamientos son ágiles e inestables. Quien los piensa, el pensador o pensadores, representa otra entidad diferente. Y curiosamente, ambos se distinguen del fondo real circundante, este tiene otra urdimbre desde los orígenes a sus evoluciones posteriores.

Dejó escrito Salvador Távora sobre Andalucía que «la queja o el grito trágico de sus individuos sólo ha servido, por una premeditada canalización, para divertir a los responsables». No sé si mi interpretación es acertada, pero desde que vi por primera vez su obra maestra, Quejío, en el teatro universitario de Málaga creo que muy poco después de su estreno en 1972, el término adquirió para mí un sentido diferente al que antes tenía.

 
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