El Misal Romano indica cuáles son los colores tradicionales de las vestiduras litúrgicas: blanco, rojo, verde, morado, negro y rosado. Y puntualiza que «en los días más solemnes pueden usarse vestiduras sagradas festivas o más nobles, aunque no sean del color del día». En este sentido el «color dorado o plateado pueden sustituir a los de otros colores, pero no a los de color morado o negro», nos indica la Instrucción Redemptionis Sacramentum.
El azul es otro color que se permite usar en la casulla durante festividades concretas, como la Asunción de la Virgen en el mes de agosto o la Inmaculada en diciembre.
Sin embargo, el color azul no está considerado como color litúrgico. Los colores de las vestiduras sagradas ayudan a expresar exteriormente el «carácter propio de los misterios de la fe que se celebran, como el sentido progresivo de la vida cristiana en el transcurso del año litúrgico», explica el Misal Romano. Y en el caso del color azul, este es propio en los oficios en honor a la Virgen.
La consideración del azul como color mariano no se produce hasta la época moderna. Al contrario que el resto de los colores, declarados oficiales en el año 1570 bajo el pontificado de Pío V.
La evolución de los colores litúrgicos Al inicio del cristianismo el sacerdote celebra los oficios vestido con su vestimenta habitual y esta, generalmente, es de color blanco o de telas sin teñir. Esta circunstancia, y el paso del tiempo, hace que al color blanco se le otorgue una dignidad que le convierte en el tono reservado para las fiestas más solemnes del año. En consecuencia, su uso, al igual que hoy en día, se destina a Pascua y Navidad.
La Edad Media presenta diversas costumbres en relación a los colores empleados en las vestiduras de culto. No existe un criterio común en el uso de los colores y cada diócesis adopta sus tonos teniendo en cuenta sus tradiciones. Aunque la primacía del color blanco sigue estado presente en la Iglesia.
A partir del siglo XII el color en las vestiduras comienzan a tomar más protagonismo y simbolismo. Al color blanco se suman el negro y el rojo como colores oficiales de las celebraciones litúrgicas.
La fuente documental más antigua que se conserva (1194-1195) en referencia a los colores oficiales de la Iglesia es el tratado De sacro altaris mysterio cuyo autor fue el papa Inocencio III en su época de cardenal. En esta obra se definen como los colores oficiales de la Iglesia el blanco, el negro, el rojo y el verde. También se menciona el rosa, destinado a los mártires, o el azul lirio, destinado a las vírgenes.
Pero no es hasta el siglo XVI cuando la Iglesia, con Pío V, declara por primera vez la lista oficial de los colores litúrgicos: blanco, rojo, morado, verde y negro. Más tarde se suma a esta clasificación el color rosa.
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