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Lecciones de la guerra en Gaza

Mientras las operaciones israelíes contra Hamás pierden intensidad, he aquí siete facetas del mes de conflicto
Daniel Pipes
viernes, 29 de agosto de 2014, 07:59 h (CET)
Escudo balístico: La soberbia actuación del sistema Cúpula de Hierro, la red de protección que abate prácticamente todo proyectil de Hamás que amenaza con causar daños materiales o personales, reviste importantes implicaciones militares para Israel y para el mundo. Evidencia con éxito que el programa "Guerra de las Galaxias" (como lo bautizaron perversamente sus detractores a su presentación en 1983) puede brindar protección real frente a proyectiles y misiles de corto alcance y también presumiblemente de largo alcance, alterando de forma potencial el futuro del enfrentamiento bélico.

Túneles: Construir túneles tras las líneas enemigas dista mucho de ser una táctica novedosa; a nivel histórico, ha tenido éxito, como en la Batalla de Messines de 1917, cuando las excavaciones británicas se cobraron la vida de 10.000 efectivos militares alemanes. Las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) tenían conocimiento de la existencia de los túneles de Hamás antes de comenzar las hostilidades el 8 de julio, pero no conocían con exactitud su número, su longitud, su profundidad, la calidad de su construcción o su sofisticación electrónica. Jerusalén advirtió rápidamente, como escribe el Times of Israel, que "la supremacía terrestre, marítima y aérea de Israel no se replicaba bajo tierra". El ejército israelí precisa así de tiempo adicional para alcanzar el dominio subterráneo.

Consenso en Israel: El implacable salvajismo de Hamás ha generado un infrecuente consenso en favor de la victoria entre los judíos israelíes. Esta práctica unanimidad consolida la actuación del gobierno a la hora de tratar con potencias exteriores (el Primer Ministro Netanyahu advirtió seriamente a la administración norteamericana de no volver nunca a cuestionarle) y es probable que decante en la misma medida la política nacional israelí a la derecha, decisivamente al bando nacionalista.

Reacción en Oriente Próximo: A excepción de los patronos estatales de Hamás (Turquía, Qatar, Irán), los terroristas islamistas no han encontrado prácticamente apoyo gubernamental en la región. En un llamativo ejemplo, el monarca saudí Abdalaj decía de que Hamás mate habitantes de Gaza: "Es vergonzoso y desafortunado que estos terroristas [mutilen los cadáveres de inocentes y den orgullosamente a conocer sus acciones] en nombre de la religión". Qué bien conoce a su enemigo mortal.

Creciente antisemitismo: Especialmente en Europa pero también en Canadá y Australia, el antisemitismo adquiere protagonismo, sobre todo de islamistas y palestinos así como de sus aliados de la extrema izquierda. Esta reacción, con toda probabilidad, elevará la inmigración a los dos refugios de la vida judía, Israel y Estados Unidos. En contraste, los musulmanes de Oriente Próximo guardan silencio, a excepción de los turcos y de los árabes residentes bajo control israelí.

Respuesta de la élite frente a la reacción popular: No pasa todos los días que el secretario general de las Naciones Unidas y cada uno de los 28 ministros de exteriores de la Unión Europea se alineen con Israel contra un enemigo árabe, pero eso sucedió. En el congreso estadounidense, el Senado aprobó de manera unánime, y el Congreso aprobó por 395 votos a 8, una partida adicional de 225 millones de dólares destinados al programa Cúpula de Hierro. En contraste, entre la opinión pública en general, la opinión pro-Israel descendió prácticamente en todas partes (aunque no en Estados Unidos). ¿Cómo se explica esta disparidad? Mi postulado: Los líderes imaginan lo que harían frente a proyectiles y túneles enemigos, al tiempo que la opinión pública pone el acento en las fotografías de bebés fallecidos en Gaza.

Bebés fallecidos: Lo que nos lleva a la faceta más extraña, antiintuitiva y compleja del conflicto entero. Al disfrutar el ejército israelí de la ventaja aplastante en el campo de batalla sobre Hamás, su enfrentamiento parece más una operación policial que un conflicto bélico. De ahí que los israelíes sean juzgados principalmente en función de la claridad de las intervenciones públicas de sus líderes, del juicioso uso de la fuerza y de la gestión de las pruebas. En consecuencia, la atención de los medios convencionales se desplaza invariablemente de la esfera militar a los interrogantes de proporcionalidad, moralidad y política. El principal arsenal estratégico de Hamás en esta empresa de dañar la reputación de Israel y condenarlo al ostracismo no son los proyectiles ni los túneles, sino las angustiosas fotografías de civiles muertos, asesinados presuntamente por el ejército israelí.

Esto conduce a la descabellada situación en la que Hamás aspira a causar daños materiales palestinos, obliga a los civiles a soportar heridos y muertos, infla las cifras de fallecidos e incluso puede atacar a propósito su propio territorio – mientras el ejército israelí asume bajas gratuitas para escatimar daños a los palestinos. El gobierno israelí va más allá, proporcionando atención médica y alimentos y poniendo en peligro a personal técnico para garantizar que la población de Gaza sigue teniendo abastecimiento eléctrico gratuito.

Es un conflicto curioso en el que Hamás celebra la miseria palestina e Israel hace lo que puede por proteger la vida de su enemigo. Extraña de verdad, pero así es la naturaleza del enfrentamiento bélico moderno, en el que a menudo los artículos cobran más importancia que las balas. En términos Clausewitzianos, el centro de gravedad del conflicto se ha desplazado del campo de batalla a las relaciones públicas.

En resumen, las fuerzas civilizadas y morales de Israel salen airosas de este enfrentamiento con el barbarismo. Pero no lo bastante airosas para prevenir, durante mucho tiempo, otro ataque más.

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