Hemos vuelto a la “nueva normalidad”. Esa situación tan anormal que nos condena a volver al ostracismo y relacionarnos lo menos posible con nuestras familias, nuestras amistades y nuestras actividades de todo tipo.
A lo largo del estío, el mar abierto nos ha engañado con una especie de libertad ficticia. La realidad ha vuelto a nuestras vidas con toda su crudeza. Mascarillas, temores y encuentros con los nietos a distancia. Temor a recuperar los trabajos comunitarios y de ayuda los demás. Constante miedo al contagio propio y de los tuyos. Despiste generalizado entre los que nos rigen y deben cuidar. Todo un panorama.
¿Dónde está la buena noticia de hoy? Se encuentra en la esperanza depositada en los investigadores que se afanan en encontrar la bendita vacuna. La buena noticia de hoy está en la capacidad de sufrimiento que hemos demostrado los españolitos de a pie –salvo deshonrosas excepciones- durante los primeros seis meses de esta condena. Me temo que vamos a volver poco a poco al confinamiento y a aplaudir desde los balcones.
Yo he tomado mi propia decisión. Voy a tirar por la borda mis excesivos miedos al “bicho”. Haré mis programas de radio telefónicamente. Intentaré dar las clases a los “niños” con los que llevo varios años. Con mascarilla y pantalla por medio. Seguiré escribiendo cuanto pueda para mejorar mi salud mental y caminaré a diario un buen trecho para no anquilosar mis huesos desarmados. Quiero transmitiros ese ánimo a los que, como yo, estamos hartos y a punto de tirar la toalla.
La pandemia puede ser como esa pantera-gato que se ha estado paseando por los campos de la Granada profunda. Para unos, el miedo les ha hecho jurar que se trataba de un felino salvaje. Para otros, la serenidad y el análisis, les han llevado a superar el temor y a solucionar el tema, como ha demostrado el fotógrafo Alfonso Azaustre con su trabajo.
El Covid 19 es una temible pantera para algunos y un gatito ronroneante para otros. Ni una cosa ni la otra. Pero, ¡ojo!, un gato rabioso puede convertirse en un atacante peligroso. Ojalá podamos domesticarla.
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