Una pandemia que ha crecido progresando más en la fantasmática popular que en la realidad objetiva, ha puesto contra las cuerdas no solo al capitalismo y a las ciencias médicas en todo el mundo, también ha sido la campana salvadora para anacrónicas dictaduras que estaban a punto de ser arrojadas al basurero de la historia.
Es el caso de Argelia, donde los tiranosaurios sobrevivientes un régimen jurásico, daban hasta hace pocas semanas sus últimas boqueadas.
Apenas dos semanas atrás, reportaba la Pantera Argelina que decenas de miles de argelinos habían vuelto a ganar las calles gritando que no temen al coronavirus más que a su propio gobierno. El pueblo indignado había ganado visibilidad en las calles sin que haya decaído el ánimo ni la afluencia de los manifestantes, que meses atrás habían forzado la renuncia del jefe de estado y pedían profundizar el proceso de cambios.
“Más tememos al gobierno que al coronavirus, vosotros sois una plaga peor” habían coreado proféticamente los participantes de las protestas, y en pocos días los personeros de la dictadura les dieron la razón.
Cabalgando sobre el fantasma de una amenaza invisible, la tiranía argelina ha logrado lo que no pudieron sus brutales represiones y amenazas: paralizar las protestas que estaban a pocos pasos de convertirla en apenas un triste y trágico recuerdo.
El costo más alto del alto en las manifestaciones fue ofrendarle a los crueles represores la oportunidad de mantener en prisión a Karim Tabbou, figura emblemática del Hirak y gravemente afectado por un derrame cerebral. Los tribunales en medio de grotescas transgresiones como sentenciar al acusado en ausencia de su defensa, fabricaron un nuevo caso contra el detenido para mantenerlo en prisión incumpliendo la orden de ponerlo en libertad el 26 de marzo.Ç
A pesar del repudio de organizaciones por los derechos humanos a las que nadie le presta atención en tiempos del coronavirus, hoy Karim Tabbou se ha convertido en un mártir invisible no solo para la opinión pública mundial, también para sus propios abogados defensores, para sus familiares y su misma esposa. Ni sus más cercanos allegados conocen su actual paradero en un país donde una dictadura brutal ha recibido una inesperada oportunidad de calafatear.
Luego de más de un año de haber logrado uno de sus primordiales objetivos, la dimisión de un presidente fantasma incapaz de hablar, cumplimentar con otros jefes de estado e inclusive privado de poder aparecer ante su pueblo, las protestas en Argelia finalmente han cedido ante un contubernio entre el poder totalitario, las consignas propaladas a escala global por los medios masivos y la complicidad con autocracias que exhiben hoy los organismos internacionales.
La carencia de recursos médicos para enfrentar a un ejército fantasma que nadie puede ver, y que retrotrae a la humanidad a siete siglos atrás, ha tenido como saldo oxigenar autoritarismos agonizantes como el argelino y convertir a gobiernos débiles en exultantes bonapartismos.
En algunos países con tradición autoritaria, los ciudadanos incapaces de imponerse a sí mismos las conductas adecuadas, exigen a los estados que socaven su propio empoderamiento y les impongan limitaciones de libre circulación endureciendo medidas de control que invocan a la tentación autoritaria.
Argelia, país habitado por los condenados de la tierra a quienes la humanidad aún debe una disculpa, vuelve a estar en la primera línea de víctimas. LAW
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