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Búsquedas emotivas

​Esta pandemia cruel quizá nos conduzca a replantearnos las búsquedas principales
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 27 de marzo de 2020, 13:03 h (CET)

“En mi opinión las montañas no se mueven. Sólo cambian cuando las miras desde una altura mayor.”


Barbara Kingsolver. Los sueños de los animales.

Son intempestivos los aspavienteos chirriantes en los entornos habituales; enturbian las percepciones, llegan a menoscabar la verdadera presencia de las personas. El ruido ambiental compite con las algaradas en variados sectores con un potente efecto distorsionante. Apuntemos también en este sentido, la pasividad de amplios grupos de individuos, despreocupados de sus esencias, negados para la inquietud de las reflexiones, sin interés comunitario. Ese confuso panorama no impide la presencia impertérrita de las incertidumbres existenciales; nos abocan a las diversas opciones de las DISYUNTIVAS diarias, lo queramos o no; incluso para los extremistas, la elección de vivir o morir. Atravesamos muchos umbrales.

En estas cuitas humanas discurren ansias, querencias y rechazos, de quienes deambulamos por la geografía mundana. Formamos parte de una diversidad apabullante. Los rasgos igualitarios nos introducen en versiones utópicas, como retos a considerar entre carencias e imperfecciones. Mientras, con ese PANORAMA experimentamos las situaciones particulares, a la vez fascinantes y menesterosas. Barbara Kingsolver describe de manera magistral estos avatares. Sus novelas son una delicia expositiva de ese ensamblaje de las esencias con los desafíos de la cotidianeidad. Sus escritos desgranan las palpitantes sensaciones insustituibles de sus protagonistas, muy concordantes con la vida real.

En “Los sueños de los animales” saca a relucir alguna de estas manifestaciones entrañables, con implicaciones decisivas para la vida de los involucrados en ese momento, para su futuro, y para los relacionados con ellos, familiares, amigos o pertenecientes a sus agrupaciones sociales. Por ley de vida, los integrantes de esa sociedad cambian, nacen nuevos y perdemos a los DESAPARECIDOS. Es una percepción generalizada. Quién no se habrá enfrentado a casos de desapariciones sin dejar rastro, conocidos fallecidos, y sobre todo, la pérdida de los seres más queridos. La cercanía previa con esos ausentes, la intensidad de los afectos, la múltiples relaciones vividas con ellos, originan respuestas irrepetibles.

El trazado genético suele tener largas raíces cuyas tramas escapan al control directo, poco a poco enmarañadas entre una amplia serie de factores influyentes. El árbol genealógico es un elemento ilustrativo, pero no contundente; aporta, eso sí, señales de tiempos remotos. Después de la ubicación geográfica, los entornos y los acompañantes configuran lo que pudiéramos denominar entramado FAMILIAR en un sentido amplio, sometido a incontables vicisitudes, muertes, separaciones, inquinas, proteccionismos a ultranza, de gran calado para el desenvolvimiento de las personas incluidas.

Su proyección en las identidades particulares formará parte de una retícula compleja.

Las descripciones tienden a una homogeneización resumida, generalmente desmentida por los hallazgos derivados de las actuaciones en la práctica. Entre los innumerables factores involucrados, ninguno de ellos con estabilidad garantizada; parecerá lógica la presencia de matices sorprendentes en los casos observados. Podemos elegir un aspecto útil para cotejar estas divergencias si elegimos el grado de ALTRUISMO desarrollado por los sujetos actuantes.

Desde los comprometidos a favor de cualquier desfavorecido con total dedicación, a los indiferentes frente a las penalidades ajenas. Valdría su equiparación con el apego mostrado hacia las actitudes comunitarias, de fácil detección y en su caso reconocimiento.

Es lamentable esa especie de olvido, desdén, desprecio, o como queramos llamarlo, con el que tratamos a las entidades aparentemente desligadas de nuestra identidad, nos aislamos en un pedestal. En ese conglomerado foráneo entra la existencia del resto de personas, animales o plantas como seres vivos disponibles y los entornos físicos. La ETOLOGÍA en su sentido más funcional o la ecología como aplicación general, ponen de relieve aquellas desviaciones clamorosas.

El trato a los desfavorecidos, marginados o con alguna debilidad. Los descuidos con el agua (Ríos, mares, desperdicios, etc.). Montañas y playas invadidos. Manipulaciones de animales. Son vivencias inesquivables definidoras del talante humano.

Qué me dicen de la implicación EDUCATIVA de los individuos en un doble sentido ilustrativo. Docente, si nos proyectamos a la transmisión de los conocimientos para formar a los jóvenes, necesaria también en cuanto al desconocimiento u olvidos de los mayores; su actualización es una exigencia con notorias repercusiones. Sin olvidar la actitud del componente discente, requiere la disposición adecuada por parte de .los receptores, y todos somos estudiantes de la vida. En ambas vertientes resulta crucial la sinceridad de sus manifestaciones aplicadas a los diferentes condicionamientos. Si sobran pretensiones injustificadas y las carencias abundan, nos urge el hallazgo de las respuestas oportunas.

Nos vemos abocados a serios encontronazos, pueden ser malos tratos, enfermedades o catástrofes inevitables. A sus privaciones, sufrimientos y frustraciones, aunque suene extraño, suelen añadirse las conductas agravantes provocadas por otras personas. Pronto salta a la palestra la desgracia de la SOLEDAD con sus penosas ramificaciones. La cruel aparición en la familia de la persona demenciada. La vejez desdeñada en estas sociedades del ajetreo. La migraciones fustigadas y abandonadas entre los emporios. El desequilibrio en alza de las riquezas sin la mínima atención a sus secuelas. Extraña la desbandada insolidaria con el aislamiento de los peor parados.

Se multiplican los apartados a tomar en consideración. Se originan dependencias de todos tipo, implicadas con las estructuras de las relaciones públicas; pero al fin, con el inesquivable reducto de las decisiones personales. El orden del día en la VIDA ÍNTIMA anota una serie de ramificaciones importantes. La parte afectiva requiere una adaptación constante a las circunstancias del momento, con diversos grados de satisfacción o frustraciones sin par. La exigencia de un trabajo concreto, profesional. Las actuaciones en diversos campos o la adhesión a determinadas querencias.

Siempre con ese desdoblamiento ligado a las dependencias, de las actuaciones propias o ciertos comportamientos ajenos.

Cualquiera trata de orientar sus búsquedas con mayor o menor fundamento en ese albur de lo desconocido. Los hallazgos ofrecerán ese desequilibrio entre lo obtenido y lo deseado. Sin embargo, tiende a difuminarse la importancia del COMPROMISO aplicado a las diversas actitudes adoptadas; el que nos traslada desde la espera de un maná resolutivo, a la obtención de los logros con el esfuerzo propio. Su papel es decisivo en las áreas comentadas (Familia, afectos, sociedad, ecología), como sucede con cualquier otra ocupación. La coherencia enlaza las exigencias con las buenas prácticas.

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