La Renta Básica es una cuantía económica pública dirigida a la totalidad de la ciudadanía, siendo por lo tanto, de carácter universal. Por otro lado, la Renta Mínima de Inserción es una cuantía económica pública que se destina a los ciudadanos o familias con insuficientes recursos económicos, siendo por lo tanto, de carácter asistencial.
La Renta Básica está justificada principalmente por tres motivos: en primer lugar, porque es una medida que lucha clara e intencionadamente contra la pobreza, y en consecuencia, promueve la cohesión social de forma indirecta; en segundo lugar, porque aumenta el poder de negociación de los trabajadores en el mercado de trabajo; y en tercer lugar, porque aumenta el poder adquisitivo de las mujeres que ejercen el trabajo reproductivo y doméstico, y en consecuencia, permite que tengan una mayor autonomía económica.
Sin embargo, la Renta Básica ha recibido diversas críticas, entre las cuales se destacarán las dos más predominantes. La primera es que no hay suficientes recursos económicos para llevar a cabo esta medida. No obstante, eso no es cierto, ya que es una cuestión de voluntad y no de capacidad, básicamente por dos razones: por la mala gestión de determinados recursos públicos, como los famosos aeropuertos sin aviones y sin pasajeros; y porque según el doctor Arcadi Oliveres, durante el año 2012 se produjo 93.000 millones de euros en fraude fiscal, y por lo tanto, si se implantan medidas para perseguir este fenómeno, permitirá tener más recursos económicos para financiar esta medida.
La segunda crítica estrella sobre la Renta Básica es que incentivará el parasitismo, es decir, si las personas ya tienen unos ingresos fijos cada mes, no trabajarán. No obstante, hay que abandonar los parámetros tradicionales desde los cuales se considera que el trabajo es únicamente la obtención de un salario, ya que también contiene una dimensión espiritual que está relacionada con el hecho de sentirse bien con uno mismo. Y por otro lado, para tener un poder adquisitivo más alto será necesario acceder al mercado de trabajo. En otras palabras, para conseguir un nivel de vida que supere la simple cobertura de las necesidades básicas será necesario trabajar.
Por otra parte, la Renta Mínima de Inserción contiene inherentemente algunos problemas. En primer lugar, fomenta la fragmentación de la población entre ricos y pobres, ya que sus cantidades económicas únicamente permiten responder a una lógica de última malla de seguridad. En segundo lugar, estigmatiza a los pobres, es decir, se etiqueta o se señala a toda persona que se beneficia de este tipo de ayuda.
En tercer lugar, hay un peligro en la delimitación tecnocrática, es decir, el hecho de poner un límite económico para definir las personas que tienen derecho a la ayuda y las que no, puede provocar que individuos con grandes necesidades sociales no tengan la opción de recibir la Renta Mínima. Y en cuarto lugar, es una medida que requiere ejercer un gran gasto público destinado a la función de control, es decir, es necesario crear estructuras burocráticas para asegurar que se cumplen los límites definidos por los técnicos; siendo unos recursos públicos que podrían destinarse a la financiación de la Renta Básica.
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