Un Borbón a la fuga no es nada nuevo, ya sucedió con ilustres antepasados directos y no muy lejanos del sucesor del dictador Francisco Franco, aquel que era “Caudillo de España por la gracia de Dios”. Hace tiempo que la saga borbónica española anda de capa caída, el amor a los elefantes, la carne y el dinero llevaron a Juan Carlos I a los pies de los caballos y a la obligada abdicación, intentado con su traspaso de la Corona salvar los muebles de palacio y los suculentos emolumentos que recibe “la casa” a cargo de los impuestos de los españoles, más los pluses extraordinarios que, durante todo su reinado, han entrado en la oscura contabilidad de Zarzuela, amañada con viajes a Suiza y diversos paraísos fiscales.
El rey heredero, Felipe VI, sabia, oficialmente desde hace más de un año, que figuraba como segundo destinatario de los millones que figuraban en la cuenta de una Fundación creada expresamente para distraerlos del ojo fiscal de Hacienda, ese ente que, dicen, somos todos. Todos, por lo que vemos, no son Hacienda y se consideran exentos de tener que dar cuentas ante quien fiscaliza a todos los españoles. No sabía yo que la supuesta “sangre azul” exime de confesarse anualmente ante el fisco.
Felipe VI conocía la irregularidad, pero esperó una mejor ocasión para intentar regularizar la situación con el menor daño posible a su real reputación, por cierto cada día más maltrecha, desde que millones de españoles han dejado de considerarse súbditos de alguien a quien nadie ha elegido en libre votación para considerarse ciudadanos con todos los derechos, incluso el de poder criticar la Corona. Y la ocasión llegó bajo la forma de un terrible virus en el que se centraba la atención de todo el mundo. No hubiera encontrado mejor ocasión para hacer público que renunciaba a la herencia paterna, cosa que de acuerdo con la legislación no puede hacer efectiva hasta que se produzca la muerte del testamentario, lean Juan Carlos I, en un intento de desviar las miradas hacia otra parte y de desvincularse de los trapicheos paternos, como si no los conociera. Incluso dejó al padre sin los centenares de miles de euros de paga anual.
Pero hay cosas que no se pueden ocultar durante todo el tiempo y en los meses transcurrido de Marzo a Julio en un constante goteo hemos ido conociendo, gracias a la prensa extranjera, los regalos que han ido pasando de las manos de Juan Carlos I a los de Corinna, una de sus amantes. Millones y millones que han viajado de cuenta en cuenta desde Suiza a paraísos fiscales, sin pasar por el conocimiento de la Hacienda española. Organismos de la fiscalidad española hablan de más de 70 millones de euros como montante de la cantidad que quien fue Jefe de Estado de España ha birlada, como cualquier sátrapa, a los españoles.
La preocupación crecía entre los aduladores cortesanos de Felipe VI, y desde Zarzuela montaron una gira por diversos territorios del Estado con la esperanza que fueran un baño de multitudes favorables a la Monarquía, pero les salió el tiro por la culata y fueron muchas las localidades donde fueron recibidos con división de opiniones, como en una mala tarde de corrida taurina. En Catalunya no se atrevieron a acudir a Figueras y Barcelona, donde habían anunciado su presencia, y fueron, de tapadillo, a visitar el Monestir de Poblet, donde sus escoltas y el cuerpo de Mossos de la Generalitat impidieron que algunos miles de personas les dieran una bienvenida sonora, con música de viento.
Ahora, cuando escribo este artículo, el llamado Rey Emérito lleva cuatro días desaparecido. No sabemos cuál es su paradero. La impresión es que ha salido fugado, como los maleantes, a uña de caballo, al menos eso opina una parte de la ciudadanía y una parte del Gobierno, los ministros de Unidas Podemos. La otra parte del Gobierno, el PSOE, defiende a ultranza que el rey está de vacaciones en un paradero desconocido. La verdad nunca había sucedido que Juan Carlos I cuando marcaba en viaje privado, y lo ha hecho muchas veces, dejara una carta explicando los motivos, como ha hecho ahora con una misiva dirigida a su sucesor en la que dice alejarse de Zarzuela por el bien de la institución monárquica. La verdad es que su alejamiento y destino son la actitud cobarde de alguien que, si bien es cierto todavía no está imputado por la justicia, está siendo investigado por la fiscalía suiza, y los fiscales suizos no están acostumbrados a tener que “afinar” las causas como cierto Ministro del Interior español afirmaba en una conversión.
La operación está clara, hay que dejar caer al padre para salvar al hijo. Y en ella el PSOE, cómplice en la fuga del presunto delincuente, ha puesto toda la carne en el asador. Igual que en su día Felipe González, les hizo abjurar del marxismo, ahora han olvidado y dejado aparcada la O de “obrero” para pasarse con metafóricas armas y bagajes a defender la Monarquía, amparándose en un “pacto constitucional” origen de la Transición y la actual Constitución que no fue más allá de lavar la cara al régimen franquista y sus instituciones. A este paso llegaremos a ver cómo el PSOE cambia su simbólica rosa, ha muy marchita, por la flor de lis de los Borbones. De Unidas Podemos mejor no hablar, ahora es el momento en que den un puñetazo encima de la mesa y hablen claro, pero mientras en twitter simulan estar muy enfadados siguen sentados en las cómodas sillas del Consejo de Ministros y a lo único que se atreven es a proponer una ley regulando la Monarquía. Es un paso muy corto y pobre, deben pedir explicaciones públicas, porque somos ciudadanos y no súbditos, sobre cómo se forjó esta ausencia de Juan Carlos I, los españoles tienen derecho a saber si están ante una fuga o unas vacaciones pagadas, y, especialmente, saber cuánto cuestan y quien paga estas vacaciones reales.
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