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Soledad existencial

¿Existe vacuna para la soledad existencial?
Octavi Pereña
sábado, 8 de agosto de 2020, 11:54 h (CET)

“La soledad es una de las grandes amenazas al deseo de encontrarnos bien, afecta nuestra salud por medio de nuestro comportamiento en las relaciones sociales, impulsos de comida y cosas semejantes. Un estudio sugiere que casi un tercio de la población, sin tener en cuenta la edad, el género se siente sola alguna vez. Un súper británico ha creado en su sección de cafetería una zona de <i>mesas que hablan</i>, como una manera de fomentar la comunicación entre las personas. Quienes buscan relacionarse solo necesitan sentarse en una de estas mesas destinadas para este propósito, juntarse con otros o permitir que otras personas puedan compartir mesa. La conversación proporciona un sentido de pertenencia y de comunicación” (Christian Helmberg).

Dada la condición humana, ”silencio y soledad no son palabras del siglo XX. Se adecuan a la Era Victoriana de la puntilla, de los zapatos con botones y las luces de petróleo, más que a nuestra época de la televisión y el video, y personas que hacen footing empalmadas a unos audiófonos. Nos hemos convertido en personas que aborrecen la soledad y nos encontramos mal cuando estamos solos” (Jean Fleming).

La soledad es una anomalía. Dios no considera bueno el aislamiento. Antes de crear al hombre” el Señor Dios plantó un jardín en el Edén al oriente” (Génesis 2: 8), habitación adecuada para recibir al hombre que iba a crear. Por el relato de Génesis sabemos que el hombre fue creado en dos etapas. Primero Adán. “No es bueno que el hombre esté solo, le haré ayuda idónea para él” (v.18). Realmente, Adán no estaba solo del todo. Se encontraba rodeado de los animales que Dios creó previamente. El texto nos enseña que la compañía de los animales previamente creados, que en aquel entonces no representaban ningún peligro para el hombre no bastaba para llenar su soledad. Adán necesitaba a una persona de su misma especie. “Entonces el Señor Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán y mientras éste dormía, le tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar”. (Dios inventó la cirugía y la anestesia) . “Y de la costilla que el Señor Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne” (vv. 21-23).

Creo que tendría que diferenciarse entre soledad física y la existencial. La primera se la puede combatir con animales de compañía, centros de esparcimiento para personas mayores y otras ocurrencias para que las personas distraigan su soledad. Pero la verdaderamente importante es que la soledad existencial persiste intocada. Pienso que cuando Dios creó de Adán a Eva lo hizo para combatir la soledad física porque la existencial permanecía activa porque la relación de Adán con su Creador permanecía intacta. Seguía abierta sin interferencias la línea de comunicación entre el Creador y la criatura.

Por lo que hace a la soledad existencial el problema empieza en el momento en que Adán comió el fruto del árbol prohibido: “Entonces fueron abiertos los ojos de ambos y conocieron que estaban desnudos, entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales” (3:7).

Antes de la Caída las relaciones entre Adán y Eva eran plácidas. A nadie se le ocurrió poner palos en la rueda. En el desconcierto producido Adán tiene que dar cuenta del por qué sabía que estaba desnudo. Se defiende culpando a Eva de lo sucedido. “la mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí” (v.12). Las relaciones sociales y conyugales se vieron afectadas. De ahí que por más empeño que se ponga para mejorarlas, el resultado es frustrante. La nueva situación que se produce después de la Caída hace que las personas se sientan solas a pesar de que a su lado se encuentre el conyugue o se esté en una fiesta.

Vayamos a la soledad existencial. En el momento en que Adán comió el fruto del árbol prohibido se terminó la relación con Dios que hasta este momento eran limpia, íntima, sin nubes que presagiasen tempestades. En el momento en que Adán comió el fruto prohibido la situación cambia. El texto la describe con estas palabras: “y oyendo la voz del Señor que se paseaba en el huerto, al fresco del día” (v.8). Ahora cuando escucha los pasos divinos que se acercan “se esconden de la presencia del Señor Dios entre los árboles del jardín”. A pesar del feo que Adán y Eva hacen a su Creador, éste en su misericordia se acerca a Adán para preguntarle: “¿Dónde estás tú?” (v.9). Adán respondió: “Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo, y me escondí” (v.10). Aquí empieza a manifestarse la soledad existencial. Tener miedo de Dios. Esconderse de su presencia. Negar su existencia. Decir que la creación es el resultado fortuito del encuentro de unos átomos. Afirmar que la presencia del hombre en la Tierra es el resultado de la evolución materialista que actúa desde hace millones de años. La Biblia afirma: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios” (Salmo14: 1). Necio, en el sentido bíblico no lo es alguien faltado de inteligencia. Lo es el científico más encumbrado que ante la magnificencia de la creación afirma que lo que contemplan sus ojos con la ayuda de potentes telescopios es el resultado de una fuerza impersonal que actúa desde hace millones de años.

El pecado crea un abismo infranqueable que nos separa de Dios. El Señor en su misericordia, con su sangre allana el camino. Simbólicamente lo hace cuando sacrificó unos animales con las pieles de los cuales cubrió la desnudez de nuestros primeros padres (v.21). El Nuevo testamento enseña con luz meridiana que Jesús es el camino que conduce al Padre celestial. Jesús consigue que quien crea en Él entre en estrecha relación con Dios con lo cual desparece la soledad existencial.

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