Es innegable el mérito de Elena Valenciano, para quien Jesucristo, Felipe González y el psicópata Ernesto Guevara vienen a ser lo mismo. ¿Se habrá fumado los brotes verdes? Perder las elecciones europeas, perfecta ocasión para ejercitar un voto de castigo contra Cristóbal Montoro, Mariano Rajoy y sus muchachos, miembros de un gobierno que ha conseguido enfurecer a casi todos los sectores de la sociedad española, especialmente a sus bolsas de votantes, es algo digno de tener en cuenta. Como lo es lograr que en todas las encuestas sea el PSOE el partido que está en franco retroceso. Lo cual, casi con toda probabilidad, se confirmará el próximo 25 de mayo en las urnas.
Algo que debería llevar a la formación que fundara Pablo Iglesias a una reflexión profunda. No valdrá de nada la dimisión de Alfredo Pérez Rubalcaba, porque el problema del PSOE hace mucho que no es de personas, sino de ideas. Más exactamente, de la ausencia de ideas. Y es que, después de caer hasta lo más bajo de la mano de esa vacuidad intelectual llamada Rodríguez Zapatero, nada tienen que ofrecer a los españoles. Pero no se dan cuenta. Están fuera de la realidad. Es lo que tiene la oligarquía.
En el origen de la desafección hacia el PSOE de ese denominado “centro sociológico”, conformado por clases medias que se sienten españolas, no quieren líos, aborrecen los extremos y que permitieron a Felipe González arrasar en 1982, y de cuyos miembros un millón se pasó al PP en las últimas generales en un cambio de voto que fue histórico sociológicamente hablando, se encuentra la radicalización del PSOE, quien a estas alturas nada tiene que ver con otros partidos socialdemócratas europeos y sí bastante con el socialismo bolivariano tercermundista. Radicalización que encarna a la perfección la propia Elena Valenciano: inane intelectual, feminista radical, anticapitalista, antiespañola, antiamericana y con un discurso más cercano a Izquierda Unida que al centro político. Valenciano es una candidata de extrema izquierda. Su discurso no dista mucho, se ponga como se ponga, del de la socialista Marine Le Pen. Por suerte para el PSOE, el Partido Popular ha ocupado el espacio que ocupaba ese PSOE de 1982. Lamentablemente, no existe, ni tan siquiera en ciernes y más allá de pequeños experimentos que no cuajarán, una alternativa liberal-conservadora que se enfrente ideológicamente al consenso socialdemócrata. UPyD es poco más que una mascota del PSOE, VoX no acaba de situarse enfrente del sistema y el populista Podemos es el partido prosistema por excelencia.
Cierto es también que no son pocos los partidos socialdemócratas europeos que se encuentran en fase de liquidación y derribo. La causa es la implosión de la ideología que los sustenta, a la cual venimos asistiendo desde el día después de la caída del socialismo real en Berlin. Caído el Muro, sólo era cuestión de tiempo que la socialdemocracia, inviable económicamente y que es tan contraria a la naturaleza humana como el propio socialismo, se hundiera y acabara en manos de grupos-mascota minoritarios que lo llevaran a una radicalización previa a su desaparición. Por eso, Rubalcaba no es el problema.
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