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Platón y la Ética

El bien es para este filósofo una forma de lo bello, según proporción y medida. La intención de alcanzar la felicidad o la vida buena es un deseo humano incuestionable
José Manuel López García
miércoles, 19 de noviembre de 2014, 07:51 h (CET)
A juicio de este gran filósofo el ser humano no es puro intelecto, y aunque la contemplación de las Ideas o Formas es la más elevada actitud cognoscitiva, esto no supone que descuide los placeres sensibles. Platón si bien insiste en sus diálogos en la superioridad de los placeres intelectuales sobre los corporales, no se opone al goce de los mismos con prudencia. Y es que los sentimientos agradables, y el cultivo de la mente o del espíritu son perfectamente armonizables.

El bien es para este filósofo una forma de lo bello, según proporción y medida. La intención de alcanzar la felicidad o la vida buena es un deseo humano incuestionable.

Para este gran pensador la virtud se alcanza con la práctica de la misma. En relación con esto escribe Platón en el diálogo Teeteto respecto al modelo de bondad que debemos llegar a ser: «Tan parecidos a Dios como podamos, y esto es también hacernos justos con ayuda de la sabiduría».

Indudablemente, para él bondad, virtud y felicidad son el bien del alma. Es cierto que Platón aceptó el intelectualismo moral de su maestro Sócrates, aunque, considero que es irracional, ya que es evidente que el conocimiento del mal no evita su realización. De hecho en los actos delictivos los jueces analizan las conductas respecto al cumplimiento de las leyes, y no en función de los supuestos aspectos ventajosos de los comportamientos que no respetan las normas. En tiempos de Platón estos matices se contemplaban. Según el maestro de Aristóteles ninguna persona hará deliberada e intencionadamente lo que sepa que en todos los aspectos le será perjudicial. Aunque también es cierto, que en numerosas situaciones este cálculo conductual es erróneo. Y la solución es comportarse siempre bien.

Desde una consideración más amplia, es necesario reconocer que la virtud se puede aprender, y la bondad no es un concepto relativizable como pensaban y enseñaban los sofistas, tan criticados por Platón, por su negación del universalismo moral y su escepticismo.

Además la enseñanza ética ha de estar presente en la educación del ciudadano. Esto supone que la ética y la política están unidas y son el resultado de una adecuada educación para Platón. Algo resaltado también por Guzmán Guerra en sus explicaciones sobre la ética platónica: «Para que los hombres resulten ser mejores hay que lograr que el régimen cívico de la polis esté presidido por la justicia y la convivencia, pero para conseguir este objetivo intermedio hay que lograr antes la buena educación del ciudadano». Y este planteamiento, en mi opinión, es perfectamente aplicable en pleno siglo XXI, en una sociedad que está afectada por gravísimos problemas de corrupción, y de injusticia y desigualdad.

Para Platón la justicia es el eje fundamental sobre el que gira la República, su diálogo más importante. Sin el valor ético de la justicia la política y el poder quedan deslegitimados. Desde la perspectiva del estado ideal elaborado por este filósofo la clase gobernante debe ejercitar la sensatez, ya que si esto no sucede, existe una carencia de armonía y equilibro ético que produce injusticia.

El mismo Platón escribe respecto a la necesidad de una buena educación de cada ciudadano para que llegue a ser: «Hábil, inteligente, sensato en los asuntos públicos y privados». En efecto, esta en la vía mejor, a mi juicio, para lograr la felicidad colectiva es necesario partir de la disposición general a obrar bien, por poseer un alma buena, algo planteado explícitamente por este sabio ateniense.

La formación profunda de los ciudadanos a través de la educación, es uno de los medios esenciales, para una mejor y más solidaria sociedad civil, y para una actividad política que no deje de lado la ética.

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