El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, declaró recientemente a propósito del nuevo coronavirus: "no, no me hago responsable en absoluto", tras lo cual aprovechó para culpar a todo el mundo por su demorada y terrible respuesta ante la pandemia: a China, a Obama y a los demócratas. Mientras tanto, Trump está impulsando un paquete financiero con el dinero de los contribuyentes que redistribuirá la riqueza… pero entre los ricos. Cientos de miles de personas ya perdieron el empleo y se pronostican muchos millones más. Al momento de escribir este artículo, se desconoce la escala de la pandemia en Estados Unidos, ya que las pruebas de detección del coronavirus se han retrasado gravemente. Más de 10.000 personas en el país han sido infectadas, ya ha habido más de 150 muertos y solo hay 8 recuperados (según el sitio web ncov2019.live desarrollado por Avi Schiffman, estudiante de secundaria de Seattle de 17 años de edad).
La verdadera cifra de infecciones, cuando las pruebas comiencen a hacerse con seriedad, será mucho mayor.
Muchos gobiernos estatales y locales se han apartado del fallido camino tomado por Trump y están implementando medidas sin precedentes en la memoria reciente. Cerca de 30 gobiernos estatales han puesto en acción a la Guardia Nacional y han aprobado leyes o resoluciones que involucran fondos de emergencia, protecciones para los trabajadores, cobertura médica y esfuerzos epidemiológicos como controles, aislamiento y cuarentena.
El lunes, San Francisco y seis condados circundantes emitieron la orden de salud pública más estricta del país, que requiere que los siete millones de personas de la región "se refugien donde estén". Un resumen de la orden, vigente hasta el 7 de abril pero que puede extenderse, dice: "Las poblaciones vulnerables deben quedarse en casa. Todos los demás están obligados a quedarse en casa excepto para buscar alimentos, cuidar a un pariente o amigo, recibir atención médica necesaria o asistir a un trabajo esencial".
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