38 días de encierro. Revolución afrancesada que no firmo. Y paseo de encierro por el porche. Itinerario haciendo ochos. Son 68 pasos. El pateo sinuoso se convierte en paseo. Puerta, lateral, escalera al jardín, leñera y puerta. Atento al jardín, lo demás se oculta, como si estuviera fermentando. Estamos de luto.
En el jardín hay dos macetas nuevas. Tras un ventarrón, un geranio viejo apareció volcado con unas ramas rotas. Habia vasijas con tierra pero sin planta. Hoyo en dos. Ramas convertidas en esquejes. Plantación. Lluvia y, ¡sorpresa!, VIDA. En el jardín, fruto de la reclusión y un afán de jardinero sin oficio, aún de luto, hay dos macetas con hojas nuevas de geranio.
Al fondo, a la sombra del pruno y junto al seto de las hortensias, el rododendro verde. Ramaje repartido, con hojas brillantes formando una especie de ramilletes de peciolos dispuestos como varillas de paraguas. Pero encima, como presidiendo cada ramillete, la contera de una yema. Exuberante, con preñez vegetal de primavera.
Un alto en el paseo, bajada de escaleras e inspección cercana de la yema. Vista de cerca, produce sensaciones encontradas, de alumbramiento dulce o explosión violenta y sin control. Vuelta al porche, paseo en el encierro. Sin querer, empieza a despertar el duelo que ha ido acumulándose con los pateos: Virus, infectados, muertos. Los amigos del dominó que cayeron: Ezquiaga, Pastor, Rabadán. La farmacéutica que me vendía medicinas que está muerta y por enterrar. El primo carnal de mi mujer. En paz descansen. Después, Sánchez y los ministros que nadie tiene como propios. Congoja. Miles de muertos. Cuántos debidos al virus e inevitables cuántos por errores del Gobierno, y cuántos pulmones masacrados en los que pueden ser enfermos mientras vivan. Más paseo y mas ochos que, sinuosos, cuelan cifras. Los muertos en Corea, China, Alemania, Francia, Italia, Reino Unido. Ejercicio mental y división. Millones de habitantes entre número de muertos dan cifras. Cada país la suya. Es inevitable calcular la de España y relacionarla con las demás. Horror.
Los ojos se van húmedos a una de las yemas de rododendro. Está a punto. Flor. Estambres y pistilos sin aparecer. Masculino y femenino. Géneros de la naturaleza, sin ministros ni cartera de Igualdad que los confundan. La ministra de Igualdad está contagiada. Importa, pero poco porque la yema va a explotar. Será cosa del tiempo, y de calores. Lo que va a salir en el jardín es conocido. Todos los años aparecen las flores fucsias en las que las abejas cargan polen en sus patas.
Siguientes ochos. De las yemas no nacen flores, salen otras cosas: Coronavirus. Gobierno. Cadáveres. Pedro Sánchez. UVI. Pablo Iglesias. Ancianos en residencias. Ministros parloteando. Infectados. Ruedas bla, bla, bla, que llaman de prensa. Enfermos. Respiradores sin comprar. Expertos. Mascarillas y engañifas. Recuperados. Mítines disfrazados. Fábrica y difusión de bulos. Opiniones subvencionadas. Noticias compradas.
Última vuelta al porche. Vista a los dos geranios nuevos. Y a la contera más alta, que, como pezón en corona, está a punto de florecer. Ojalá. O de explotar. Pero estamos de luto. De momento, es una yema de rododendro.
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