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Volcánicas inquietudes

​La búsqueda integradora exige partícipes y no actitudes borreguiles
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 4 de septiembre de 2020, 08:19 h (CET)

Cómo denominar sino a esa explosión de posicionamientos dispares partiendo de la energía común puesta en el disparadero. Hasta en situaciones normales sucede así, los acaloramientos van por zonas al son de los tropiezos encadenados por la confluencia de procedimientos con diversos rumbos. Aunque es evidente, cuando apuran las circunstancias se multiplican los estallidos, convirtiéndose en un clamor desordenado de difícil asimilación. La ERUPCIÓN rompe las ligazones establecidas, generando la angustia de unas urgencias inclementes. En determinados momentos de la vida se aceleran estos fenómenos, poniendo de manifiesto la realidad del torbellino vital.

Es importante esta acumulación de sensaciones con las consiguientes angustias truculentas, también cuando las consideramos en el núcleo concentrado de una sola persona. Ese rango INDIVIDUAL carga con similares condicionantes, con exacerbaciones acuciantes y desórdenes alocados. Las diferencias se acomodan a esa afectación localizada en un solo protagonista, aunque no sea nunca totalmente independiente dado el carácter social del ser humano. Los detonantes particulares de sus procesos conflictivos parten de predicamentos más cercanos e íntimos, reflejan los variados matices personales. La vocación de cada sujeto no puede desligarse de esa adaptación.

En estas peripecias de repercusiones turbulentas no damos abasto para el recuento pormenorizado de cuanto acontece, ni el pensamiento encuentra un buen acomodo, ni mucho menos se favorecen las conclusiones asentadas. Suspiramos, sobrepasados por los sucesivos eventos, sin dejar hueco a nuevas disquisiciones. No obstante, quizá no sea la única versión ni tan siquiera la más relevante, porque existen los SÓTANOS de los sentimientos, donde la intimidad de las percepciones, junto a las intenciones, intuiciones o caracteres, configuran un amplio sector subyacente cuya participación es decisiva. Nunca comprenderemos el volcán sin un mínimo acercamiento a esas conexiones interiores.

En la medida de la extensión de los problemas, la propia dinámica del proceso arrumba a planos secundarios los asuntos particulares; se piensa en la mejor solución para el conjunto. Lo cual no es óbice para el respeto debido a los individuos. Ahora bien, las trazas de ese bien, llamado UNIVERSAL, exigen una cuidadosa deliberación con la franqueza y el mejor conocimiento posible; las carencias o falsedades aplicadas a esa deliberación devalúan su significancia. Su establecimiento viene a ser una inquietud más por la vorágine del momento sin el suficiente reposo. La presteza exigida a la toma de decisiones origina serios inconvenientes insoslayables por la incompletud de las soluciones.

El asunto se pone crudo por la disparidad de criterios. Bajo el pretexto de la libertad hemos pasado al imperio de una seducción solapada por la indiferencia complacida y cómplice, basada en un sistema aparentemente neutral. Es como una renuncia total a lo que considerábamos como ciudadanía, para acoplarnos a los remolinos caprichosos de las agrupaciones. Con esta disposición, ante las situaciones explosivas, el desconcierto es la salida natural, con la consiguiente agravación de los desarreglos. Todo lo contrario de lo requerido en dichos trances. Sin embargo, la desidia previa dificulta el hallazgo de auténticos CIUDADANOS; quizá por eso escasean los líderes oportunos para recomponer el panorama.

La tentación simplificadora, en un arrebato de supuesta eficacia, se impone en demasiadas ocasiones en medio de las situaciones conflictivas. A falta de pan… Se aprovecha de la progresiva dilución de los criterios, del momento acuciante, para pregonar unos supuestos fundamentos aún sin contrastar, ni tan siquiera debatir. En muchas situaciones apuradas observamos la elección de opciones REDUCCIONISTAS, que además suelen asociarse con intenciones excluyentes, al no estar preparadas para razonamientos de fuste. Por su carácter, están abocadas a la frustración, la misma simplicidad pone de relieve su insolvencia. Quedan patentes sus escasas dimensiones resolutivas.

Frente al talante simplificador, la tozuda realidad presenta sus credenciales. A pesar del tumulto de gran envergadura, como una unidad operativa destacada, en su seno discurren una serie de realidades colaterales, centrándonos en el bullicio derivado de las actividades humanas. En la complejidad apabullante no deja de estar en liza la enorme DIVERSIDAD lógica de los posicionamientos humanos. Dejarlos de lado sólo contribuye a la peor comprensión del fenómeno y como colofón dificultará las oportunas aportaciones benefactoras. En la mirada retrospectiva no disponemos de argumentos irrebatibles, habrá que buscarlos

En la vida hay que tomar decisiones de diverso calado, la disposición mental adecuada será fundamental. Choca la preponderancia habitual del afán disgregador, porque independizarse de las múltiples conexiones resulta utópico. De manera especial, lamentamos ese afán cuando se trata de la gestión pública y de la participación del público; por fuerza generará mayores desequilibrios. De una vez, convendrá adaptarse a las estrategias INTEGRADORAS, claramente contrapuestas a las uniformadoras y excluyentes. No podemos separar los elementos prácticos, la elaboración de argumentaciones o las emociones, ni a nivel personal ni colectivo; hemos de pensar a partir de ahí.

El gusto por la solidez previa no tiene sentido, por inexistente. La simple pretensión de disponer de esas razones de rango absoluto, de un conocimiento excluyente, suenan a superchería, y de las peores. Aboguemos por aquello tan machadiano de ir a buscar juntos lo que podamos encontrar de la verdad; ni la tuya ni la mía, la labor común. De tal forma, habremos encontrado por fin el verdadero fundamento, radica en esa disposición, situados en continua BÚSQUEDA. No hay otro, adaptado a las circunstancias de lo que somos. Hablemos de los que sea, ética, sexo, amor, política, religión, economía u otros asuntos. Tendremos delante el auténtico sentido orientador de la vida.

Las excusas falseadoras sólo conducen a terrenos baldíos. Partimos de una humilde situación MENESTEROSA en cuanto a la parcialidad e incompletud de cuanto percibimos, lo cual no equivale al reconocimiento de dicha situación; al contrario, tendemos a las actitudes presuntuosas sin fundamento. No hará fal poner ejemplos testimoniales. Intuimos ese amplio contenido enigmático, pero tratamos de silenciarlo con actitudes absurdas. No sé si algún día revertiremos la tendencia.

Llevan tiempo sonando las campanadas de la hora decisiva, todas lo son. Se impone la revisión dialéctica franca. ¡Fuera caperuzas! Para convertirnos en PARTÍCIPES con el ánima vitalista que nos constituye y nos rebulle por dentro. Se impone, pero hemos de asumirla por convicción.

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