Dice Juan Goytisolo que hay opiniones prefabricadas como hay frases hechas, y que una vez sancionadas por una especie de asenso común, circulan como moneda contante y sonante, sin que nadie se tome la molestia de analizarlas y, con mayor razón, ponerlas en tela de .juicio.
Corresponde a la especie, sin lugar a dudas, la que favorece la lucha del “pueblo saharaui” en España, y que se extiende a través de un profuso entramado de ONG hasta el Caribe y América Latina. En esta última región, la posición que Cuba adoptara buscando su lugar en la guerra fría fue por mucho tiempo artículo de fe para la izquierda.
A propósito de tintes y filiaciones políticas, el Premio Cervantes Juan Goytisolo, aclaraba en su libro sobre la cuestión del Sahara que a pesar de identificarse con la causa marroquí en ese tema, sus simpatías políticas e ideológicas cuando escribió su ensayo iban hacia la Revolución argelina. Al respecto, el laureado escritor recuerda haber sido testigo durante su exilio en Paris de la violencia ejercida en esa ciudad contra las minorías argelinas, y se jacta de haber colaborado con su resistencia en tiempos en que luchaban por su independencia.
Pero Goytisolo también recuerda a los españoles uno de los capítulos más infames de su propia historia imperialista: la intervención político-militar española en Marruecos, que ha sido calificada, con razón, por un buen historiador de la misma, de «una de las más absurdas y criminales acciones coloniales de la historia mundial de la opresión de los pueblos».
A propósito cita el libro del comunista español Miguel Martín, quien analiza despiadadamente la política de los colonialistas, para quienes Marruecos era “un zoco, un mercado de ascensos y recompensas, medallas y cruces”, y no solo para los militares “africanos” sino también para los partidos políticos republicanos, especialmente aquellos que representaban a la clase obrera, desde el 14 de abril de 1931 hasta la victoria de Franco”. La posición de muchos sectores políticos de izquierda que siguen buscando sacar rédito político prolongando el conflicto del Sahara, confirma que en gran parte, Marruecos sigue siendo lo que era en la década de 1930 para muchos españoles.
La realidad sobrepasa la imaginación: En los programas electorales de gobierno elaborados por el PSOE y el PC durante la república no figuraba, por ejemplo~ la menor referencia a las reivindicaciones nacionales y sociales del pueblo que la democracia española decía proteger.
Los obreros y campesinos del Rif o la Xebala no podían exponer sus ideales de libertad e independencia, y no tenían siquiera, bajo la égida de la presunta «República de trabajadores», derecho a sindicalizarse. Más significativo aún: ambos partidos marxistas no admitían en sus filas a ningún marroquí, y dicha segregación aberrante se mantuvo, según Martín, en lo que concierne al PC, durante los primeros diez años del franquismo, por más que la lógica y el simple sentido común reclamaran con urgencia la unificación de todas las fuerzas populares.
Con el levantamiento militar de Franco, los partidos marxistas, en vez de concretar y dar cuerpo a la alianza objetiva existente entre las fuerzas democráticas españolas y• los nacionalistas marroquíes, se lanzaron a una propaganda chovinista, abiertamente racista, que no distinguía entre manipuladores y manipulados y ponía a todo el pueblo marroquí en el mismo saco.
Goytisolo también cita que una propuesta de sublevar el Rif contra el Ejército de Franco a cambio de una promesa formal de independencia, fue inexplicablemente rechazada por el bando republicano durante la guerra civil, cuando que podría haber salvado la república.
El internacionalismo proletario podía esperar. «Dos pueblos oprimidos han favorecido a la opresión con su separación. El final no podía ser otro.» dice Goytisolo a manera de moraleja.
Con el agua al cuello y a punto de ahogarse los partidos de izquierda de la República, ignoraron aún las reivindicaciones legítimas de Marruecos. Ello mientas Franco ofrecía toda clase de promesas y facilidades a los nacionalistas y canalizaba hábilmente el resentimiento popular contra los atropellos y violaciones de los derechos humanos .llevados a cabo en nombre de la República.
Un marxista-leninista como Largo Caballero denunciaba en las Cortes que al conceder la libertad a los marroquís, Franco violaba los acuerdos internacionales que garantizaban la existencia del Protectorado. Durante dieciocho meses -el tiempo necesario para movilizar en su favor a la masa marroquí-, la zona del Protectorado español se convirtió en el mejor refugio y centro de propaganda nacionalista del mundo' árabe. Goytisolo lamenta, repasando esta historia, que la izquierda española sea incapaz de aprender de sus errores del pasado y reincida en los mismos.
El resultado es conocido, los pueblos que no reflexionan sobre su propia historia están condenados a repetirla.
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