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¿Un 'derecho' a reclinar el asiento?

No hay que ser un viajero frecuente para saber lo saturado que está el transporte aéreo
Jeff Jacoby
jueves, 25 de septiembre de 2014, 10:23 h (CET)
Puede usted no estar seguro del todo en su opinión de las maniobras de Vladimir Putin en Ucrania, de la mudanza de la sede fiscal de Burger King, de la condena del Gobernador de Texas Rick Perry o del referéndum de independencia de Escocia. Pero sabe exactamente lo que piensa de la Gran Polémica de los Asientos de las Aerolíneas, ¿a que sí?

Todo hijo de vecino tiene una opinión del pasajero de la fila 12 que provocó un altercado abordo de un vuelo de United que cubría la ruta de Newark a Denver cuando utilizó una pinza de plástico llamada "el Defensor de Rodillas" para impedir que la dama del asiento de delante reclinara su asiento. Cuando un asistente de vuelo pidió al caballero que retirara el chisme — que como la mayoría de las aerolíneas, United tiene prohibido — él se negó. La enfurecida dama de la fila 11, informa Associated Press, "a continuación se levantó, se volvió, y le lanzó un vaso de agua". A continuación el aparato fue desviado a Chicago, y los dos pasajeros fueron obligados a desembarcar.

Tres días más tarde, otro pasajero era desalojado de otro vuelo a causa de otra pelea por el espacio de las piernas. American Airlines desvió a Boston un vuelo Miami-París, donde Edmond Alexandre fue detenido bajo cargos de "obstaculizar la labor de la tripulación" tras presentar resistencia cuando el asiento de delante fue reclinado.

No es raro que estas crónicas hayan tocado una fibra sensible. No hay que ser un viajero frecuente para saber lo saturado que está el transporte aéreo, o lo desquiciante — por no mencionar lo peligroso para rótulas y portátiles — que puede ser que el espacio ya de por sí minúsculo entre el asiento de adelante y el suyo se contraiga de pronto más porque el pasajero una fila por delante se recueste sin avisar. Tampoco es difícil comprender la frustración de un pasajero con dolor de espalda o falta de sueño que pulsa el botón del asiento, sólo para descubrir que el respaldo ha quedado deliberadamente inmovilizado por un compañero de vuelo.

¿Pero cómo se convirtió en un combate civil abierto la batalla entre los del chisme de las rodillas y los que quieren reclinar el asiento?

"Yo tengo derecho a reclinar el respaldo, y si mi acción le molesta, págueme para que no lo haga", afirma el cronista económico Josh Barro en The Upshot, el portal de política y legislación del New York Times. "Si viajar tras mi asiento reclinado fuera tamaño insulto… alguien habría abierto su cartera y me habría pagado ya".

A la inversa, el editor de negocio internacional del Times, Damon Darlin, se muestra igual de inflexible en la defensa de su derecho — no de su deseo o su gusto, fíjese, sino su derecho — a colocar una pinza inmovilizadora en el asiento de delante.

"El verdadero problema es el derecho de propiedad sin definir sobre los mismos 10 ó 15 centímetros de espacio", sostiene Darlin. "El viajero del botón para reclinar el asiento tiene ventaja. El Defensor de Rodillas readjudica los derechos".

Au contraire, afirma el Financial Times en un editorial. Un billete de avión "constituye un contrato que garantiza muy pocas cosas, pero el derecho a reclinar su respaldo en vuelo es una de ellas".

Un billete de avión, por supuesto, no garantiza nada parecido. Igual que la entrada a un concierto no le garantiza el derecho a ver el escenario sin que le moleste una persona alta sentada justo delante. Igual que la reserva de un hotel no le garantiza el derecho a que no le molesten los ruidos de los huéspedes de la habitación de al lado o del pasillo.

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