Cuando este 21 de abril la reina Elizabeth II cumpla sus 94 años de edad no se espera ninguna gran celebración. Las islas británicas están cuarentena y para entonces es posible que el COVID-19 ya haya quitado la vida a unos 30,000 compatriotas suyos entre quienes se despidan del mundo en los hospitales, asilos, casas de retiros o cuidado u otros lugares.
En sus 98 años de reinado Elizabeth II nunca se había enfrentado a una crisis humanitaria y a una epidemia tan grave como la actual.
Mientras tanto, el primer ministro británico ya ha empezado a ir asumiendo parcialmente el control de su gobierno tras haber estado durante dos semanas neutralizado por haber contraído el COVID-19. Dos domingos después de haberse convertido en el único mandatario del mundo en haberse hospitalizado por el virus Boris Johnson debe prepararse para que el parlamento reasuma sus funciones a inicios de la semana y todo ello en medio de que se revelen cifras escalofriantes.
El domingo 19 de abril el gobierno reconoció que hay más de 16,000 pacientes de coronavirus fallecidos en los hospitales británicos. Sin embargo, dos días antes, el viernes 17, el matutino más proclive a Johnson, The Daily Telegraph, colocó en su tapa la noticia que las agencias de casas de retiro y asilos afirmaban que a las cifras oficiales hay que sumarle un 50% más de defunciones, que son las que se producen en esas instituciones y fuera de las entidades del Servicio Nacional de Salud (NHS).
Potencia viral
El Reino Unido, que fue la cuna de la revolución científica e industrial, ya viene convirtiéndose en la potencia que tiene la peor tasa de muertos en relación a pacientes sanados por el COVID-19.
Cuando el martes 14 se empezaba a sobrepasar la cantidad de 2 millones de infectados a nivel mundial, El Reino Unido (UK) reportaba un total de casi 94,000 casos y más de 12,000 muertos. Es decir, que igualaba a Italia y a España en tener un fallecido por cada ocho pacientes afectados por dicho virus. Sin embargo, 4 días después la cantidad de fallecidos en hospitales subió en 4,000 más.
Empero, hay dos datos aún más alarmantes. Cuando el domingo de la resurrección el Primer Ministro británico Boris Johnson resurgió tras haber estado hospitalizado durante semana santa, las cifras oficiales arrojan que por cada enfermo sanado de coronavirus hay una treintena de fallecidos. Esto es una relación casi inversa a la de China o Alemania, donde hay una veintena de recuperados por cada víctima fatal producida por el COVID-19.
El segundo dato escalofriante es que las cifras que da el gobierno británico son mucho más bajas que las que da la Oficina Nacional de Estadística (ONS), entidad pública que estima que los muertos de UK por coronavirus son un 50% más. Esto se debe a que el primero solo informa de las defunciones que se han dado en hospitales, mientras que el segundo toma en cuenta a quienes han fallecido en sus casas, asilos, casas de salud u hospicios.
En los países vecinos como Francia, Irlanda, España o Italia alrededor de la mitad de las defunciones por COVID-19 se dan en hospitales por lo que si aplicamos esa misma relación los británicos deberían presentar entre un 50% a 100% más de fatalidades producidas por dicho virus que las cifras oficiales. Esto último implicaría que el Reino Unido podría pasar del quinto al segundo lugar a nivel global en la cantidad de muertos por el coronavirus.
Sin embargo, no hay cómo lograr una cifra exacta. Analizando la cantidad de fallecidos que se dieron en UK en la semana que culminó el 3 de abril, la ONS sostiene que el 21% de éstos, o sea 3,475 defunciones, fueron originados por el coronavirus. No obstante, al comparar el número de fallecimientos en esa misma semana con el promedio de los últimos 5 años se ve que en el 2020 hay 6,000 más muertos que lo que normalmente se espera.
El Profesor Sir David Spiegelhalter, Presidente del Centro Winston para la Comunicación del Riesgo y la Evidencia de la Universidad de Cambridge, declaró al diario “The Independent” que: “Yo estaba genuinamente en shock al ver la punta de muertos y alrededor de la mitad de la punta de muertos no tenía al COVID-19 en sus certificados de defunción.” “Esto podría apuntar a un altísimo caso de fallecimientos de casas privadas o en casas de cuidado”, además de mencionar otros “daños colaterales” de gente que no pidió oportunamente ayuda médica cuando debió hacerlo (“The Independent”, 15 Abril 2020).
Según el Instituto de Estadísticas y Mediciones de Salud de Seattle los muertos por coronavirus en UK podrían acercarse a los 3,000 diarios en los próximos días y a 66,000 para agosto. Esto último implicaría que para esa fecha uno de cada mil británicos habría perecido por el COVID-19. También conlleva a que para entonces UK tendría más fatalidades por esta plaga que la suma de muertos que en 4 meses tendrían juntos los países europeos más golpeados por la pandemia: Italia, España, Francia y Alemania.
Si es que a los más de 16,000 pacientes de COVID-19 muertos en los hospitales se les suma un 50% más que son los que perecen en casas de retiros, domicilios y otros lugares, podríamos acercarnos a los 25,000 muertos, lo que implicaría que uno de cada cinco de los 120,000 infectados por el coronavirus perecen.
Una de las cosas que más los británicos aprecian es tener un Servicio Nacional de salud (NHS), el cual es gratuito, universal y de alta calidad. Empero, esta pandemia ha demostrado que éste ha venido padeciendo mucho tras una década de recortes y medidas de austeridad.
El gobierno se ha visto obligado a pedir disculpas por la escasez de equipos de protección personal para su staff de salud. En UK es prácticamente imposible conseguir mascarillas y las que se ordena en línea demoran hasta un mes en arribar. Un reporte de la CNN asegura que uno de cada tres trabajadores de salud que se han hecho el test por COVID-19 resulta teniendo tal virus.
Un caso muy triste es el de los sobresalientes médicos y paramédicos filipinos. Hoy es casi imposible entrar a un hospital británico y no ver a algún enfermero de nombre hispano y ojos achinados. Ellos han demostrado ser un personal de primera, altamente cualificado y muy atento y servicial. Sin embargo, dentro los 18,000 filipinos que trabajan en el NHS uno de cada mil ha muerto contagiado por el coronavirus.
Latinos y minorías étnicas
El COVID-19 donde más estragos causa es en Londres y el sector más desproporcionadamente más afectado por esta plaga son las minorías étnicas. Son estas últimas las que dominan la lista de víctimas fatales dentro del personal de salud. Uno de cada tres muertos por dicho virus se dan dentro de los que no son blancos británicos, pese a que ellos apenas representan un octavo de los 66 millones de británicos.
El distrito más contaminado de UK es el más multirracial de todos: Brent. Allí está el estadio de Wembley y el Pequeño Brasil. Los otros dos municipios que le siguen son Lambeth y Southwark donde encuentran la mayor concentración de hablantes del portugués y del español en UK, respectivamente.
Cuando Johnson dio su mensaje de agradecimiento al NHS destacó el rol de dos enfermeros extranjeros que evitaron que él muriera. Una es una neozelandesa y otro es Luis Pitarma, un miembro de la comunidad iberoamericana de UK, la cual bordea el millón de integrantes.
Y, precisamente, los luso-hispanos son uno de los sectores más golpeados por esta epidemia en UK, tal y cual pasa lo mismo en Nueva York. Esto se debe a que muchos de ellos se encuentran en la trinchera frontal que trabaja a diario contra el virus en los sectores de salud, trasporte, limpieza o repartos. Más del 20% de los 150,000 médicos, paramédicos y trabajadores de salud extranjeros de UK tienen un nombre o apellido ibérico, lo cual demuestra la alta participación de los hispánicos, luso-brasileños y filipinos en la guerra contra la pandemia.
Los principales centros culturales, sociales y comerciales de los iberoamericanos se encuentran en los distritos más afectados por la plaga. Muchos de ellos, al igual que más de 3 millones de ciudadanos europeos residentes en UK, tienen dificultades para acceder al sistema gratuito de salud debido a que no entienden bien la lengua.
No sabemos cuántos de los iberoamericanos están enfermos o muertos pues el censo no nos contabiliza como una categoría, tal como pasa hoy con los 60 millones de latinos en EEUU o como Johnson prometió hacerlo cuando fue alcalde de Londres en septiembre 2010. Lo que sí puedo decir como testimonio personal es que casi no hay día en que no me dejen de llamar para informarme de la muerte de al menos un miembro de nuestra comunidad.
Cuando Johnson permaneció una semana en el Hospital de Guys y Saint Thomas también lo estuvieron otros latinos. Uno de ellos, el colombiano Alberto Pérez tuvo la suerte inversa que la del Primer Ministro. Otro de ellos, José Miranda, quien fuese al último alcalde que tuviese el distrito limeño de San Martín de Porras antes de que se le desprendiera Los Olivos, se ha ido recuperando allí de un agudo COVID-19. Mientras Miranda y otros parientes suyos se recobran del virus, ellos recibieron la noticia de que su matriarca, la ayacuchana Ernestina Valladares de Miranda, perdió la vida en el infectado municipio de Lambeth.
Cuestionamientos
El gobierno británico es el más contaminado por COVID-19 en el planeta. Su mandatario ha sido el único en haber entrado a cuidados intensivos por ello, mientras que el futuro rey Carlos también contrajo dicho virus, al igual que la novia embarazada de Johnson, su principal asesor, sus ministros de salud mental y de salud, el oficial jefe médico y muchas otras autoridades más.
Desde que en 1940 Elizabeth II dio su primer mensaje radial, esta ha sido la primera vez en 80 años en que ella ha dado dos en el lapso de seis noches, y ambos referidos a la pandemia. Nunca antes la corona británica se había enfrentado a un enemigo tan terrible como es el virus con corona. Esta es la peor emergencia sanitaria nacional desde la II Guerra Mundial.
La oposición acusa a Johnson se haber aplicado medidas tardías y parciales frente al COVID-19. En el lapso de un mes, desde el día en que se produjo el primer muerto hasta que cuando él fue internado, murieron 5,000 personas. Al inicio Johnson, al igual que Donald Trump, Jair Bolsonaro y otros mandatarios de ideología neoliberal, se mostraron más interesados en la salud de la economía que en la de su población. Por ello no quisieron darle suficiente importancia. Incluso Johnson barajaba la idea de que era bueno que algunos se vayan contagiando para generar anticuerpos colectivos. Él seguía dando la mano por doquier. Todos esos descuidos casi le cuestan su propia vida.
La oposición cuestiona al gobierno por seguir teniendo el parlamento en receso hasta el 21 de abril, por su supuesta negligencia que puede producir decenas de miles de fatalidades y por haber ido reduciendo las inversiones en servicios públicos como el de salud. Para el laborismo las medidas de austeridad han dañado al NHS y han creado mucha desigualdad social, terreno fértil para que el virus avance (particularmente dentro de las minorías étnicas). Los liberales acusan a los conservadores de que el Brexit ha creado muchos problemas económicos y también la fuga de personal europeo clave del NHS.
El gobierno, mientras tanto, viene extendiendo la cuarentena, ha garantizado que todos los trabajadores sigan recibiendo sus mismos ingresos cuando son obligados a permanecer en casa y llama a la unidad nacional para enfrentar la crisis. Johnson ansía en avanza en ese objetivo ahora que los laboristas han reemplazado a Jeremy Corbyn por Sir Keir Starmer como su nuevo Líder. Su pragmatismo le puede obligar a tener que copiar varias recetas estatistas de sus rivales rojos.
El COVID-19 viene produciendo una tragedia humana que se empalme con una recesión económica. No será fácil que para el 31 de diciembre se firme el acuerdo final con la Unión Europea. La preocupación central que hay hoy en el Reino Unido es evitar que esta nación se convierta en el Reino del Virus.
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