Estamos a 8 meses de las próximas elecciones municipales y autonómicas y a 14 meses de las próximas elecciones generales en España. En el momento histórico de mayor desafección de los electores por las instituciones (en el barómetro electoral del CIS de enero poco más de 4 de cada 10 votantes mostraba interés por alguna candidatura) la irrupción de Podemos supuso una bocanada de aire en una atmósfera partidista e institucional extremadamente viciada.
El las elecciones europeas de Mayo, apenas 5 meses después, la participación remontó 5 puntos y un 8% de los votantes hicieron que esa brisa se convirtiera en huracán. Desde entonces la acción de participación y empoderamiento político de los ciudadanos que proponía esta nueva candidatura está visibilizando que una buena cantidad de los votantes ha cambiado de forma profunda e irreversible su visión de la política partidista e institucional, su visión de la democracia.
A partir de GuanyemBarcelona están proliferando las candidaturas que buscan un llamamiento a una unidad popular frente al atropello que estamos viviendo desde que estalló la mal llamada crisis. Al mismo tiempo algunos de los partidos ya existentes, notablemente los de izquierda, se están viendo presionados a modificar profundamente su forma de plantear la política para poder mantenerse como opciones reconocibles por los votantes como válidas y atractivas.
Y tanto dentro de los círculos de podemos, en las agrupaciones políticas o en los grupos de amigos y vecinos que creen en esa convocatoria a recuperar el poder institucional para ponerlo al servicio de los ciudadanos se viven tensiones, dudas, incertidumbres. Alimentadas por los medios de prensa del sistema que intentan de forma desesperada defender lo indefendible, a este sistema político y económico que se hunde pero que tan buenos dividendos les ha dado.
Desde los movimientos ciudadanos y los ciudadanos individuales se mira con una extraña mezcla de desconfianza, recelo e ilusión este nuevo tiempo político. Los decepcionados por todos los presidentes del Gobierno hasta ahora son la inmensa mayoría. Muy poca gente está dispuesta a dejarse engatusar de nuevo por una cara bonita, por un hablar fácil o por un ‘confiad en mi’. Tampoco, por supuesto, por maniobras de trastienda de las que han constituido las entretelas del poder desde que el mundo es mundo.
Nadie dijo que iba a ser fácil. Va a ser, pero nos va a costar dar lo mejor de nosotros mismos. De una forma completamente inesperada se han dado las circunstancias económicas y políticas para que un improbable cambio de gobierno conlleve una revolución democrática de nuestro país.
De cara a los próximos meses y años no debemos perder de vista lo que pasó en anteriores momentos históricos que se produjeron tomas de poder, en mayor o menor intensidad. La II república, la transición, la llegada del PSOE al gobierno. En todos los casos se equivocaron prioridades, se dejó de trabajar para el futuro, se bajó la vigilancia o el conformismo se hizo protagonista. En todos los casos hubo una sensación muy grande de triunfo, como si llegar hasta allí hubiera supuesto una meta, cuando en realidad era solo el principio de un camino.
Para que en los próximos meses la acción de transformación democrática y su consecuente toma del poder institucional sea agente de cambio político y social deberemos estar vigilantes y participativos durante mucho tiempo, por no decir siempre. Nuestro sistema democrático es de delegación. Y en cualquiera de los partidos que van a formar los próximos gobiernos el poder delegado, de una manera u otra, debe sentirse incómodo siendo poder.
Esas son precisamente las dos naturalezas del cambio social que se requieren para poder enfrentarnos de forma eficaz a los poderes económicos oligárquicos que han cortocircuitado, corrompido y anulado todas nuestras instituciones: La participación en las decisiones y la vigilancia de su cumplimiento. Todos los nuevos representantes, todos los aspirantes a tomadores de decisiones en partidos e instituciones deben ser también sus principales críticos, sus propios vigilantes, con nuestra colaboración.
Por supuesto que con nuestro apoyo, claro. Este cambio que tenemos por delante es una oportunidad no ya de tomar las instituciones, sino de intentar una construcción social, política y económica de un nuevo país. La consecuencia también de nuestros errores del pasado, pero por supuesto la muestra de la voluntad por vivir de una manera responsable, libre, consciente, colectiva, comprometida. Una apuesta por una vida verdadera y honesta, alejada de la mentira en la que nos había hecho creer el sistema y de la miseria a la que ahora nos están abocando.
Y por supuesto que es muy poco probable. Por supuesto que es realmente difícil. Y por descontado que para lo que hemos sido educados, lo que hemos aprendido y en lo que hemos estado pensando hasta hace apenas tres años no tiene nada que ver con esto.
Pero el cuando es ahora, y el qué es esto: el momento de comprometernos con nosotros mismos, nuestros hijos, nuestros vecinos; el momento de dar lo mejor que seamos capaces para poner día a día los cimientos de una vida posible, de abajo arriba, que arrincone la vida imposible que el sistema había decidido para nosotros.
Hay 3 valores con los que cualquiera de nosotros deberemos contar para formar parte de este cambio: compromiso, generosidad y humildad. Deberemos apoyarnos los unos en los otros con humildad, deberemos ser generosos apoyando a los que flaqueen o duden y deberemos mantener nuestro compromiso con todos para que este viaje tan largo y difícil llegue a buen puerto.
No es ahora o nunca. Vamos a tener en el futuro más oportunidades de hacernos con los mandos de nuestra propia existencia, de vivir conscientes, de conseguir ser más libres y más felices. Pero la primera gran oportunidad es esta. En las próximos 14 meses vamos a tener 3 oportunidades de elegir quienes y cómo van a ser nuestros instrumentos democráticos, quienes y cómo van a servirnos a los ciudadanos desde su posición institucional. Parece el momento perfecto para adquirir ese compromiso con la democracia y con la vida digna para todos. Unámonos.
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