El tiempo es implacable con los seres vivos, sentimiento un tanto cruel para la sensibilidad de los humanos. Nos zarandea sin escrúpulos y apenas nos indica someramente los principios y finales; las informaciones que nos deja, apenas son indicios cuyas confirmaciones se pierden en asombrosas lejanías. No obstante, nos vemos involucrados en una trama temporal, sometidos a toda clase de estímulos. Quizá las fuertes impresiones nos impiden ver el conjunto con una mayor consistencia en cuanto a las ideas y actitudes adoptadas. La DISYUNTIVA es cruda, quedar arrastrados en esa vorágine o posicionarnos con cierta arrogancia en un ejercicio vital de perfiles inciertos.
La vorágine es adsorbente, nos mantiene ocupados con sus formas progresivamente intolerantes, inmersos en sus acelerones; es un verdadero secuestro, anula las capacidades personales para reaccionar. En estas andanzas el sujeto se ve reducido a sus mínimas expresiones autónomas, un auténtico ente ANODINO, aunque no privado de sus sentidos, tampoco de su carga biológica ni del intelecto de atenuada actividad. Triste panorama de sentir, pero apenas enlazar con sus propias condiciones, se suman las penurias mientras permanecemos maniatados en las incesantes perturbaciones. En ese plan, la vida es una exhalación carente de sentido humano. Es imposible cuantificar el porcentaje y grados de incapacidad padecidos.
A pesar de todas las cuitas, si nos detenemos en el examen de nuestras propias historias, todos hemos participado en algún breve momento de estupendas experiencias EMANCIPADORAS frente a tantos agobios. En algunas de esas vivencias, todo se para, menos el latido del corazón acelerado. Los motivos provienen de insospechadas fuentes o bien de actuaciones muy trabajadas, sin que podamos controlar con precisión sus complejos mecanismos. Suelen ser momentos de escasas explicaciones y de sensaciones fuertes; no dejan de presentarse como hallazgos sorprendentes, dado que nunca están garantizados. El empeño en favorecer estos momentos siempre será una bella ambición a tener en cuenta.
La NATURALEZA es una buena aliada para que lleguemos a disfrutar de esas paradas existenciales inigualables. Ahora parece que no tenga que asombrarnos nada, a pesar de lo cual, hay imágenes inolvidables después de tormentas y ambientes húmedos cuando aparece el colorido de un arco iris, nos deja absortos su esplendor. No le va a la zaga el atardecer cerca del mar con la luz de la luna rielando, el oleaje tranquilo y la tranquilidad ambiental. Los paisajes campestres nos aportan numerosas versiones con características sublimes, con esos boscajes atravesados con atrevidos rayos de sol, los ofrecimientos de bellas aportaciones florales, con vuelos de mariposas inquietas y el piar insistente de los pájaros.
Si asistimos a las relaciones personales, el manantial de posibilidades se acrecienta por las múltiples sensibilidades o se dificulta por increíbles torpezas. Las miradas en general y las de los niños en particular, tienen momentos maravillosos en los que resulta difícil no disfrutar de su comunicación directa desprendidos de cualquier entorno. La ternura de los acercamientos es impagable y de singulares apreciaciones, no se puede medir, pero se siente a fondo. Las INTIMIDADES son favorecedoras de estos encuentros y poco favorecidas por los ámbitos de moda. Celebramos el buen acompañamiento en las penalidades como hallazgo crucial, sin que convenga descuidar esa colaboración para empresas de ensueño.
Mucho se podría aducir en torno a las ideas de la belleza o del arte, aunque se olvida con frecuencia su riqueza de variantes y la dificultad de precisar sus mismas definiciones. Lejos de las estructuras al uso y montajes de todo género, me detengo en la consideración de las percepciones personales, sobre todo esas que nos llenan de perplejidad y asombro entre sus múltiples matices. Diferentes mentalidades apreciarán de distinta forma la belleza y el arte, de eso se trata, del hallazgo personal de carácter sublime. El SELLO de estas contemplaciones surge hacia las afueras y hacia los adentros; requieren atención y buena disposición. No son dictados enérgicos, sino vivencias insustituibles.
Estamos saturados de un sinnúmero de estímulos, imperativos, noticias, falsedades y silencios impropios. Si la rutina es adormecedora y las presiones nos paralizan con demasiada frecuencia; los despertares brotan con notable fuerza que no podemos disimular. Otro asunto será que reaccionemos con desparpajo o nos deslicemos por las actitudes indolentes. En gran parte, son nuestras respuestas las que disponen de la capacidad de convertirse en protagonistas; no desaparecen los riesgos ni las posibilidades, quizá en una lucha desigual presentada como el GRAN RETO existencial para los seres humanos. Estamos necesitados de sacar lo mejor de cada uno para aspirar a estos instantes en los que podemos:
PARAR EL TIEMPO
Me persiguen las cuitas cotidianas Con enorme trama de conexiones Y toda clase de limitaciones Para mis breves citas artesanas. Pero dormido entre falsas peanas, Me despertaron ciertas emociones Forjadoras de nuevas ilusiones, Mientras borraban las palabras vanas. Aupado por las fuertes vibraciones Y agarrado firme a las frescas lianas, El hallazgo impulsaba mis visiones, A las insospechadas sensaciones Del encuentro con las almas hermanas, Absorto en las sublimes impresiones. Estas vivencias adquieren el valor de unos APRENDIZAJES de alta escuela, entrelazan los principales hilos de eso que denominamos humanidad. El análisis de los mejores entornos y los adentros cabales. Comprenden un enorme criterio distintivo para dilucidar aquello que entronca con las esencias de las personas, con la sana ambición de superación gratificante. La supuesta inteligencia apunta en esa dirección, a la colaboración creativa en las privilegiadas estancias del gozo. Las tendencias enfocadas en otros sentidos carecen del atractivo existencial.
No podemos quedar anestesiados con ideas mostrencas carentes de nobles aspiraciones, nos conducen a la derrota y a la nulidad. El corazón y los circuitos cerebrales nos lanzan a los ensueños de aventurarnos por lo maravilloso. Desaprender de los inconvenientes y aprender de la excelencia, nos carga de SENTIDO con ilusión y esperanzas renovadas.
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