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La conga ha muerto

​Ya que conga no hay, salud que no falte
Tomás Salinas
jueves, 17 de septiembre de 2020, 08:32 h (CET)

Sí. Soy consciente de que es duro, pero la conga ha pasado a mejor vida. Ya no será protagonista en eventos festivos, bodas, comuniones y bautizos. Ese familiar cocido a moriles, de los que te echan el aliento encima y te inmuniza para los restos, corbata en la frente, media camisa por fuera, pantalones bajos enseñando la hucha y sudando como un gorrino antes de la matanza. Ése nunca más iniciará el gusano loco descontrolado, variopinta mezcla de danzarines, con los niños con la testa metida en el culo del de enfrente, el salido de turno arrimando aquello y todo cristo saltando sin control a su ritmo.

Con la Ley en la mano y la prudencia por bandera, qué la conga descanse en paz. El distanciamiento social es fundamental, además de las mascarillas y la higiene de manos. El metro de separación, el gel y los tapa bocas homologados constituyen la única barrera eficaz para prevenir el contagio de la Covid 19. Lo que viene a significar que, en el siglo XXI, con sondas espaciales investigando el Universo, la ciencia anda más perdida que Ronaldo Nazario en una verdulería. Me da que algo hemos estado haciendo mal.

Lo que nos dicen aquellos que llevan la batuta, es decir, los expertos patrios, las autoridades sanitarias nacionales y de allende las fronteras y, sobre todo, esa organización de sabios mundiales, la OMS, se resume en las tres medidas antes referidas. Cierto es que existe una cuarta de libre elección, en función siempre de la fe profesada por el ciudadano expuesto. Un padrenuestro al entrar al Mercadona tras persignarse con las manos debidamente alcoholizadas, rezar a la Meca manteniendo la distancia reglamentaria, Kabbalah para protegerte de los malos espíritus…A gusto del penitente.

Tedros Adhanom Ghebreyesus, a partir de ahora Ted, se gana el salario base, esos cuatro chavos que cobra el pobre como director de la OMS, emitiendo recomendaciones. Consultado con anterioridad el oráculo, Ted sale a la palestra y aconseja como buenamente puede o sabe. A fecha de hoy, tras más de 90 ruedas de prensa, una treintena de reuniones informativas, incontables teleconferencias con miles de científicos y profesionales de la medicina y la salud pública de todo el mundo, el resumen es que a las tres medidas (recordad, la cuarta, que te encomiendes a tu dios, es optativa) toca ahora añadir acotar el saludo. Ted, de verdad, te quiero, eres un fenómeno. Tienes razón.

Seamos justos. No nos saludamos como es debido, hay que patentar nuevas formas que se ajusten a nuestro carácter. Los abrazos y besos ya estaban descartados. Ahora, usar los codos y el choque de pies quedan proscritos. Ted propone situar las manos sobre el corazón, dar un pésame reventándose las costillas a golpes. O el Namasté a una distancia suficiente como para no chocar cabezas al inclinarse en señal de respeto. Otra idea consiste en levantar los ojos con un gesto de cabeza intentando ni parecer tonto ni partirse las cervicales si el que tienes enfrente es el malparido que te hace la vida imposible. Cualquier modo menos acercarse.

Un inciso. Y digo yo. En el autobús y en el metro, como el personal se ande a ojitos y miraditas, a golpes de pecho y a Namasté por doquier, más de un altercado habrá. Para empezar, ni distancia de seguridad ni nada. Y luego, pues lo típico. Oye, Ramón, mira, ése me ha mirado mal. Dos guantazos y apañado. Caballero, deje usted de agacharse que los culazos me han desbaratado la cadera. Yo no tengo la culpa de que usted conozca a tanta gente, sea el revisor o no. Cariño, mira aquel hombre, no para de aporrearse el pecho. Ya no sé si es un infarto, se ha atragantado con una galleta o es el tío más educado que he visto en mi vida.

Ted dixit y como Ted dixit, es palabra divina. Se trata, de que no nos juntemos, de que no nos aproximemos los unos a los otros, de que no seamos lo que somos. Latinos de alma y corazón calientes. Lo nuestro fallece sin remedio. Las tradiciones, las fiestas populares, las reuniones porque sí, las cabalgatas de Reyes Magos (sí, ojo al parche, que lo siguiente serán, en lógica, las cabalgatas), todo al más alto carajo. Todo fulminado. Como la conga.

Termino este desvarío con una reflexión. Si Ted asevera que chocar manos, nudillos, codos o pies es peligroso, cosa que no le discuto, válgame Dios, alguien debería comentarle a este buen doctor algunos detalles sin importancia de nuestra cotidiana vida. Por ejemplo, el tema del aparcamiento autorizado, las zonas azules, naranjas o verdes. Andad jugando con botones para pagar por estacionar el coche debe ser lo más aséptico del mundo por lo que se ve. Así que, por favor, Ted. Con 80 reuniones más igual le encuentras solución al problema. Ahí te lo dejo.

Ya que conga no hay, salud que no falte.

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