Cuan fácil es la crítica; cuan reconfortante debe llegar a ser redactar presuntas normas de conducta con las que se pretende aleccionar a la ciudadanía sobre cuál debería ser el comportamiento correcto a seguir; cuan retributivo puede llegar a resultar disponer de un poder que permita orillar la legalidad en beneficio de los propios intereses y cuan productivo pudiera llegar a ser, para cualquier político nacido de la nada, llegar a ocupar un lugar distinguido en el gobierno de la comunidad. Pues ahora intenten ponerse, aunque les pueda resultar repulsivo, bajo la dura epidermis de este líder de masas, este universitario ascendido, en virtud de sus falsas teorías ácratas y de sus engaños manifiestos, a la doble condición, contradictoria por supuesto, incompatible según la lógica y, evidentemente, manifestación de una dualidad hipócrita que lo sitúa, a la vez, en un lugar prominente del Gobierno del Estado y, por otra parte, en el lugar de activista, revolucionario y rompedor de la legalidad, cuando a él o a su partido, Unidas Podemos, les interesa traicionar la lealtad a España, en virtud de aspiraciones partidistas o de maquinaciones perversas en contra de la unidad y la Constitución que los españoles nos dimos en el año 1978.
Entraron, atravesando, como César, el Rubicón político atribuyéndose la calidad de representantes de la democracia. Se presentaron como estudiantes decepcionados, como apolíticos, como descontentos con la política educativa del gobierno de entonces y como universitarios preocupados por un futuro que consideraban que no les ofrecía posibilidad alguna de poder conseguir trabajar en aquellas profesiones que habían elegido estudiar. Hubo mucha gente (siempre la hay dispuesta a tragarse los bulos que viene adobados con envolturas sentimentales, con fundas de aparente injusticia y, en especial, con el especial marchamo de venir avaladas por las izquierdas, siempre dispuestas a aprovechar la más mínima oportunidad para crear un ambiente, hostil y revolucionario, que les sirva para conseguir adeptos) que se sintió identificada con aquella protesta estudiantil del 15M ( o movimiento de los “indignados”), que comenzó el 15 de mayo del 2011, y que pensó que aquellas reclamaciones eran justas, sin pararse a pensar la situación en la que se encontraba el País, el contexto de crisis en la que se encontraba y la serie de sacrificios que, el conseguir evitar la quiebra nacional, obligó a que los gobernantes tuvieran que adoptar, aún en perjuicio de otros aspectos evidentemente importantes, pero que debían posponerse ante necesidades más urgentes que no podían retrasarse.
Aquellas protestas, evidentemente impulsadas desde la izquierda, fueron la primera señal de la debilidad del gobierno de Rodríguez Zapatero y el principio de la decadencia que, a partir de aquella fecha, ya no dejó de producirse hasta que el señor Zapatero, abrumado por la situación, se vio obligado a convocar elecciones, que perdió, para cederle el turno al PP y al señor Mariano Rajoy como presidente del nuevo gobierno español, apoyado por una inesperada mayoría absoluta que, desgraciadamente para España, no supo aprovechar, tal y como tuvo la oportunidad de hacer a lo largo de su mandato.
Y apareció el “héroe” de la TV. Tuvo todas las facilidades de poder expresarse desde todos los medios de comunicación.
Fue la figura emergente de las TV y supo, como nadie, difundir una doctrina que ya hacía años que había estado desacreditada en todo el mundo occidental menos, naturalmente, en la URSS, la madre del comunismo bolchevique. El señor Pablo Iglesias y su equipo de profesores universitarios irrumpieron en la política española evidentemente apoyados y financiados por importantes mecenas que, posteriormente, se ha sabido que fueron los artífices de esta revolución bolivariana, que se pretendió introducir en España como cabeza de puente de lo que iba a ser una nueva revolución comunista en todo Europa, una vez que el predicamento y la fuerza de la Rusia bolchevique, quedó derrotada en todo el viejo continente. Y hete aquí que el asesor del dictador Maduro en Venezuela y toda la camarilla de profesores universitarios que le acompañaron, en lo que fue la puesta en marcha de la opresión marxista en aquella desgraciada nación, sentó plaza como activista y representante del comunismo bolivariano en España. Su carrera fue fulgurante y los resultados de su primera cita con las urnas se puede decir que, por inesperados y por exitosos, pusieron en alerta máxima e todos aquellos que habían pensado que aquel intento de resurgir el comunismo, en nuestra nación, sería un fracaso sonado. Y, curiosamente, los primeros que se sintieron amenazados por el nuevo partido de izquierdas y los que más notaron la pérdida de escaños por la competencia que había surgido desde su izquierda, fueron los socialistas.
Pero, ¿qué es lo que ha resultado de aquella apuesta que nos prometieron el señor Iglesias y sus conmilitones comunistas, sobre la que construyeron su propaganda electoral, basada en la lucha contra el fraude, la corrupción, la iglesia, la desigualdad, para conseguir la mejora de vida de los trabajadores, la lucha contra los empresarios y grandes fortunas etc.?. Como si dispusieran de la fórmula o talismán para darle la vuelta al país para hacerlo retornar al “paraíso comunista” sin que, en esta transformación revolucionaria que propugnaban, no existieran obstáculos financieros, industriales, sociales, económicos e internacionales, lo suficientemente importantes como para hacer fracasar el plan, incluso antes de que pudieran ponerlos en práctica.
En estos momentos todo el crédito que entonces obtuvieron, toda la confianza que inspiraron en aquella gente que los creyó, toda su pretendida honradez política, su incorruptibilidad, su crédito como creadores de un nuevo país sin injusticias o sus conocimientos para mejorar el nivel de vida de los menos favorecidos por la fortuna ¡Se han esfumado! ¡Nadie confía en unos señores a los que la justicia está investigando, precisamente sobre temas que ellos afirmaban que iban a luchar para que fueran erradicados de la nación española! El señor Pablo Iglesias se ha convertido en un estorbo para su propio partido, Unidas Podemos, y su permanencia como vicepresidente del actual Gobierno, presidido por Sánchez, va a depender de lo que vaya ocurriendo en las distintas etapas del proceso que va a comenzar, para depurar responsabilidades sobre las distintas irregularidades de las que se les está acusando.
¿Qué va a decir ahora sobre sus acusaciones al PP, sus rasgamientos de vestiduras ante los juicios que tuvo que afrontar al partido de Fraga? ¿Cómo se va a defender Iglesias cuando le recuerden sus discursos, sus declaraciones, sus intervenciones televisivas en las que, sin contención alguna, acusaba, sin pruebas ni presunción alguna de inocencia, a sus adversarios de corruptos, malversadores o delincuentes, antes de que los tribunales se pronunciaran sobre ello? Ahora piden que se anule el juicio, intentan desacreditar al señor juez que lleva el procedimiento, se alzan contra aquellos que ya los juzgan de antemano, sin recordar que ellos son expertos en este tipo de martingalas. No vamos a acudir a los refranes españoles, tan duros con esta gente que se convierten en verdugos interesados de los demás pero que, cuando ellos incurren en los mismos vicios de los que han acusado de delinquir, son incapaces de aceptar que ellos, también, han incurrido en las mismas o similares faltas.
Pero no creamos que van a permitir, sin apelar a todas las maniobras dilatorias, las cortinas de humo, las descalificaciones, la presión a los socialistas y demás trucos en los que son tan expertos, para que paren la andanada que se les viene encima o, como es habitual en ellos, apalearán al recurso a la mentira y al engaño, para intentar encontrar un corta fuegos que salve a los comunistas, a Iglesias y al gobierno de los socialistas en el que participan, de las posibles consecuencias de una sentencia desfavorable para el señor Pablo Iglesias y el resto de los que han sido investigados en su partido. Si alguien piensa lo contrario, demos tiempo al tiempo para comprobarlo.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la convicción de que nos quedan otras muchas sorpresas que digerir, muchas otras irregularidades que descubrir y un sinfín de sinsabores que soportar si, como dicen los ministros del actual Gobierno, tienen la idea firme de que se van a mantener, al frente de la gobernación de la nación española, los cuatro años que la ley les concede de legislatura. Y una frase de Napoleón Bonaparte: “Si el enemigo se equivoca, no lo distraigas”, sin embargo, siempre en el caso de que la equivocación sea favorable a tus intereses porque, en caso contrario…
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