La apisonadora de poder conducida diestramente, perdón, siniestramente, por quienes nos gobiernan, parece que no tiene intención de evitar seguir aplastando con el peso de la alianza social comunista, sus métodos y manipulaciones para irse librando de la oposición que intenta, vanamente y con poco éxito, evitar que sus propios errores, su falta de cohesión y su tendencia a auto inmolarse, siga dándole alas a un gobierno que, pese a no haber dado pie con bola durante el tiempo que ha estado dirigiendo el país, todavía consigue las fuerzas precisas para doblegar la débil resistencia que sus oponentes políticos intentan ofrecerle, para evitar que España, ya en una situación de debilidad social, económica, financiera y próxima a caer en el abismo al que nos conducen, inevitablemente, unos dirigentes que no hacen más que demostrarnos su completa incapacidad, inoperancia, falta de preparación e incompetencia para enfrentarse a los graves problemas que amenazan con llevarnos a todos a la misma situación en la que, actualmente, se encuentran diversos regímenes dictatoriales que dirigen algunas naciones sudamericanas próximas a la quiebra nacional, con lo que ello supone para sus ciudadanos y su futuro como país.
No hagan ustedes caso cuando vean grandes titulares en las primeras páginas de los periódicos o las noticias que, a bombo y platillo, nos anuncian los vudús de los noticiarios televisivos o los grandes comunicadores de las emisoras de radio expertos, todas ellas, dirigidas en trasmitir al pueblo llano aquello que, a los poderes fácticos del país, verdaderamente les interesa que quede impreso en las mentes crédulas de una ciudadanía perezosa en pensar, propicia a dejarse embaucar y, normalmente, dispuesta a aceptar de buena gana todo aquello que escuchan que sea capaz de alimentar y satisfacer aquellos instintos y rencores que, muchos de ellos, han venido alimentando a través de las distintas generaciones, como legado de quienes perdieron la guerra civil y no fueron capaces de averiguar las causas por la que sucumbieron ante Franco, ni hacer un análisis objetivo de la grave situación a la que, la II República de socialistas y comunistas, por su falta de tino y su fanatismo, fue capaz de conducir a España hacia un punto que la situó en una situación en la que, inevitablemente, tenía que surgir la reacción que llevó al país a la Guerra Civil de 1936.
Lean las “cuñas”, “sueltos”, informaciones escondidas en las páginas interiores de un periódico, perdidas entre otras y a las que, aparentemente, no se les quiere dar importancia ni resaltar. Es probable que encuentren entre ellas datos verdaderamente interesantes si es que, de verdad, están interesados en disponer de informaciones que les sirvan para hacerse su propia composición de lugar, evitando que la espectacularidad con la que se comunica una noticia les impida ver la intencionalidad y el propósito de quien pretende deslumbrarnos con ella. Fue, por ejemplo, muy esclarecedora la declaración del señor Pedro Luque, ministro de Ciencia cuando, en una rueda de prensa, declaró lo siguiente: “Los investigadores españoles empezaron a trabajar de forma intensa cuando se conoció esta enfermedad durante el mes de enero. Ya el 2 de febrero tuvimos una reunión con los profesores Enjuanes y García Sastre, este último trabajaba en Nueva York, para asegurar que tengan las máximas facilidades, así como los medios necesarios…Ese día ya liberamos medios e iniciamos cambios legales para reducir plazos, culminados en el real decreto ley de estado de alarma donde hemos puesto todas las medidas en funcionamiento…” Sí, señores, el Gobierno desde el 30 de enero sabía de la letalidad del coronavirus y decidió no hacer nada ¿por qué? Porque políticamente no le convenía admitir la posibilidad de que la pandemia afectar de una forma grave, como lo ha hecho, a la nación española.
La segunda gran ocultación llevada a cabo por el gobierno del señor Sánchez ha consistido en la ocultación sistemática del número real de contagiados y lo que, todavía, resulta más inexcusable, el número de fallecidos como consecuencia de la pandemia, alegando excusas tan inconsistentes y carentes de justificación alguna como fue el decir que no tenían medios para tener noticias fidedignas de las autonomías o el alegar que no podían distinguir entre los que morían del coronavirus y aquellos que, por tener enfermedades anteriores, al contagiarse del virus precipitaron que se adelantase su fallecimiento. Absurdos y engaños que no tuvieron, como se ha demostrado posteriormente, otro objetivo que intentar exculpar al gobierno de aquel inexcusable error de permitir manifestaciones, especialmente la del 8 de marzo, simplemente por intereses políticos. Ahora, pese a la estulticia de quienes debieran informar debidamente al pueblo español de la magnitud de la epidemia y de la peligrosidad de la recaída en la que estamos sumidos en estos momentos, se sabe que ya vamos por encima de los 500.000 contagiados y, sin embargo, el Gobierno sigue enquistado en afirmar que los muertos son 30.000, cuando todos los registros y el INE coinciden en que, el exceso de mortalidad respeto al mismo periodo del 2019, es de 60.000 fallecidos más. El doble de lo aceptado por el gobierno.
Sin embargo, mientras la ministra señora Calviño sigue insistiendo en la próxima recuperación de la economía española, ignorando todas las advertencias del Banco de España, de los expertos comunitarios y de los que siguen las incidencias del Covid 19 y reconocen que, vacunas efectivas, es muy probable que no las tengamos antes de los primeros meses del 2021 y, aun así, no va a haber las suficientes para que todos podamos vacunarnos y, todo ello, sin saber a ciencia cierta si estas vacunas van a servir o no para evitar que el virus pueda reproducirse más adelante. Se olvidan nuestros gobernantes de que, hasta ahora, todos los datos que vamos constatando hablan de un parón industrial, una situación de estancamiento sino de una recesión, en algunas naciones de nuestro entorno y, no es precisamente España la que mejor sale parada en los estudios realizados por los expertos europeos y nuestro Banco de España, respecto a las escasas posibilidades que se le atribuyen de poder superar, satisfactoriamente, la parte peor de la crisis que todavía está por llegar.
Pero vean, en un rinconcito de La Vanguardia, en un pequeño recuadro, podemos leer una noticia que no debiera contribuir a que compartamos el optimismo con el que, el Gobierno, parece querer afrontar este último trimestre del 2020. En efecto, se nos informa de que la Deuda Pública española, en julio pasado, alcanzó un nuevo récord alcanzando los 1.291.212 millones de euros y, con ello, si se confirma la cifra, se podría haber alcanzado el 117% del PIB o sea 97.444 millones por encima del nivel registrado en julio del 2019. Y otra noticia, poco reconfortante, que nos hace pensar en la locura de los proyectos de este gobierno mixto de socialistas y comunistas, dispuestos a seguir derrochando, para sostenerse en el poder, todo el dinero necesario, incluso aquel del que no disponen, con tal de mantenerse en el “machito” aunque, con ello, acaben por llevar a la nación a una situación que se presenta, a todas luces insostenible: el Estado es la administración que más ha aumentado su endeudamiento durante el último año, con la exorbitante cantidad de 100.000 millones de euros.
Y, ¿hacia dónde nos conducen semejantes informaciones? Pues no parece muy difícil de prever. A punto de que desde Bruselas se nos llame seriamente la atención sobre el endeudamiento de la nación, teniendo en cuenta que de los millones ( 140.000 millones euros) que se nos prometieron para paliar los efectos negativos del coronavirus parece ser que, de momento, no vamos a recibir más de unos 20.000 lo que, evidentemente, no servirá para solucionar los problemas de nuestras empresas y nuestras industrias, que necesitan mucho más para poder enfrentarse a la situación extrema a la que están enfrentadas. ¿Cuál parece que será la solución a la que nuestros gobernantes van a tener que recurrir? No es necesario grande quebraderos de cabeza para adivinar a lo que van a recurrir: el aumento del IRPF y, sin duda alguna, una revisión del IVA, especialmente de aquellos tramos del impuesto que fueron rebajados en honor a la necesidad de hacer concesiones a determinados sectores de la economía como, por ejemplo, productos alimenticios.
Malas noticias, porque si los sueldos van a tener que recortarse o, en el mejor de los casos, mantenerlos congelados y, por otra parte, la carga impositiva de los españoles se aumenta; es evidente que el panorama para los ciudadanos no es alentador y es muy probable que ello conduzca a una disminución del consumo, algo que suele ser muy malo para la recuperación económica de un país.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos resulta incomprensible que el gobierno nos tengan en tan poca estima a los españoles que, su política de pervivencia en el poder se esté basando, únicamente, en intentar vendernos los duros a cuatro pesetas como si, en lugar de personas formadas y con criterio propio, se tratase de una manada de borregos a los que se nos puede engañar impunemente para que, quienes tan mal nos están gobernando, sigan en sus poltronas públicas indefinidamente; salvo, claro, que se trate de instalar en nuestra nación un régimen similar al comunismo bolivariano de Venezuela, con el que tan buenas migas parece que hace el señor Zapatero.
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