El Ingreso Mínimo Vital no es ninguna revolución. Por supuesto, es un gran avance comparado con lo que antes había, de eso no cabe la menor duda, pero hay que expresarlo con crudeza crítica: estamos ante una rara mezcla social entre solidaridad y caridad aunque quiera venderse de logro extraordinario sin tapujos.
Las derechas jamás lo hubieran llevado a efecto, esa es otra verdad como un templo, dicho a la pata llana. Lo revolucionario hubiera sido tocar las estructuras económicas, financieras, institucionales y normativas del régimen capitalista, toda una utopía que no se vislumbra en el horizonte inmediato.
No obstante lo señalado hay que aplaudir la medida a la vez que exigir a Unidas Podemos y al Gobierno de coalición que vayan más lejos, que miren con faros largos la realidad, que luchemos por una sociedad más igualitaria y justa.
Resulta evidente que 462 euros no cubren decentemente un mes de la vida de una persona en la actualidad; tampoco 1.015 euros, el tope máximo del nuevo ingreso, para un mínimo de cuatro individuos y hasta siete, entre adultos y menores. Pensemos en los gastos para manejarse con cierta dignidad: comer, asearse, vestirse, tener una vivienda y equiparla con enseres y muebles, etc.
A pesar de lo expuesto hay que salir al paso de las furibundas críticas que está recibiendo la medida gubernamental por parte de agentes de la patronal y las derechas más o menos fascistas. El montante anual del ingreso aprobado rondará los 3.000 millones de euros al año. Parece una enormidad sin embargo es casi nada si lo ponemos en relación con otras partidas de importancia menor o secundaria para el bienestar común del país.
Según el Banco de España, el rescate bancario de la crisis de 2008 costó al erario público 65 mil millones de euros, la mayor parte de ellos irrecuperables, o sea, que se han regalado a fondo perdido.
En esta sociedad constitucional, democrática y laica, la Iglesia católica, apostólica y romana ella se embolsa, siguiendo un estudio pormenorizado de Europa Laica, la bonita cifra de 11 mil millones de euros cada año en razón de subvenciones públicas y exenciones fiscales.
En esta ruleta comparativa merece un capítulo especial el gasto militar, el que se refleja tal cual en los presupuestos estatales y el que hay que buscar con lupa en réconditas partidas y organismos: sumando ambos conceptos el gasto en Defensa (¿quién nos ha atacado?) se eleva a 31.000 millones de euros. La investigación es obra del prestigioso grupo antimilitarista Tortuga.
Una cantidad desorbitada más para callar la boca de las elites privilegiadas y las clases medias emborrachadas de ideología tardofranquista. Los capitales procedentes de la patria española de veraneo en paraísos fiscales se calculan en 140 mil millones de euros. La autoría del estudio corresponde a Gestha, sindicato de técnicos de Hacienda. Saben de lo que hablan.
Resulta más que evidente que 3.000 millones para paliar la pobreza severa (mujeres, niñas y niños sobre todo) es una aportación raquítica. Se puede hacer muchísimo más. Habría que reivindicar con fuerza que se hiciera a la mayor brevedad posible. Mejor aún, habría que cambiar de base los injustos valores sobre los que se asienta la sociedad que hoy habitamos.
Otrosí antes de terminar. ¿Saben ustedes cuantó costaría pagar un sueldo de 1.050 euros al mes a los 47 millones de residentes en España? Redondeando al alza: 600 mil millones por anualidad. ¡Qué barbaridad!
Obviamente es una cantidad astronómica pero no saquen conclusiones precipitadas, por favor. Miren, milloncejo arriba o abajo, año tras año, en nuestro país se abonan 10 mil millones de euros en pensiones, se pagan en salarios unos 425 mil millones y la casta empresarial se embolsa alrededor de 530 mil millones limpios de polvo y paja después de regatear sueldos e impuestos. Todo ello suma muy cerca del billón de euros cada año.
Es decir, entre una Renta Personal (estamos incluyendo en esta hipótesis a todos los ciudadanos y ciudadanos, también a los menores de edad) y el Producto Interior Bruto actual hay una diferencia de casi 400 mil millones de euros a favor del segundo concepto citado, un margen amplísimo más que suficiente en recursos, bienes y servicios, tanto públicos como privados, que invertidos y repartidos con equidad darían para que todo el mundo viviese con holgura y afrontando el futuro con pocas o escasas incertidumbres más allá de las propias a la vulnerable condición humana.
Sin contar a la población en minoría de edad laboral (16 años), 29 millones de personas (asalariadas y pensionistas) se reparten 435 mil millones de euros y 6,5 millones de empresarios y autónomos 530 mil millones. La desigualdad retributiva, sin entrar en supermillonarios ni millonarios de postín ni marginados ni gente que sobrevive al raso, salta a la vista.
España no es pobre; lo que son escuálidas son sus políticas públicas de redistribución de la riqueza. Esos 3.000 millones de euros destinados a tapar el agujero del hambre y la sed de ahora mismo son una minucia, un tímido pasito en la dirección correcta. Aun siendo una medida paliativa las derechas y la patronal han puesto el grito en el cielo: ellos prefieren a la gente trabajadora en cueros vivos para explotarla más y mejor, con soldadas siempre a la baja y sin derechos contractuales. Para la sopa boba, ya sabemos, mercadillos de señoras encopetadas y la caridad catolicona de rancio abolengo.
Con un sistema fiscal progresivo, una sanidad y educación pública eficientes y un dispositivo comunitario de cuidados a la infancia, la dependencia y la vejez, con 1.000 euros al mes cada cual, como dice el aforismo, podría vivir de vicio. Las cuentas salen pero los que más tienen no se apearán del burro con argumentos lógicos y éticos. Solo nos queda la política. Para bien y para mal. Lucha de clases o guerra: ustedes deciden.
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