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Empresarios de la pobreza en el Sahara Occidental

Los personeros de las ONG se eligen a sí mismo, y con tan débil respaldo popular, intentan usurpar la representación de los pueblos en el Sahara Occidental
Luis Agüero Wagner
lunes, 5 de enero de 2015, 08:04 h (CET)
En mayo del año 2014 falleció Frank Ruddy, un embajador norteamericano que desempeñó una importante responsabilidad en la Misión de Naciones Unidas para el Sahara Occidental (MINURSO), donde siempre actuó a favor de los intereses del pueblo “saharaui”. Este diplomático que fue nombrado y respondió siempre a los intereses del gobierno de Ronald Reagan, también fue administrador adjunto de la USAID, una polémica agencia de supuesta cooperación internacional vinculada a varios hechos de injerencia en América Latina y otras regiones del mundo.

Curiosamente, este desaparecido referente de la derecha de Washington, vinculado a organismos de injerencia imperialista, coincidió con una reivindicación emblemática de Cuba, de la izquierda española y parte de la izquierda latinoamericana. Una vez más, parecería confirmarse el viejo adagio de que entre la izquierda y la derecha solo existe una comedia. ¿Cómo explicarlo?

En este caso como en muchos, la clave para comprender la paradoja se encuentra en la célebre frase de “Deep Throat”, informante que precipitó la caída de Nixon tras el caso Watergate: “Síganle la pista al dinero”.

Detrás de la ayuda humanitaria existe un gran negocio, una de las vetas más importantes está en el aparentemente confuso conflicto en el Sahara Occidental. Esta tragedia “conmueve” a muchos activistas de ONG, y ni ellos ni sus organizaciones tienen afiliación real. Son en realidad grupos con oficinas y jefes con buen salario que reciben de esas instituciones mucho más de lo que un dirigente de movimiento social sueña embolsar en su vida con un empleo paralelo a la militancia que hace por pura convicción.

Paralelamente, muchas ONG son realmente brazos de gobiernos como el argelino, cuyo petróleo financia desde hace décadas a la mayoría de los que se movilizan por la cada vez más lejana independencia del Sahara Occidental. Otras tantas se vinculan a instituciones siempre conocidas por su falta de nobleza y altruismo, como el Banco Mundial, el BID o fundaciones del ala derecha de Estados Unidos, todas vinculadas con los grupos de poder que mueven el mundo. En los mismos lugares donde se ubican estos carroñeros, tejen una red de vínculos con la prensa mediática y los ministerios.

Legitimados por su propia prensa, estos usurpadores que se autodenominan “sociedad civil”, instalados en las llamadas ONG, cuyos miembros se eligen a sí mismos y que, con tan débil respaldo popular, reclaman la totalidad de la representación social y por ende, funciones, derechos y privilegios que corresponden a entidades legítimas, inician su labor que busca perpetuar la tragedia que les da dividendos.

A través de medios afines generan matrices de opinión falsa, distorsionando importancia y legitimidad de causas como lo hacen desde hace cuarenta años en el caso del Sahara Occidental.

Solo ello explica porqué uno de los principales ideólogos de un movimiento que reivindica como suyo la izquierda en buena parte del mundo, puede resultar siendo un connotado exponente de la ultraderecha imperialista de Washington.

Quizás el fin del acoso a Cuba, que ya desprestigiaba más a Estados Unidos que al gobierno de la mayor de las Antillas, contribuya a desenredar el entramado de falacias que amenaza con eternizar el martirio de los pueblos del Sahara Occidental.

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