Nos encontramos en la portería. Yo salía a comprar pan y ella iba a buscar cobertura. Nos saludamos con la mascarilla y los dos metros de distancia reglamentarios. Horas más tarde gritaba y reía al mismo tiempo como si estuviera en mi habitación. Al principio me asusté, pero cuando escuché su conversación telefónica y al poco después un 'Viva España' y a continuación la cadena del baño entendi que se encontraba bien.
Por lo visto hay personas que tienen por costumbre compartir sonoramente sus deposiciones, como el que comparte una fotografia o una canción. Nunca lo he entendido, quizás soy demasiado tímido y deberia llamar más a mis contactos mientras hago mis esfuerzos para superarlo.
Días más tarde volví a encontrarme con ella cuando estaba en el ascensor, me aguantó la puerta. Al final el uno por el otro y como ninguno tenía guantes, nos quedamos en la misma planta sin subir y decidimos empezar una conversación.
Resulta que tiene un hijo mayor y una hija; el vive lejos y ella vive alejada en su cama. Me contó el miedo que tiene de repetir los mismos errores, que sigue cometiendo. Yo le pregunté a quién llama cuando está cagando, porque al no saber cómo responder a sus preguntas la mejor forma de salir de ese tipo de conversaciones es preguntar algo más íntimo todavia. Me dijo que a su pareja, y me confesó además que le pone en altavoz para que no se pierdan detalles del sonido porque la memoría, cuando funciona, es algo mucho mejor que una fotografía o un audio en el disco duro. Y yo pensé que si se estropea el disco duro, siempre quedará el vecino.
Si hubiera sido mi vecina de (más) arriba habríamos roto el ascensor en pocos minutos. Pero con esta vecina tenía más aprecio que deseo, principalmente porque empatizaba mucho con esa hija que me recordaba a mi adolescencia, aunque no por su insolencia. Entonces yo era bastante rebelde, no recuerdo haber tenido a una madre tan despistada ni tampoco haber sido tan consentido.
Mi vecina era conocida en el edificio porque los vecinos se quejaban constantemente de sus conversaciones telefónicas de madrugada, pero siempre se quejaban entre sí. Como nadie le dijo directamente lo que pensaban, ella seguía actuando igual y casi todos aprendieron a escuchar; muchos de ellos acudían puntualmente al baño cuando era la hora de su deposición, como el que escucha los aplausos de las 20:00h y sale a aplaudir al balcón para reconocer el trabajo de los sanitarios españoles. Hay gente en España que aplaude los pedos.
Mañana es el 20 de abril de los Celtas Cortos, y yo todavía sigo de luto por Aute y el recuerdo por Enrique Urquijo y Antonio Vega como si fuera ayer. Llevo semanas sufriendo por lo de Sabina, Serrat se cuida mejor e Ismael Serrano todavía es joven para darnos un susto. Echo de menos a Tontxu, parece que no encontró su hueco. Mientras tanto sigo con mi indie... quién soy yo, ya, para recomendar ahora, a Love of Lesbian o Vetusta Morla. O, a Vetusta Morla y Love of Lesbian.
Menuda suerte la mía. A mi vecina de (más) al lado le gusta el reguetón.
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