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El discurso de Izquierda Unida aburre e inquieta a partes iguales

Lo que más preocupa de la izquierda es su interés en hacerse cargo de los asuntos de los hogares españoles
Francisco Cano Carmona
jueves, 22 de mayo de 2014, 05:30 h (CET)
Izquierda Unida aburre. Aburre lo indecible. Aburre como ningún otro partido en el panorama electoral y político español. Lo vienen demostrando desde hace ya mucho tiempo, pero ahora la evidencia es tan clara que sólo queda rezar por la disolución del grupo y la reconversión de sus líderes y militantes.

Esta campaña ha estado plagada de comentarios erráticos, de mentiras sistemáticas en las que la coalición comunista ha basado su discurso, de medidas ciertamente inútiles, cuando no absurdas, que confirman los mayores temores de los ciudadanos: Izquierda Unida ha perdido el rumbo; y como las naves sin timón, sólo puede causar daños a otras embarcaciones. El grupo izquierdista se ha convertido, definitivamente y sin posibilidad de remisión, en un peligro público. Pero, como decía Cicerón a Catilina, hasta cuándo van a abusar de nuestra paciencia.

Entre las medidas que el representante comunista propone de cara a la Unión Europea, la renuncia al pago de la deuda externa, el control de los mercados, y que el Estado entre en los hogares son las que más llaman la atención por cuanto de subversivas tienen contra las reglas del juego democrático, económico y social.

Aunque las medidas puedan resultar seductoras para muchos, cualquiera de los ciudadanos que lucha día a día por mantener a flote su empresa, sabe que es de vital importancia que sus deudores paguen. ¿Acaso querrá Izquierda Unida que tampoco las Administraciones paguen sus deudas a las empresas? ¿Acaso querrá la formación de Cayo Lara convertir en principio universal económico que no se devuelva lo prestado? Esperemos que no, porque entonces la injusticia creada sería tan grande que su deglución atragantaría para siempre a España y al propio grupo político.

En cualquier caso, más allá de su insistencia en culpar al capitalismo de todos los males de este mundo, de pregonar la maldad de una élite económico-política a la que nadie ha visto el rostro pero que está ahí como si de una secta masónica se tratara, lo que más preocupa de la izquierda es su interés en hacerse cargo de los asuntos de los hogares españoles. Al menos a un servidor, como liberal y defensor de la no injerencia del Estado en los asuntos privados de sus ciudadanos, lo preocupa sobre manera.

¿A qué se referirá Willy Meyer cuando afirmó el pasado 19 de mayo en la televisión pública que el Estado tenía que no era la mujer sino el Estado quien tenía que hacerse cargo de los hogares? Yo no sé si a ustedes les ocurrirá lo mismo, pero a mí me aterra.

Me aterra pensar que el gobierno, como si del Gran Hermano se tratara, piense por nosotros y no ya condicione, sino dirija, nuestras vidas en ámbitos tan sagrados como la familia, la educación de nuestros hijos, la gestión de los recursos económicos que tanto cuesta hoy en día ganar, o incluso algo tan aparentemente insignificante como los días de limpieza general en casa.

El modelo social que Izquierda Unida propone es manifiestamente contrario a cualquier derecho humano, a cualquier libertad individual, menoscabada ya bastante por el espionaje masivo estadounidense y por gobiernos cada vez más poderosos. Por esto no puede sino traer sufrimiento a la misma gente a la que dice querer hacer feliz y libre, porque ninguna vida ha de ser dirigida por ninguna formación política ni institución, porque nadie puede decirnos cómo vivir nuestro tiempo desde la cuna hasta la tumba; porque nuestras vidas, para disgusto del comunismo, sólo nos pertenecen a nosotros.

Si hace un tiempo escribía que las recetas económicas de la izquierda no funcionan y que este hecho está más que demostrado a lo largo de la historia, hoy prevengo contra el ansia controladora de la vida privada de las corrientes ideológicas socialistas y marxistas. Y no podemos cansarnos de prevenir al mundo contra ellas, ya que lo que está en juego es la esencia misma de la vida: la libertad.

Apoyar de una manera u otra a Izquierda Unida es apoyar un sistema caduco que ha traído y sigue trayendo en aquellos lugares en los que aún está implantado la más absoluta de las miserias económicas, políticas, y sociales. Que no lo olviden nuestros jóvenes, que no dejen de recordarlo quienes han padecido dichas miserias.

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Dejó escrito Salvador Távora sobre Andalucía que «la queja o el grito trágico de sus individuos sólo ha servido, por una premeditada canalización, para divertir a los responsables». No sé si mi interpretación es acertada, pero desde que vi por primera vez su obra maestra, Quejío, en el teatro universitario de Málaga creo que muy poco después de su estreno en 1972, el término adquirió para mí un sentido diferente al que antes tenía.

 
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