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El año de la pandemia

No podemos permitirnos el hecho de que las muertes de esa pandemia sean vistas en el futuro cercano como simples cifras de una crisis aislada sanitaria que no volverá a repetirse
Josu Gómez Barrutia
lunes, 23 de noviembre de 2020, 16:11 h (CET)

Se acerca el final del fatídico 2020, el año de la pandemia, ese que pasará a los anales de la historia como el que nos hizo comprender lo quebradiza que es la posición del ser humano en un planeta en el cual un elemento microscópico es capaz de poner contra las cuerdas el sistema económico global y los propios pilares de la cotidianeidad de la globalización en un instante.


Una crisis humana, sanitaria, social, económica e incluso política en algunos momentos que a modo de tormenta perfecta han puesto contra las cuerdas la vida de muchas familias, de hombres y mujeres que hoy se enfrentan en el cierre de este año al vértigo del futuro, ese que no está escrito pero sobre el que la mezcla de las luces y las sombras hacen sumamente complejo el simple hecho de conciliar el sueño.


Y es que, de esta crisis deberíamos salir con lecciones aprendidas y con un componente fundamental de solidaridad y deseo de cooperación global para enfrentar los retos y desafíos que el Siglo XXI traerán conseguido: El cambio climático, el calentamiento global , el proceso migratorio , el encaje de la cuarta revolución industrial y tecnológica que hoy se ha visto acelerada en la crisis de la Covid19 afectando al modelo laboral, productivo y económico de la clase trabajadora, del colectivo de autónomos y de las propias empresas.


Ha quedado claro así en primer lugar que los retos globales requieren respuestas globales, esas que sólo pueden partir de una política internacional basada en el multilateralismo a través del diálogo. Así, la salida de este año tendrá que traer conseguido necesariamente la puesta en marcha de modelos de revisión de los mecanismos de control e identificación de los riesgos para la salud y para la protección de los servicios sanitarios con organismos con capacidad de toma de decisión y acción frente a crisis como la actual. Pero de igual forma, esa política internacional también tendrá que tener ese cariz de intervención en los retos y desafíos migratorios o de la lucha contra el cambio climático o el calentamiento global. Asuntos, íntimamente ligados que deberán de atenderse con medidas que desde el compromiso internacional permitan frenar unos fenómenos que sólo nos llevarán de seguir esta senda al conflicto social, la desigualdad, la lucha por los recursos, el individualismo y el auge de los pensamientos políticos radicales y totalitarios. No cabe un mundo que hoy mire de reojo a la realidad que tenemos por delante y sobre la que debemos actuar con urgencia. Máxime cuando el fenómeno de la Covid19 podría no ser un elemento aislado en caso de seguir insistiendo en un modelo de esquilmación de los recursos naturales de un planeta ya agotado.


No podemos permitirnos el hecho de que las muertes de esa pandemia sean vistas en el futuro cercano como simples cifras de una crisis aislada sanitaria que no volverá a repetirse.


Pero junto a estas acciones, el año que se va, tendrá que enfrentarnos a la necesidad de encajar como sociedad varios retos en materia laboral, productiva y económica en un marco de aceleración de procesos de cambio tecnológico para los que la crisis sanitaria de la Covid19 ha sido un catalizador. La implosión del sistema de teletrabajo, los modelos de comercio electrónico y e-commerce, el desarrollo necesario de la economía verde, el auge de la educación online o el desarrollo de los nuevos sistemas de digitalización en el ámbito empresarial son cambios estructurales que hoy han venido a mover todo la estructura profesional, económica y productiva afectando de manera directa a quienes no se adapten por no poder o no saber a este nuevo tiempo que dejara de no actuar sobre estos cambios una importante destrucción de empresas y pérdida de puestos de trabajo. Que por el contrario, también tendrán el surgimiento de otras iniciativas empresariales y la generación de otros perfiles laborales. Pero ¿Qué hacemos con aquellas generaciones de personas trabajadoras que no puedan adaptarse al cambio? Y ¿Cómo adaptamos el motor económico de España dependiendo en exceso del turismo y el sector servicios a un tiempo que apuesta por la innovación, la industria, la tecnología o la bioeconomía? Las respuestas, no son sencillas: Plan de formación nacional para impulsar las nuevas capacitaciones de un mercado productivo que acelera realmente al siglo XXI dejando atrás el Siglo XX, la apuesta por la reconversión del modelo productivo nacional o políticas de apoyo al tejido laboral, de autónomos y pymes para enfrentar este cambio unidas a un necesario impulso al emprendimiento en un país en donde sus jóvenes miran su futuro en forma de cielo prometido funcionarial.


En definitiva, tiempos atribulados, de cambio, de desafíos, de transformaciones y retos frente a los cuales parafraseando a John F Kennedy “No preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tú país”

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Vivir en la tierra plana tiene sus cosas buenas. Si te coges un barco que navegue mucho, puedes llegar al fin del mundo de noche. Hay un río de agua violeta y con peces rosas, que forma una cascada en el borde del mundo. Después del límite se acaba la tierra y hay que tener cuidado de no caerse del mundo.

Al estado, el que ostenta el monopolio de la violencia, le corresponde proporcionarnos fundamentalmente estos tres servicios. Le corresponde por eso, o además de eso. Solo así podemos decir, que el estado somos todos y que, a todos nos protege. Podemos decir, que la Salud es la base, la Justicia la estructura y la Educación el camino. Los medios se ocupan con frecuencia de los tres sistemas.

 
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