Si preguntamos a los compañeros docentes sobre las tareas más engorrosas de su trabajo, dirán que son las correcciones de ejercicios y exámenes. Esas tareas tan comprometidas y que tanto afectan al alumnado para su futuro académico son lo más molesto a que se puede dedicar un profesor o maestro, y sin embargo forma parte del conjunto de su profesión y está obligado a hacerlas. No ocurre así con el hecho de dar clase, donde puede existir la satisfacción de poder comunicarnos de forma excelente con el alumnado, disfrutando la sesión, o por el contrario que llegue el cansancio a ambas partes, receptor y emisor, sin llegar a asimilar los contenidos que conforman el currículo. De cualquier forma, corregir siempre existirá en este ambiente, incluso la corrección de actitudes, faltas de respeto y palabras malsonantes desde el profe al alumno, de los padres a los hijos, de la autoridad al ciudadano, etc. Y ya también fuera del centro educativo, nos dicen que no se debe corregir en público y sí en privado, frente a las felicitaciones que sí se harán en público. Así nos llegan ganas de corregir tantísimas faltas de nuestras lecturas, pero nos arrepentimos, porque otros bien nos corregirían. Pero, ¿es lícito corregir en redes? ¿Debemos ampliar la profesión subiendo gratuita y voluntariamente la ratio del alumnado? Entiendo que al no ser nuestros alumnos, no hay obligación, no debemos corregir al detalle lo que cierta persona escribe en sus redes sociales y que desde las tuyas detectas como error. Ni siquiera por mensaje privado. Cierto que daremos juntos muchas patadas al diccionario, y no dejaremos de leer comentarios pateados, pero algunos habitantes del mundo no deben corregir al resto del mundo. Hay una regla no escrita, o escrita por alguien que desconozco, que traduce que hablar en voz alta, hablar a voces, lo hacen quienes escriben con letras mayúsculas. Lógicamente, las voces no se escuchan, puede que sí en algún audio que traduzca lo que se cuenta. Así ver solo mayúsculas, es como si nos hiciera daño, más de uno no aguantará sin corregir al compañero de wasap o Facebook, quien a su vez no dejará de tener sus propias faltas que alguien más corregirá, como ocurre con la recolección de las “hierbas del sabio”. Son los caprichos de las letras mayúsculas: ya saben, antes no se acentuaban, ahora se acentúan todas las que deben acentuarse como minúsculas; antes los niños aprendían las mayúsculas al final de sus últimos cursos del aprendizaje de la lectoescritura, ahora comienzan por ellas sin preocupación. Habrá que decirles que no griten tanto. Niños y profesionales de la escritura de hoy tienen correctores digitales potentes que aceptan lo bueno y colorean lo malo de las expresiones. Así es más fácil hablar y escribir con propiedad, aunque culpemos al corrector por los vocablos que nos mete cabezonamente. Y es que el hombre comunicador gusta de corregir siempre a sus iguales. Sean benévolos con mis faltas si aquí aparecen. Gracias.
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