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Alumnos y TICs

Los estudiantes, sean de la edad que sean, ven negro su futuro, ¿dónde trabajarán en este mundo cambiante que celebra el teletrabajo y las tecnologías?
Nieves Fernández
jueves, 15 de octubre de 2020, 10:54 h (CET)

Los han confinado hace unos meses; les han exigido que cambien su manera de estudiar; a algunos les han subido la nota en las últimas evaluaciones porque no se podía bajar la media de las dos anteriores; otros han aprobado a duras penas solo o con sus padres-docentes, a otros le han obligado a hacer semipresencialidad; les han cambiado las plataformas educativas.

Les han regalado tabletas y ordenadores para no engordar la brecha digital; les han puesto nerviosos los mayores, otros han seguido su ritmo de fiestas, cervezadas y botellones justificándose con que son jóvenes y apelando a su libertad; algunos hasta han enfermado y no solo de Covid…

Los estudiantes, sean de la edad que sean, ven negro su futuro, ¿dónde trabajarán en este mundo cambiante que celebra el teletrabajo y las tecnologías? El paro aumenta y aumentará aún más.

En esta expansión del trabajo remoto, los profesores generalizan sus clases y las dan a través de pantallas, les examinan con un ojo de halcón, pero también los médicos atienden por teléfono, sin preguntar de qué color tienes la lengua o la sangre, o donde te duele exactamente desde hace diez días bajo el omoplato, si es que es bajo el omoplato donde te duele.

Las compras se hacen en un inmenso almacén interterritorial que llaman Amazon, curiosamente suena igual y tiene hasta cinco sonidos idénticos en sus letras, algún anuncio de ese gran almacén internacional parece ser ejemplo de lo que se debe aspirar en la vida, para qué hacer una carrera que te puede llevar al desempleo o a un contrato parcial de un tercio en horas, ya miles de mozos de almacén lo corroboran como su posible y laboral objetivo. Hay dos días en los que sus cintas de regalos y productos se vuelven locos vendiendo tecnología infame con grandes descuentos, porque antes estaba por las nubes y solo cuando la moda deja de apretar se baja el precio en un arranque de lo caro es la novedad que tienen guardada en la recámara.

Los tutoriales y los influencers pululan por la red de redes como otros nuevos trabajos a los que todos llegaremos buscando miles de me gusta llenos de satisfacción.

Los alumnos a veces no tienen referentes que imitar, los míos al menos saben que el cuidado de personas (mayores, dependientes, enfermas, con diversidad funcional, niños, drogodependientes, sin techo, víctimas de violencia de género, etc.), los pueden necesitar, salvo que lleguen de una forma rápida los robots con tecnología humana de la de verdad.

Los estudiantes dejarán los idiomas y las lenguas porque los aparatos se harán con ellas, atados a su móvil dejarán las carreras porque en un futuro cercano no serán necesarias, solo la tecnología será la reina de sus ocupaciones que no siempre trabajo, harán falta alimentos, eso sí, y algún estudiante dejará los libros y gestionará y regará los surcos que el planeta le deje. Un nuevo mundo comienza y apenas nos estamos dando cuenta.

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En nuestra realidad circundante, en lo que solemos citar como nuestro entorno, el sistema judicial tiene como objetivo no la Justicia, abstracción platónica que nos trasciende, sino garantizar, con realismo y en la medida de los posible, la igualdad de los ciudadanos ante la ley, que no es poco. Por eso hablamos de Estado de Derecho, regido por la Ley.

Estamos habituados a tratar con las apariencias, con la natural propensión a complicar las cosas en cuanto pretendemos aclarar los pormenores implicados en el caso. Los pensamientos son ágiles e inestables. Quien los piensa, el pensador o pensadores, representa otra entidad diferente. Y curiosamente, ambos se distinguen del fondo real circundante, este tiene otra urdimbre desde los orígenes a sus evoluciones posteriores.

Dejó escrito Salvador Távora sobre Andalucía que «la queja o el grito trágico de sus individuos sólo ha servido, por una premeditada canalización, para divertir a los responsables». No sé si mi interpretación es acertada, pero desde que vi por primera vez su obra maestra, Quejío, en el teatro universitario de Málaga creo que muy poco después de su estreno en 1972, el término adquirió para mí un sentido diferente al que antes tenía.

 
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