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Estupidez del sometimiento

Las decisiones frívolas de los gestores, convierten en estúpidos los sometimientos, aún con la gravedad del momento
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 3 de abril de 2020, 13:43 h (CET)

Las exhortaciones sirven para poco. Se escucha poco en el atareado mundo de las comunicaciones, la mezcolanza de sus mensajes contribuye a una saturación frustrante. Se entiende con notables deficiencias cuanto ocupa los ambientes, a los criterios ni se les espera. Se interesan pocas personas por pocas cosas y diferentes; sobre todo plegadas a la inmediatez. Se expande la cultura del mero entretenimiento, en plena huida de cuanto implique compromiso o sacrificio.


La lógica se torna infausta, porque con estos mimbres palidecen los augurios, que además de pálidos, preven turbulencias por DISTORSIONES libertarias, configuradas a base de mediocridad e intransigencias mostrencas con ínfulas totalitarias.


En esta parafernalia con tantos implicados, donde casi podemos afirmarlo, no se aprecian dos posiciones idénticas; es fácil de intuir y difícil de soportar, la contemplación de la poquedad de cualquier individuo embarcado en la aventura existencial. Los vaivenes son potentes, incrementan los desplazamientos involuntarios y la desorientación en cuanto a las propias ideas. Crujen los INTERROGANTES personales con estridencias variadas. ¿Quién se ocupa de mí? Si no lo hago yo, ya me dirán. El interés por mis circunstancias, ¿Estará cubierto por alguién? ¿Me invitan a la pasividad resignada? ¿ Solicitan o permiten de verdad mi participación? ¿No serán excesivos los estímulos a favor de los seguidismos sectarios?


Rememorando al recientemente fallecido George Steiner, es agradable la celebración del sentido babélico de la inmensa ciudadanía en activo. La riqueza de lenguas expresa de manera genuina el sentir de mucha gente, hablan sus almas a través de ellas. Decía Steiner, a la hora del entendimiento entre las personas se requiere la práctica de una TRADUCCIÓN de los contenidos expuestos al hablar; una tarea difícil pero enriquecedora. Para no enturbiar esas comprensiones, conviene una atención esmerada. Los malversadores abundan, son capaces de mezclar sus intereses mezquinos con esas comunicaciones, como notamos en lamentables ejemplos penosos de la actualidad.


Aunque este claro desde un principio, conviene recalcar el camino imposible para los pretendidos iluminados; tienden a olvidarlo e impresionarnos desde su olvido imaginario. En efecto, ¡Son tantos los mundos CONTRAPUESTOS! Más allá de los conocimientos modestos huele a chamusquina. Veamos sino las aportaciones de la antigüedad, apenas mostradora de vestigios; frente a la modernidad inflada de soberbia enajenada. El mundo material o el espiritual, sin respuestas definitivas. El fondo del cosmos o el de la persona, como tales, intratables. La cercanía o la lejanía. La luz o las sombras. Ocupados en ventilar dichos asuntos, la osadía exigiría un comedimiento, apenas asumido en la práctica.


La experiencia actual algo nos dice, aunque también es cierto, nunca deja de sorprendernos. Peleamos lo indecible a la hora de concretar los conocimientos, discernir los detalles fundamentales en cada ocasión. Ahí radica precisamente una de las sorpresas, cuando ya habíamos reunido los rasgos definitorios, ¡Algo no encaja! Descubrimos el dinamismo evasivo de los conceptos. La vida, la familia, patrias, amores, bonhomías o maldades; no encajan en la fijación de una simple definición. Se devalúan en la medida de su fijación. Si de verdad las vivimos, se van modificando. Estas limitaciones son generales, esa INDEFINICIÓN nos iguala en la incertidumbre; no hay definidores incontestables.


Y es que los absolutos no existen por estos lares mundanos. Cuando atisbamos alguna imagen o captamos algún concepto, quedamos prendidos como si estuviéramos ante una realidad al completo (Mensajes, decretos, presencias, ausencias, incluso hechos consumados); mientras desatendemos a la serie de pormenores involucrados en dichas figuraciones. Quien más, quien menos, captaremos sólo VESTIGIOS de las inmensas ramificaciones de la realidad; por lo tanto, siempre estaremos expuestos al surgimiento de nuevas porciones de la misma. La incompletud, junto al carácter cambiante de las conexiones, impiden mayores contundencias.


Para la convivencia son imprescindibles los contactos, otra cuestión será si acudimos a ellos de buena fe o con el ceño fruncido tramando maldades. A la hora del establecimiento de los contactos, a través de escritos, pantallas, grabaciones o del insustituible cara a cara; en cualquiera de ellos, hemos de contar con una DOBLEZ inevitable, un tanto estructural.


Las expresiones de un lado nunca serán completas, tampoco las del interlocutor; no es fácil, más bien imposible, expresar todo lo que uno pretende. Mas, a la hora de la captación son notables también las diferencias receptivas. Sus servidumbres repercuten en la vida social precipitada, por lo demás, sin demasiado ímpetu comprensivo.


Las dificultades, las carencias, la impotencia para alcanzar las cotas mejores, no deben sorprendernos; con el mínimo pensamiento sobre lo que somos, serán fáciles de comprender. No menos cierta es la amplia variación en cuanto a las aspiraciones. ¿Adónde queremos ir a parar? Para encaminar las actitudes propias hacia logros gratificantes, además de conocernos, suele venir bien el planteamiento de unos IDEALES, objetivos valiosos; por quello de intentar acercarse a ellos. Corren tiempos en los cuales el fulgor de esas metas suena a estructuras falseadas, establecidas sin las oportunas reflexiones. Debido a su inconsistencia, las propuestas se transforman en aliento para las posturas degenerativas.


La cruda realidad es intempestiva, incordia a todos, con verdadera pujanza en contra de los debilitados por cualquier causa. Se habla de algunos métodos para el alivio de dichas presiones. Algunos son practicados por los individuos situados en los sectores favorecidos, como el aislamiento para sus decisiones, prisa, aceleración, corrupción, violencia institucional u ocultamientos. Los más perjudicados recurren al gregarismo, indolencia, indiferencia o simple resignación. Como se comprueba con el paso del tiempo, se trata de REFUGIOS INÚTILES, porque escamotean las consideraciones elementales de las características peculiares de los afectados. Unos someten y otros quedan sometidos.


Aún no se ha inventado la manera de sustituir las trayectorias personales. Suplantarlas sí, es un hecho a base de impedirles la circulación sujetándoles en compartimentos controlados. La jugada suele ser reiterativa; la tenacidad de los empoderados siempre es voraz a costa de los dominados. Con la progresiva ANOMIA de no llamar a las cosas por su nombre significante. Apreciamos una cierta complacencia general, mutada en complicidad incomprensible.


La tarea inacabada de quienes se consideren personas es la de sacar de sus alforjas el espíritu crítico, con la energía insobornable de la gente exasperada. La presencia propia frente a la estupidez de los sometimientos injustificados, representa el clamor por la imperiosa RENOVACIÓN comunitaria.

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