Hay tan solo una etapa de la vida en la que se quiere ser mayor a costa de lo que sea; se trata de la que transcurre durante la infancia y la adolescencia. En esos años se aspira a ser mayor pronto, para poder “disfrutar” de libertad y de vicios mayores o menores. Pasados los veinte años solo queremos ser una especie de “retrato de Dorian Gray”. Nos empeñamos en dejar de ser calvos recuperando la cabellera en misteriosos viajes a Turquía. Se someten a operaciones de todas las partes del cuerpo que acaban recauchutando los mismos a base de succiones e inyecciones. Depilaciones con láser que te permiten tener menos vellos que una muñeca. Etc. Etc.
Cuando la riqueza solo se basa en lo externo, se pierde gran parte de la posibilidad de mejorar la mente y los conocimientos queramos o no queramos. Sin un beneficio notable. El temor a la vejez acaba siendo precursor de una pobreza de recursos intelectuales y de valores, basada en la escasa explotación de las posibilidades del ser humano de adquirir un mínimo de sabiduría.
Esta pobreza se manifiesta en declaraciones de “personas mediáticas” cuya fama e influencia la han conseguido a través de un culto al cuerpo y a la juventud. No le dan importancia al sufrimiento de aquellos mayores -que les han cuidado en su primera etapa- que ahora tienen que vivir asustados y confinados por una pandemia que para los jóvenes apenas tiene importancia y que, para los mayores, es mortal.
Creo que sería conveniente que los jóvenes recapacitaran y tuvieran en cuenta que son los gestores actuales de la situación. Que un poco de sacrificio por su parte nos permitirá conservar la salud y la vida a sus mayores. Que no todo es belleza, gimnasio y juventud.
Creo que es muy importante el culto a la belleza y al cuerpo, pero lo es mucho más el vivir cada una de las etapas de la vida con todas sus consecuencias. Aprovechándolas como si fuera la última y agradeciendo a Dios la posibilidad de ser hijos, padres y abuelos de generaciones de seres humanos que permitirá la conservación de este maravilloso mundo.
Que conste que no estoy en contra de la juventud. Estoy rodeado de jóvenes maravillosos. Me refiero a aquellos que basan su riqueza en parecer. No en ser. Y especialmente los que quieren ser eternamente jóvenes sin serlo.
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