Natividad Cepeda como poeta es un gran abrazo a la tierra, esté en la llanura o exultante en los montes, con fuerza de molinos, o sacada de un Quijote, o sufriendo desdicha, porque ahí estará ella para abrazarla y darle toda su alegría y energía de persona nacida y agradecida in situ, o todo ese consuelo nunca dado por los que se consideran hijos de La Mancha; porque Natividad solo como manchega, es otra cosa, es la suma de todo lo manchego y al cuadrado y, solo como amiga, se podría decir que abraza con palabras, es fiel a su condición dada y se convierte en Hada de la Poesía, la que nos lanza a través de Facebook diariamente, sumándose a nuestro paisaje.
Pero no solo de poemas vive la autora, cuida un blog en redes donde periódicamente propone textos en prosa, a veces le sale lo poético en ellos, se brinda a seguir la actualidad, nos habla de la cruda realidad, de este tiempo increíble, del miedo a la intemperie, al contagio, a la muerte, a la desazón, a la pesadilla…, y si hemos de vivir sin miedo, nos habla de luchas contra el paro, la soledad y la inestabilidad creciente. Imposible no hablar de esto, no en vano es de Tomelloso, nos dice, la localidad con mayor número de muertes de España por Covid19 si comparamos estadísticas y datos de población. “Es el ciclo de vivir y morir / en nuestros nidos y apuntalar el llanto…/”
Ahora que los abrazos son virtuales, andan prohibidos incluso los rodeados de plástico y al aire por pandemias, ya que en plural hay que llamarlas por sus devastadoras consecuencias, Natividad se lanza a dar abrazos al paisaje con su obra “Abrazando el paisaje”, libro publicado dentro de la Colección Erato de Editorial Llanura.
Con prólogo del doctor en Historia Miguel Romero Sáiz y epílogo del investigador y escritor Luis Manuel Moll, Natividad Cepeda nos ofrece una cuarentena de poemas ajenos precisamente a cuarentenas, porque son auténticas sus escapadas a los ríos, jardines, montes, mieses, prados y viñedos, a las Lagunas de Ruidera, al Campo de Calatrava, “fuerza oculta de fuego originario”, incluso a otros países, se nos escapa Natividad, para sugerir y cuidar del ser humano y de la Madre Tierra. Más de una decena de fotografías dan fe de los viajes y trasiegos poéticos.
También hay paisajes interiores que se atreve a pasear y a escudriñar con valentía: los caminos de la espiritualidad, la Virgen de las Viñas, su santo Ismael, porque “creer es un don de Dios”, y nos avisa de lo que puede ocurrir: “La fe es un esqueje que brota cuando nadie / lo espera. Y Dios es al que nos asomamos / cuando otros paisajes se nos cubren de sombras.”
Pero Natividad como escritora es mucho más que este abrazo literario, es “luz / como regalo, con la ternura única / que soñaba de niña.” Es vid y una vendimia nueva.
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