Me he tenido que echar a la calle. A lo largo de los últimos días, cumpliendo estrictamente las instrucciones del “comité de expertos”, me he atrevido a ampliar mi radio de circulación a lo largo de diversos barrios y de diversos lugares de posible concentración de personas.
He vuelto a la escuela de espalda que se desarrolla en el área de deportes del campus de la UMA. Tanto en el gimnasio como en la piscina, se mantienen rigurosamente las normas de distancia y aseo necesarias. Los monitores y los asistentes nos hemos preocupado muy mucho de eliminar cualquier tipo de posibilidad de contaminar o de contaminarnos.
También he caminado por las calles. He ido a hacerme una analítica a mi centro de salud, he asistido a misa en mi parroquia, he entrado en un centro comercial, he paseado por la parte alta de la Atalaya y por las calles del Atabal, etc. Puedo afirmar que no me he encontrado ni una sola persona sin mascarilla.
No sucede lo mismo en los bares. La gente piensa que las mesas ubicadas en las terrazas les eximen de llevar la mascarilla. Hablan fuerte y ríen mientras comen o no comen. Esta situación se agrava por la noche. No suelo estar en la calle después de las 21 horas. Pero, por lo que veo en las noticias, me temo que en esos horarios se acrecientan los problemas.
Finalmente quiero hablar de los niños. Son los más disciplinados. Se me parte el alma viendo a mis nietos de dos o tres años con una mascarilla que portan sin ningún problema. Les he visto celebrar un cumpleaños con solo tres niños presentes. He presenciado la Primera Comunión de mi nieto Pablo sin tomarnos siquiera un chocolate. Los abuelos no podemos abrazar a ese nieto nacido durante la pandemia que nos ve como bichos raros enmascarillados. Los niños siguen siendo un ejemplo.
¿Por qué no mejora la situación? Creo que el problema surge en la noche que “nos confunde”. Por eso entiendo los “toques de queda” europeos. Uno de los focos de contagio está en el momento en que los individuos aislados, que suelen ser equilibrados y disciplinados, se convierten en una “masa” que les incita a la desobediencia y al caos.
Mi buena noticia de hoy se basa en la buena disposición de todos los españoles a escala individual.
Tan solo nos faltan dos condiciones primordiales. Primera, que mantengamos esta actitud cuando nos encontremos agrupados por necesidad. Segunda, que tengamos paciencia para aguardar la puesta en marcha de las vacunas adecuadas.
No hay mal que dure cien años. (Y como decía mi madre: ni cuerpo que lo resista). Es broma. Vamos a salir de esta. Algo bueno estamos haciendo.
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